Desde principios de la década de 1700 y hasta la de los sesenta del siglo XX, el flujo de aire rápido conocido como la corriente en chorro del Atlántico norte, que provoca climas extremos en toda Europa, llevaba un rumbo bastante fijo.
Arizona —Después se volvió menos predecible, pero gracias a que los científicos empezaron a utilizar instrumentos para llevar un registro de los fenómenos meteorológicos a partir de finales del siglo XIX, no es posible que los datos recolectados por estos instrumentos determinen por sí solos los movimientos de la corriente en chorro a fin de compararlos a lo largo de los siglos.
Sin embargo, los anillos en los troncos de los árboles proporcionan un panorama histórico mucho más completo sobre las variaciones climáticas. A medida que envejecen, los árboles crecen del centro hacia afuera, y cada año se crea un nuevo círculo de madera muerta alrededor del tronco de la mayoría de los árboles. En ese anillo se puede encontrar información relacionada con la precipitación, la temperatura y otros datos correspondientes a ese año.
Un equipo liderado por Valerie Trouet, una dendrocronóloga, tomó muestras de cuatrocientos árboles de los Balcanes y doscientos en Escocia y del que quizá sea el árbol más viejo del que se tenga registro en Europa, un pino bosnio en Grecia llamado Adonis que tiene 1075 años. La corriente en chorro fluye entre estas dos regiones y, en sus anillos, los árboles revelaron el rango de temperaturas y la frecuencia con la que ha habido incendios en el transcurso del tiempo, una crónica en expansión del comportamiento de la corriente en chorro.
“Las posiciones más extremas crean eventos meteorológicos más extremos, en particular olas de calor y tormentas”, en Europa, dijo Trouet. Además, los anillos de los árboles muestran que “grandes incendios ocurren en los países balcánicos cuando el chorro está en su posición austral”.
El hecho de que la corriente se haya vuelto más variable en las últimas décadas sugiere que este cambio es el resultado de los efectos que tiene la actividad humana en el clima, afirmó Trouet. “El aumento reciente en la variación no tiene precedentes en trescientos años”, comentó. Se están realizando más análisis para investigar siglos anteriores.
La lectura de las historias meteorológicas que cuentan estos árboles ayudará a pronosticar lo que viene. “Una de las grandes preguntas en nuestro campo de estudio es qué va a pasar con la corriente en chorro”, dijo Trouet. “Estos datos ayudan a construir un modelo más confiable del cambio climático”.
En la década de los treinta, A. E. Douglass, un astrónomo que recurrió a los árboles para entender mejor la conexión entre las manchas solares y el clima, fundó el Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles en la Universidad de Arizona, campus Tucson.
El laboratorio ha ayudado a establecer otros laboratorios en todo el mundo, los cuales a su vez han aumentado con celeridad el número de árboles estudiados. Actualmente, hay más o menos una decena de laboratorios grandes a nivel mundial y datos recabados de cuatro mil sitios en todos los continentes, excepto Antártida. La información se almacena en el Banco Internacional de Datos de Anillos de Árboles, una biblioteca abierta para todos los investigadores. A medida que hay más datos de árboles disponibles, se forma una imagen mucho más detallada del nexo entre el clima del pasado, los ecosistemas y la civilización humana.
La investigación relacionada con los anillos de los árboles se divide en tres categorías principales: la dendroclimatología, el análisis de los anillos de los árboles con el fin de obtener datos de climas pasados; la dendroarqueología, el estudio de los anillos de los árboles para entender cómo el clima del pasado afectaba a las sociedades humanas, y la dendroecología, que reconstruye los ecosistemas forestales del pasado.
En este momento en particular, el papel más esencial que desempeñan los anillos de los árboles es quizá su uso en la reconstrucción de las condiciones climáticas del pasado para proporcionar un contexto mucho más detallado. “El periodo instrumental ofrece un vistazo” de lo que era el clima en el pasado, dijo David Meko, investigador del Laboratorio de Investigación de los Anillos de los Árboles, “pero los anillos de los árboles muestran un panorama”.
Esta ventana hacia las profundidades del pasado climático se ha vuelto vital en un mundo que se calienta con rapidez, para demostrar cómo el clima de la última mitad del siglo se aparta por mucho de las normas históricas que datan de hace miles de años.
Por ejemplo, los pinos de conos erizados vivos tienen varios miles de años y la información que poseen es la suma de lo que aportan los que ya murieron hace miles de años, pero que permanecieron intactos en su ambiente frío, seco y de gran altitud.
Ante los anillos de los árboles, es difícil refutar que están ocurriendo enormes cambios medioambientales. Los investigadores afirman que hay pocos puntos de comparación en el pasado lejano para el cambio climático que hemos visto en las últimas seis o siete décadas, si acaso los hay.
La sequía actual en el río Colorado que ha durado dos décadas, por ejemplo, ha sido la más larga desde la época medieval cuando una sequía duró 62 años, con años no muy húmedos entre los años secos. Un año muy húmedo puede hacer más soportable una sequía larga.
Además, las condiciones en algunos años recientes han sido las más calientes y secas que se han vivido en muchos siglos. “Seguimos rompiendo récords año tras año”, dijo Meko. “Es un poco preocupante ver que los años más extremos han transcurrido tan cerca del presente”.
Las inéditas sequías calurosas, como la que se vive actualmente, empeoran aún más la disminución de las lluvias, pues causan más evaporación. Los funcionarios de las regiones a lo largo del río Colorado están muy preocupados por la tendencia de las temperaturas a elevarse y de las lluvias a disminuir, y se están preparando para un futuro funesto en el que habrá muy poca agua de río, o se acabará por completo, algo que era impensable hace apenas veinte años. (Sin embargo, este año ocurrió el paso de El Niño y la acumulación de nieve en las montañas rocosas de Colorado estuvo muy por encima del promedio).
Para colmo, los anillos de los árboles muestran que el agua en el río Colorado se prorrateó entre diferentes estados con base en el caudal desde 1905 hasta 1922, algunos de los años más húmedos de los últimos doce siglos, una época conocida como periodo pluvial.
Los árboles también albergan otro tipo de información valiosa. El análisis isotópico del oxígeno, por ejemplo, ha revelado la fuente del agua que un árbol tomó hace siglos y puede determinar si esta provino de un huracán o una tormenta fuerte.
Otras fuentes —sedimentos lacustres; muestras de núcleos de hielo; coral; los otolitos de los peces (o su hueso del oído) e incluso los caparazones de especímenes vivos o muertos de la Panopea generosa, un bivalvo enorme con un apéndice en forma de serpiente— agregan profundidad al panorama general.
“Tenemos a buzos que sacan Panopea generosa del fondo del océano”, dijo Bryan Black, profesor de dendrocronología que también se especializa en organismos marinos. Combinados con los caparazones de las Panopea generosa que murieron hace mucho tiempo, los datos podrían remontarse a muchos miles de años. Los caparazones de la costa de Islandia ya datan de hace mil años. “Muestran que el último siglo ha tenido temperaturas cálidas sin precedentes”, afirmó Black.
Los expertos están usando la información de los anillos de los caparazones, combinada con los datos de los anillos de los árboles, para entender cómo el clima impulsa la productividad del océano y la mezcla de especies en los peces, a fin de ayudar a los responsables de la gestión pesquera. “Lo principal es estar conscientes del impacto del clima y lo que eso significa para la industria pesquera”, concluyó Black.