Desde abril, que comenzaron las protestas, se han registrado casi 100 muertos
“Solo balazos se oían, fue un ambiente de terror, era como que estábamos en guerra”, recuerda aterrada Julieth Hernández, habitante de Managua, que vivió esta semana una de las batallas callejeras más sangrientas desde que estallaron las protestas contra el gobierno de Daniel Ortega.
Desde su casa, una humilde vivienda ubicada a pocos metros de la avenida universitaria de la capital nicaragüense, Julieth, de 22 años, escuchó junto con su familia cómo los manifestantes se enfrentaban con la policía y las fuerzas de choque de gobierno conocidas como “turbas”.
Decenas de miles de nicaragüenses que participaron el miércoles en una marcha en apoyo a las madres que han perdido a sus hijos en las protestas, fueron emboscados por francotiradores, mientras hombres armados trataban de disolverlos a balazos en tierra.
El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos dio cuenta de 11 muertos en los enfrentamientos, aunque la policía dio cuenta de 15 víctimas fatales.
“Veníamos caminando en la marcha cuando empezaron a disparar desde arriba, la gente se corría, buscaba refugio, pensé que nos íbamos a morir todos”, dice Andrés Donato, un campesino que logró huir y correr hasta la Catedral, donde pasó la noche refugiado junto a más de mil agricultores que apoyaron la manifestación.
Varios campesinos luego se armaron de valor y volvieron armados con palos, machetes y morteros a defender a los manifestantes que habían quedado atrapados en la balacera, pero uno de ellos cayó muerto con un disparo en la cabeza, relata el campesino Yerlin Marín.
“La gente del gobierno empezó a disparar, entonces nuestra gente empezó a lanzarles morteros” artesanales, cuenta a la AFP Wilfredo Zamora.