Zambullirse en el Mediterráneo, abrir un cofre y escoger su vino. Esa es la propuesta de la bodega francesa Bandol, que ha lanzado la idea de conservar 120 botellas durante un año a 40 metros bajo el mar
Todo comenzó con el descubrimiento de “ánforas de cientos de años o incluso milenios de antigüedad, y más recientemente (…), de botellas de champán o de vino que se habían hundido decenas de años atrás”, sobre todo en el mar del Norte, explica a la AFP Jérôme Vincent, director de la escuela francesa de buzos en Saint-Mandrier, sureste de Francia.
En esos barcos ocultos en el fondo del mar, no había monedas que recuperar sino botellas, de las cuales algunas llevaban allí desde la Segunda Guerra Mundial. Y todas tenían algo en común, cuenta Vincent, “la gente que las cataba decían que tenían muy buen sabor”.
Los buzos y la bodega de vinos de Bandol decidieron en 2016 “encontrar un terreno adaptado para enterrar botellas y dejarlas envejecer durante un año”. Su búsqueda de un lugar idóneo los llevó hasta una zona protegida de la Armada francesa, un campo de entrenamiento de buceadores contra minas.
Los profesionales del sector vinícola que participan en ese proyecto opinan que el hecho de dejar las botellas bajo el agua permite “sublimar los aromas y hacer aflorar aromas secundarios”, según Vincent.