La investigación por acoso sexual al expresidente costaricense ponen de masnifiesto otra realidad: la revictimización en la senda de una denuncia
CIUDAD DE MÉXICO — Yazmín Morales recuerda cómo lloró de rabia después de un encuentro hace cuatro años en el estudio lleno de libros del estadista más respetado de su país. Óscar Arias Sánchez, ganador del Premio Nobel de la Paz y expresidente de Costa Rica, la empujó contra una puerta hasta dejarla inmovilizada, afirma ella, para besarla y tocarla a la fuerza.
Hasta la semana pasada, Morales mantuvo en secreto el incidente. Sin embargo, después de que otra mujer presentó una denuncia penal contra el exmandatario por ataque sexual, Morales reunió el valor para también alzar la voz.
Morales, quien representó a Costa Rica en un certamen de belleza internacional, deseaba que un poderoso abogado la representara. Llamó a uno, luego a otro. Después de que un tercero también se rehusara a llevar su caso, decidió actuar por su cuenta. Acompañada solo por su media hermana, ella también presentó una denuncia contra Arias.
El caso de Arias, que ahora enfrenta acusaciones de ataque sexual o conducta sexual inapropiada de al menos nueve mujeres, surge como el más importante de la era #MeToo en América Latina.
No obstante, también ha revelado cuán difícil es para las mujeres buscar asesoría legal en casos que involucran a hombres poderosos. En una región donde las leyes presentan una visión progresista de los derechos de las mujeres, las barreras sociales y políticas para ejercer esos derechos pueden parecer insuperables.
El 10 de febrero, la lista de acusadoras de Arias creció de nuevo cuando Carina A. Black, de 52 años, una politóloga en la Universidad de Nevada, en Reno, le dijo a The New York Times que Arias intentó tocarla y besarla en 1998, cuando él visitó la universidad como conferencista.
Mientras conducía a Arias a reuniones y eventos, dijo Black, se encontró a solas con él en un elevador. Él la empujó contra el muro del ascensor, atravesó su mano por encima de su pecho e intentó besarla, dijo ella.
“Lo empujé y lo golpeé en la cara”, dijo ella.
No obstante, debido a que no sufrió heridas, nunca pensó en presentar un reporte, dijo Black. Ella ha decidido contar su historia ahora, expresó, en parte para que la gente le crea a la primera mujer que lo acusó.
“Arias es tan poderoso”, indicó. “Él es propietario de muchas tierras. Es tan respetado. En Latinoamérica, el poder está tan inclinado hacia el lado de los hombres. Este comportamiento es con el que la mayoría de las mujeres ha crecido”.
Gloriana Valladares, una abogada de Arias, reconoció que él enfrenta dos denuncias, de parte de Morales y la primera acusadora, Alexandra Arce von Herold, una psiquiatra y activista a favor del desarme nuclear. Valladares dijo que no emitiría comentarios porque las etapas preliminares del procedimiento son privadas.
La semana pasada, Arias rechazó “categóricamente” las acusaciones de ataque de Arce, y dijo que él nunca había actuado de una manera irrespetuosa hacia la voluntad de ninguna mujer.
Morales, de 48 años, dijo que mientras buscaba a un abogado de alto perfil que la representara, descubrió que todos tenían algún tipo de conexión con Arias. Dos de los abogados con los que se reunió eran exministros de Justicia y uno había contendido por la presidencia.
Todos encontraron una excusa para no ayudarla. Uno dijo que era amigo de la esposa de Arias. Otro señaló que no llevaba casos de abuso sexual y el tercero mencionó que estaba muy ocupado, comentó ella.
“Prefirieron no involucrarse”, indicó Morales mediante una entrevista telefónica. “Tenía miedo. Si los abogados no querían apoyarme, nadie más lo haría”.
Morales se negó a revelar los nombres de los abogados. “Ya tengo miedo de Óscar Arias”, dijo. “Dar más nombres lo haría aún más difícil”.
