Bajo las cristalinas aguas del Caribe beliceño se esconde un mundo de fauna marina al abrigo de la segunda barrera de coral más grande del mundo, un tesoro ambiental y atractivo turístico que la UNESCO sacó este martes de su lista de patrimonio en peligro después de casi una década
La ausencia de legislación para proteger estas áreas puso en alerta a la organización en 2009, que tiró de las orejas al país y le conminó a enmendarse bajo la amenaza de quitarles el título de Patrimonio Mundial que detenta desde 1996.
La llamada de atención de declararlas “en peligro” abarcó también sus manglares, criadero de los peces que luego integrarán el arrecife y que estaban desapareciendo frente al cemento del desarrollo urbanístico indiscriminado.
La moratoria indefinida que prohíbe las exploraciones de petróleo a mar abierto y que el Parlamento aprobó finalizando 2017 fue el último golpe de un nuevo corpus legal para convencer a la UNESCO.
Un referendo informal organizado por ambientalistas había arrojado en 2012 que el 96% de la población estaba en contra de estas prospecciones, que podrían resultar económicamente tentadoras para uno de los países más pobres de la región. “Estamos contentos de que el gobierno y el pueblo decidiéramos que (el arrecife) es algo que no podemos arriesgar”, señala el viceprimer ministro del país, Patrick Faber.
Solo la archiconocida Gran Barrera de Coral de Australia supera a este arrecife que se extiende por 380 kilómetros de la costa de Belice ocupando 96.000 hectáreas para custodiar uno de los mayores ecosistemas marinos del Atlántico.