En una conferencia científica en Seattle el 5 de marzo, los investigadores fueron testigos de un día que muchos creyeron que jamás llegaría. Parece que un paciente se curó de VIH, el virus que causa el sida, tan solo por segunda vez desde que comenzó la epidemia.
Hay una suerte de esperanza abrumadora en el aire, como dijo Steve Deeks, especialista en sida de la Universidad de California, campus San Francisco, que asistió a la reunión en Seattle: “Todo el enfoque de una cura está cambiando de ser una aspiración a algo que la gente se está dando cuenta que puede ser viable”.
Es una esperanza que debe procesarse con realismo: el VIH es un adversario astuto y los científicos y pacientes que viven con el virus conocen muy bien los fracasos del pasado en la lucha contra la epidemia.
Esto es lo que significa la noticia en este momento.
Aún no. El segundo caso no proporciona una “prueba de concepto” que abra un posible camino hacia la cura del VIH. Los científicos tienen la intención de ir tras ella con determinación.
Sin embargo, este éxito aparente no significa que una cura fácil esté a la vuelta de la esquina y, por supuesto, tampoco implica que los pacientes infectados deban dejar de tomar sus medicamentos.
“A veces el nivel de desesperación para encontrar una cura es impulsado por el estigma que todavía existe”, dijo Richard Jefferys, director de la organización Treatment Action Group. “No obstante, aunque dos o tres pacientes representan una gota en el océano en comparación con los 35 millones de personas seropositivas en el mundo, es mucho mejor que cero”.
Los dos hombres que hasta ahora se cree están curados tenían VIH y cáncer. Ambos recibieron trasplantes de médula ósea para tratar el cáncer, no el VIH. En cada caso, los donadores de médula ósea contaban con una mutación genética clave, llamada delta 32, que impide la entrada del VIH a ciertas células sanguíneas.
Los trasplantes de médula ósea son procedimientos riesgosos, así que no es probable que se convierta en una alternativa de tratamiento para la mayoría de la gente que tiene VIH. Además, vale la pena señalar que, hasta ahora, la mayoría de los otros intentos por repetir la primera cura también habían fracasado.
Sin importar qué camino se tome hacia una cura, no será sencillo.
La cura significa que el virus parece haberse ido para siempre. La remisión es un término más conservador: el virus está bajo control en el cuerpo, pero quizá no para siempre.
Antes de que los científicos describieran el caso el 4 de marzo, solo había un ejemplo aceptado de manera generalizada de una cura: Timothy Ray Brown, de 52 años, que ha estado libre de VIH durante doce años después de dos trasplantes de médula ósea.
Después de su caso, hubo muchos intentos fallidos de duplicar este éxito. Cada vez, el virus regresó después de que el paciente dejó de tomar los medicamentos anti-VIH.
En el caso reportado recientemente, un hombre descrito solo como “el paciente de Londres”, ha estado libre de VIH durante dieciocho meses después de dejar de tomar los medicamentos. Las pruebas extraordinariamente sensibles no pueden encontrar el virus en su cuerpo. Para algunos científicos, esa es una cura. Otros lo piensan de manera más fría.
“No tenemos un consenso internacional respecto a cuánto tiempo sin rebrote viral se necesita para hablar de una cura”, dijo Annemarie Wensing, viróloga de la Universidad Centro Médico Utrecht en los Países Bajos.
Vale la pena señalar que ha habido pacientes que entraron en etapa de remisión sin un trasplante de médula ósea. En esos casos, el sistema inmune parece capaz de mantener un control estricto del virus, incluso sin medicamentos. Durante años, los investigadores han estado intentando averiguar cómo sucede.
Un trasplante de un donador delta 32 básicamente elimina las células inmunes que son vulnerables al VIH al remplazarlas con células que son resistentes al virus. Muchos grupos de científicos ya están tratando de repetir los beneficios de un trasplante de médula ósea sin los riesgos del procedimiento.
La mutación delta 32 ocurre en un gen que dirige la producción de una proteína llamada CCR5, que se ubica en la superficie de ciertas células inmunes. Un tipo común de VIH necesita esta proteína, entre otras, para entrar a las células con el fin de reproducirse.
El gen que dirige la producción de CCR5 puede modificarse con técnicas de terapia genética más nuevas, similares a los tratamientos desarrollados para la hemofilia y la anemia drepanocítica. Además, los científicos han intentado modificar la CCR5 de las células inmunes de una persona en el laboratorio e introducir las células modificadas en el cuerpo.
Pero hasta ahora, el número de células derivadas de este método no parece ser suficiente para hacer que las personas sean resistentes al VIH.
No obstante, en un ensayo financiado por Sangamo Therapeutics, los investigadores informaron un hallazgo curioso: aunque la infusión no cura la infección de VIH, la cantidad de virus en el cuerpo parecía disminuir mil veces. La empresa está planeando un estudio de seguimiento para continuar explorando esta posibilidad.
Otro enfoque sería enviar enzimas que modifiquen los genes directamente al interior del cuerpo. El verdadero desafío es llegar directamente a las enzimas: muchos equipos están considerando el envío mediante nanopartículas, por ejemplo, pero esta estrategia está a años de tener éxito, comentó Deeks.
Una opción aún más fascinante es diseñar una célula madre predecesora que produzca un flujo constante de células inmunes resistentes al VIH en el cuerpo. Por lo menos un grupo en China está tratando de modificar la CCR5 desde células madre que pueden incorporarse a los pacientes que tienen cáncer y VIH.
Los primeros estudios en la Universidad de Pensilvania sugieren que algo así podría funcionar, señaló Mike McCune, asesor global de salud de la Fundación Bill y Melinda Gates.
Además, algunos científicos están tratando de obligar al virus a entrar en remisión con anticuerpos ampliamente neutralizantes, moléculas inmunes que pueden incapacitar varios tipos de VIH.
Entre cinco y diez años, como mínimo. Y eso solo cubre tipos de VIH que dependan de la CCR5 para infectar a las células. Otra forma de VIH, llamada X4, depende de una proteína distinta para entrar a las células; ninguno de estos tratamientos teóricos evitaría la infección de esa forma de virus.
“Nadie debe pensar que hay una cura o una posibilidad de remisión a la vuelta de la esquina”, dijo McCune.
No obstante, la terapia y la modificación genéticas están avanzando a un ritmo vertiginoso y no es descabellado pensar que algún investigador en algún lugar del mundo encontrará una manera de hacer con el sistema inmune lo que estos trasplantes de médula ósea lograron en esos dos pacientes.
“Debemos atacar desde distintos frentes al mismo tiempo”, dijo McCune.