Según un estudio de tres de las principales universidades de Venezuela, la pobreza en ese país alcanzó un 81,8% en los hogares en 2016, mientras que cifra difiere totalmente del 22,7% que afirma el presidente Nicolás Maduro
Deyairy empezó a guardar hace meses boletos de metro para hacer con ellos un disfraz de mariposa a su niña, y David usó trapos y pintura para transformar en zombi a su hijo. La crisis económica pone a prueba la creatividad de los venezolanos en Carnaval.
“Yo gano 80.000 bolívares mensuales (110 dólares a la tasa oficial más alta). ¿Cómo voy a gastarme 50.000 en un disfraz?”, dijo Deyairy Arteaga en el bulevar de Sabana Grande, popular paseo de Caracas.
Camila, la hija de Deyairy de dos años, vestía de mariposa con alas formadas por decenas de tiques del subterráneo, amarillos y naranjas, pegados sobre cartón. La idea fue de Samuel, su hermano de diez años.
El salario mínimo es de 40.638 bolívares (58 dólares), al cual se suma un bono que aumentará de 63.000 a 108.000 bolívares (de 90 a 154 dólares) el 1 de marzo y que sirve exclusivamente para comprar comida y artículos de higiene personal.
Arteaga, de 32 años, vive en Lídice, un barrio humilde de la capital donde golpea fuerte la crisis, reflejada en una inflación que el Fondo Monetario Internacional proyecta en 1.660% para 2017 y una aguda escasez de alimentos básicos y medicinas.
“La situación está un poquito ruda”, relató David Suárez, policía de 27 años, cuyo hijo de ocho, Israel, llevaba ropas rasgadas y manchadas con témpera roja, marrón y negra, disfrutando de ser un zombi hambriento de cerebros.
“Hicimos (el disfraz) con material de reciclaje. Es preferible inventar. Los reales (dinero) te los gastas en alimentos”, agregó Suárez.
Ni Deyairi ni David pudieron darse el lujo de ir a una tienda de disfraces para vestir a sus niños como princesa o como el superhéroe de moda.
“Malísimas las ventas”, se lamentó María Di Marco, de 79 años, propietaria de un local en el este de Caracas que vende disfraces desde hace cinco décadas.
“Llevan tres años bajando y cada día bajan más”, explicó la comerciante. Según sus cuentas, cayeron 40% en la víspera de estos carnavales con respecto a los de 2016.
Y eso que “nuestros disfraces están baratos”, apuntó.
Los precios en su tienda oscilan entre 12.000 y 39.000 bolívares (17 y 55 dólares).
Kelling Viloria sí le compró un disfraz de dinosaurio a su hijo. “Es un lujo, pero se hace el sacrificio porque uno trata de que el niño no se vea afectado por la crisis”, expresó Kelling, de 33 años, quien tiene tres trabajos: dependiente en una tienda de computación, vendedora de productos de belleza y peluquera.
“La comida no se consigue y hay que comprarle muchas veces a los bachaqueros (revendedores), que venden tres, cuatro, cinco veces más caro”, se queja David.
Según un estudio de tres de las principales universidades de Venezuela, la pobreza en el país llegó a 81,8% de los hogares en 2016, cifra que difiere ampliamente del 22,7% que reconoce el presidente Nicolás Maduro.
A la comunidad de Deyairy llegan los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), creados en abril del año pasado por Maduro para distribuir comida a precios subsidiados, pero la treintañera cuenta que, igual, la vida “no está nada fácil”.
Un 90% de los venezolanos considera que las cosas “van mal” y 77% cree que su situación será peor en los próximos seis meses, de acuerdo con una encuesta difundida esta semana.
Con motivo de las festividades, el gobierno organiza actividades culturales y recreativas, incluido un festival musical: ‘Salsa Caracas’, con artistas internacionales como Tito Rojas o Bony Cepeda. La oposición criticó la inversión para ello en tiempos de crisis, que cifra en el equivalente a 1,4 millones de dólares.
Mientras, para olvidar los problemas en Carnaval, “hay que poner la creatividad a trabajar”, afirmó Deyairy.