La directora del Instituto de Criminología de la Universidad de Panamá, Bélgica Bernal, advierte que la ola de violencia que sacude al país no es repentina, ni tiene soluciones instantáneas
La psicóloga Bélgica Bernales en poco más de cinco minutos ha resumido la senda que atravesó la sociedad panameña, para llegar hasta este punto en el que se ve envuelta en una ola crímenes y violencia de la que no parece haber salida. Su diagnóstico es crudo y sin rodeos. “Estamos viviendo en medio de una generación violenta”, dice Bernal y explica que las raíces de las conductas que hoy nos exponen a agresiones y disputas a golpes en las calles no llegan de afuera. Son el producto de una deformación social acontecida desde ya hace años.
Para Bernal hay dos patrones en las familias panameñas que han ido deformando a los individuos haciéndolos cada vez más vulnerables a la conductas violentas: La sobreprotección familiar (niños consentidos); y la indiferencia (comunicación inexistente, carente o ineficiente. Falta de atención).
En el primer caso el resultado es que tenemos personas incapaces de manejar la frustración y los tiempos de espera. “Todo lo quieren rápido”, explica Bernal. Mientras la falta de atención “lleva a los jóvenes a ser presa fácil de las pandillas” o grupos criminales, dice la especialista, pues ven ellos un refugio ante la indiferencia que los aqueja en su casa.
La solución que ve Bernal, no es precisamente ni fácil ni rápida. “Hay que retomar los valores acertivos de educación familiar y fomentar actividades sociales, deportivas y culturales”. Una receta que en el país asegura no es fácil de suplir. Los jóvenes con talentos artísticos o deportivos no encuentran espacios para expresarlos y cultvarlos. “No hay oportunidad de motivar y aprovechar los talentos”, insiste Bernal.
Esto no comenzó ayer, “las personalidades delictivas y criminales no se forman de un día para otro”, dice la especialista. Por lo que corregir el escenario de violencia tampoco tiene fórmulas instantáneas.