Hace un mes, medios peruanos comenzaron a difundir audios de llamadas telefónicas de prominentes jueces, desatando una tormenta que ha opacado al escándalo de las millonarias dádivas a candidatos presidenciales de la constructora brasileña Odebrecht.
Doce personas han sido detenidas hasta el momento por los audios de presunta venta de sentencias y tráfico de influencias, y el Congreso evalúa destituir al fiscal general Pedro Chávarry y al juez de la Corte Suprema César Hinostroza.
También pende de un hilo el presidente de la Federación Peruana de Fútbol, Edwin Oviedo, tras ser publicados audios que develaron sus estrechos lazos con el juez Hinostroza y con un exitoso empresario que ganaba millonarios contratos de construcción con la entidad deportiva.
Esto ha demorado la renovación del contrato del técnico argentino Ricardo Gareca con la selección peruana y causó la renuncia de una decena de dirigentes ante la negativa de Oviedo de dar un paso al costado.
El escándalo, que estalló el 8 de julio, provocó también la renuncia del presidente de la Corte Suprema, Duberlí Rodríguez, y la destitución del ministro de Justicia, Salvador Heresi.
Pero este caso, que domina la prensa y conversaciones en bares y cafés, ha dejado en el virtual olvido al súper escándalo de Odebrecht, que salpica a cuatro expresidentes peruanos.
La paradoja es que la lentitud judicial de los casos hace que la ciudadanía vaya perdiendo interés en los escándalos, según los analistas.
“Los temas de los audios desatan la furia de la gente, pero luego todo queda ahí, hasta un próximo escándalo”, dice a la AFP el analista político Fernando Tuesta.
“Ya no nos choca” el tema de la corrupción a pesar de que “estamos en una suerte de época de orden moral”, acota.
Perú vive desde hace casi dos décadas de escándalo en escándalo de corrupción, casi siempre provocado por la difusión de audios o videos en los medios.