Cuando llegó para presentar su denuncia, se reunió con un fiscal y un psicólogo y le aconsejaron que consiguiera un abogado. El sitio web de la periodista costarricense Amelia Rueda fue el que primero reportó sobre la denuncia.
Larissa Arroyo, una abogada que pertenece a un grupo en San José que trabaja para prevenir la violencia y la discriminación basadas en el género, expresó que las mujeres que quieren presentar cargos sin apoyo legal son muy vulnerables.
“Simplemente no es verdad que el acceso a la justicia es el mismo para todos”, dijo ella.
“Presentar una denuncia tiene un precio muy alto”, dijo Arroyo. “Implica un costo económico y emocional, incluso perder un trabajo o ser estigmatizada públicamente”.
Uno de los problemas, dijo, es que pocos abogados están capacitados para enfrentar asuntos de género y de derechos humanos.
Laura Chinchilla, una protegida de Arias que también fue presidenta, dijo que él tenía derecho a una defensa, pero reconoció las limitaciones que las mujeres enfrentan cuando acusan a hombres poderosos por conductas inapropiadas.
“Como sociedad tenemos la obligación de apoyar a las víctimas para que rompan su silencio y los abusos no queden impunes”, escribió en Facebook.
Arcelio Hernández, el abogado que aceptó llevar el caso de Morales después de que ella presentó la denuncia, comentó que sus colegas le habían llamado para advertirle que no lo tomara. “¿Cómo te atreves a ir en contra de este sujeto?”, dijo Hernández al resumir los comentarios. “Por supuesto, la gente tiene miedo”.
Arias, de 78 años, fue presidente de 1986 a 1990 y de nuevo de 2006 a 2010. Ganó el Premio Nobel de la Paz en 1987 por sus esfuerzos de mediación durante las guerras civiles en Centroamérica.
Arce, de 34 años, la primera mujer en denunciarlo, es una psiquiatra en un hospital estatal en San José. A menudo se reunió con Arias sobre su labor de desarme nuclear, y dijo que estaba en casa de él a finales de 2014 cuando él se colocó detrás de ella, tocó sus senos y metió sus manos por debajo de su falda para penetrarla con sus dedos.
En una entrevista a finales del año pasado, Arce dijo que varias personas le desaconsejaron de revelarlo públicamente. “Comenzaron a hacerme sentir miedo por mi seguridad, mi seguridad física”, comentó.
Cuando Arce relató lo acontecido en sus redes sociales el año pasado, un amigo periodista la persuadió de eliminarlo al advertirle que los tabloides podían dañarla.
Arias no conocía personalmente a Morales antes de invitarla a su casa alrededor de la Semana Santa de 2015 para darle un libro de sus ensayos y discursos. (La editora de ese libro dice que cuando trabajó con Arias, una vez puso su mano en su pierna y que la llamó en dos ocasiones para insistir que fuera a su casa para un masaje).
Morales, quien trabajó como conductora de televisión y modelo después de ganar el certamen de belleza Miss Costa Rica en 1994, publica consejos de belleza en su página de Facebook y vende en línea productos para el cuidado de la piel.
Durante más de una hora, la reunión fue cordial. Arias le dio un recorrido de su elegante casa antes de firmar su libro.
No obstante, cuando ella hizo intento de marcharse, él la empujó contra la puerta, jaló su cabeza hacia atrás y la besó, oprimió su cuerpo contra el de ella y le tocó los senos, afirma ella. Conmocionada, solo pudo decir: “Don Óscar, tengo que irme”.
No la presionó más, la acompañó a la reja principal y la abrió.
Ella decidió que era momento de contar su historia después de que Arce contó la suya. “Estaba motivada por esa chica, que es muy valiente, y por el movimiento #MeToo”, dijo Morales.
Mucho ha cambiado para las mujeres desde 2015, dijo.
lisabeth Malkin reportó desde Ciudad de México y Frances Robles, desde Río de Janeiro. Brasil y Alexander Villegas colaboró con este reportaje desde San José, Costa Rica