Llevar el apellido Noriega les ha significado una impronta difícil de borrar, que las persigue hasta hoy. Muchos años de exilio y la marejada de críticas en la actualidad persisten, porque su muerte ocurrida el 29 de mayo, cortó las esperanzas de que revelara los secretos de desaparecidos en la dictadura (1968-1989).
“Sopla el viento y esparce las semillas. Cada semilla debe desarrollarse allí donde cayó sin poder elegir el lugar. Del mismo modo nosotros no podemos elegir a nuestros padres”:así reza un viejo adagio popular. Lorena, Sandra y Thays Noriega, como todo ser humano no tuvieron esa opción. En una etapa de sus vidas (la década de los 80) contar con el apellido Noriega, les significó vivir en la opulencia y contar con el respeto de quienes la rodeaban, pero como toda ciclo de vida tiene un final, este también les llegaría a esos años de esplendor, con la invasión a Panamá, por el ejército estadounidense en diciembre del año 1989.
Una publicación de la ABC hoy hace referencia a las condiciones a las que les ha tocado vivir a las hijas de el hoy difunto y otrora ex dictador, Manuel Antonio Noriega, desde finales de 1989, en comparación al período de vida en que su padre gobernara Panamá con mano dura, desde cuando irrumpe en el poder del brazo militar, mediante un acuerdo de escalafón entre la alta oficialidad, pactada a la muerte del general Omar Torrijos Herrera.
“El ocaso del que fuera hombre fuerte de Panamá durante la década de los 80 ha discurrido en paralelo al de su mujer, Felicidad Sieiro, y sus tres hijas. Tras la invasión norteamericana, la madrugada del 20 de diciembre de 1989, y el derrocamiento y captura de Noriega, su círculo más íntimo se enfrentó al rechazo de quienes en el pasado les rindieron pleitesía. Sandra, abogada y miembro del Partido Revolucionario Democrático (PRD) de Panamá, pasó 16 años en el exilio a caballo entre República Dominicana, Miami y Venezuela. Thays, licenciada en Relaciones internacionales y Turismo, se refugió durante ese mismo periodo en República Dominicana. Unos momentos difíciles que solo el tiempo ha logrado borrar. «Nuestro rol como hijas siempre ha sido honesto. Intentar caer bien a todo el mundo desgasta. Nosotras no tenemos que justificar nuestro amor y sentimientos hacia él”…resalta un extracto de la publicación titulada “Auge y caída de las hijas del exdictador panameño Manuel Antonio Noriega”,
“A veces, en lugar de atacar a nuestro padre van a por nosotras», declaró Sandra, la segunda de las hijas de Noriega, durante una entrevista concedida a la CNN. «En nuestro peregrinaje en el exilio, recibimos muchas bolsas de aliento, pero también gestos negativos”. “A pesar de que tengas todos los méritos para acceder a un puesto de trabajo te cierran la puerta por llevar Noriega en tu nombre”,, inidicó Thays, la menor de las hermanas, según el artículo..
Esta prejuicio del que habla Thays, lo vivió Sandra, cuando fue nombrada en la embajada de la República Dominicana, por el entonces presidente, Martín Torrijos (2004-2009), quién fue duramente fustigado por tal acción. El mandatario defendió su decisión argumentando que Sandra era una panameña más y por lo tanto tenía derecho al trabajo.
Relata la Nota que a nivel personal, el exgeneral Noriega siempre sintió debilidad por las tres, aunque con Sandra tenía una conexión especial. El pasado enero, se instalaba en la casa de ésta, ubicada en la exclusiva urbanización Coco del Mar, frente a la Bahía de Panamá, después de que aprobaran su arresto domiciliario por las recomendaciones de un equipo médico. Esta salida ponía fin a un periplo de juicios por narcotráfico, homicidios y corrupción que han tenido como escenario tres países diferentes.
Después de cumplir 20 años de condena en Estados Unidos. En 2010 fue trasladado a Francia donde fue sentenciado a siete años de prisión por lavado de dinero procedente del tráfico de droga. En diciembre de 2011 fue extraditado a Panamá para enfrentarse a tres condenas de 20 años cada una por crímenes cometidos durante su régimen, incluida la desaparición y muerte del médico opositor Hugo Spadafora.
Vida de excesos
A la postre, Noriega, de acuerdo con la nota periodística, hubo de pagar caro su tren de vida y el oscuro origen de la fortuna que amasó, estimada en más de 625 millones de euros. Durante los seis años (1983-1989) que dirigió Panamá con mano de hierro sembrando el terror entre sus opositores, su vida transcurrió amenizada por fiestas continuas, derroche, libertinaje y hobbies extravagantes como el de coleccionar osos de peluche disfrazados de paracaidistas.
“La mansión familiar que ocuparon durante estos años gloriosos ya daba buena cuenta de sus gustos histriónicos; 3.200 metros cuadrados rodeados de estatuas, fuentes, obras de arte e incluso un minizoológico, con venados, guacamayas y pavos reales, al más puro estilo de las haciendas de los narcos colombianos. Todo ello, sin olvidar una gigantesca caja fuerte donde Noriega escondía millones de dólares, francos, libras y todo tipo de divisas. Poco le dio tiempo a gastar”, concluye el escrito.