Fue una apuesta atrevida: Juan Guaidó, el líder de la oposición venezolana, apareció en una base militar rodeado por decenas de oficiales uniformados y aliados políticos para llamar a las fuerzas armadas a sublevarse contra el presidente Nicolás Maduro.
CARACAS — Tres semanas después, Guaidó se ha estado moviendo entre casas seguras para evadir una posible captura. Muchos de los hombres que estuvieron a su lado ese 30 de abril, al igual que varios legisladores y políticos que lo han apoyado, ahora están en prisión o refugiándose en embajadas de otros países en Caracas. Los soldados ya han cerrado varias veces el acceso a la Asamblea Nacional que encabeza Guaidó.
Además, las protestas de simpatizantes de Guaidó que desbordaban las calles se han reducido mientras los venezolanos, ante el desplome económico y la escasez de alimentos, combustibles y medicamentos, han regresado a su rutina de sobrevivencia.
Debilitado y sin poder resolver de manera rápida la crisis política que asedia a Venezuela, Guaidó se ha visto forzado a considerar posibles negociaciones con Maduro, el hombre al que prometió sacar del poder. Ambos lados enviaron representantes a Noruega para discusiones hace poco, en una concesión que Guaidó ya había rechazado.
En público, Guaidó se muestra optimista y decidido. En varios mítines celebrados en la capital venezolana ha urgido a sus partidarios a mantener vivas las protestas. Sin embargo, en una entrevista, reconoció que la capacidad operativa de la oposición se ha visto afectada.
“Ha sido muy salvaje la persecución del gobierno”, dijo desde el pasillo vacío de una de las casas seguras que ha estado usando.
Más de cincuenta países —incluyendo a Estados Unidos, Canadá y casi toda la Unión Europea— reconocieron a Guaidó como presidente legítimo a finales de enero, después de calificar como fraudulenta la elección del año pasado que le dio un segundo mandato a Maduro.
A partir de enero, los gobiernos de varios países que respaldan a Guaidó se han pronunciado a favor de adoptar otros enfoques para acabar con la parálisis política venezolana, un giro respecto a los llamados internacionales para que Maduro fuera removido del poder.
En una entrevista en abril, Elliott Abrams, el enviado especial para Venezuela del gobierno de Donald Trump, dijo que para que pueda funcionar una transición democrática todos los venezolanos deben ser parte, incluidos los que son leales a Maduro.
“Son parte de la escena política de Venezuela”, dijo Abrams. “Entonces solo queremos dejar claro que realmente queremos una Venezuela democrática. No estamos eligiendo a un bando como ganador”.
El presidente Trump ahora ha puesto su mirada sobre Irán, lo que desvaneció las esperanzas que pudieron tener algunos miembros de la oposición sobre el respaldo militar estadounidense.
Sin ver atisbos de una resolución expedita, los aliados europeos de Guaidó redoblaron sus esfuerzos para conseguir un pacto negociado entre la oposición y el gobierno, lo que trasladó la batalla política venezolana hacia el ámbito diplomático, dijo Félix Seijas, director de la encuestadora Delphos, con sede en Caracas y que ha asesorado a la oposición.
A mediados de la semana pasada viajaron a Noruega representantes de la oposición para reunirse con enviados del gobierno con el fin de sostener diálogos exploratorios, según funcionarios de ambas partes.
Guaidó dijo el 16 de mayo pasado, en un evento con trabajadores del sector público, que estuvo de acuerdo con que se iniciaran esos diálogos, pero aseguró: “No nos vamos a prestar para ningún tipo de negociación falsa”. Declaró que el objetivo seguía siendo sacar a Maduro del poder, establecer un gobierno de transición y convocar elecciones libres.
Asimismo, Guaidó se reunió la semana del 13 de mayo con diplomáticos europeos que representan al Grupo de Contacto Internacional sobre Venezuela, el cual ha estado trabajando para que haya nuevas elecciones en el país. En otros esfuerzos para encontrar un espacio común con los principales defensores de Maduro, la canciller canadiense, Chrystia Freeland, viajó a Cuba y el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, acudió a Rusia.
Maduro también ha quedado debilitado por la sublevación convocada por Guaidó. El jefe del servicio de inteligencia desertó y Estados Unidos asegura que varios funcionarios de alto nivel, incluidos el ministro de Defensa y un magistrado del Tribunal Supremo de Justicia estuvieron involucrados en el complot que buscaba derrocarlo.
Las sanciones de Estados Unidos han golpeado duramente los sectores clave de la economía venezolana, el petróleo y las importaciones, lo que dificulta que Maduro pueda gobernar. Este fin de semana, el país quedó prácticamente paralizado debido a la falta de combustible, una escasez que el presidente atribuye a las sanciones.
Sin embargo, seis años de recesión han preparado a Maduro para gestionar, aunque no para resolver, una serie de crisis. Su apuesta parece ser que la represión y la fatiga eliminen el respaldo a Guaidó antes de que las sanciones lo obliguen a dejar el poder, según sostiene Seijas, el encuestador.
“El gobierno cree que el tiempo juega a su favor, y no están tan equivocados”, dijo Seijas. “Parece un equilibrio. Ningún lado puede doblar el brazo del otro, pero el gobierno cree que es una situación que puede manejar y controlar”.
Líderes opositores dijeron que seguirán trabajando para sacar a Maduro y que están estableciendo un gobierno de transición desde las casas seguras y embajadas donde se han estado refugiando.
“La meta ahora no es volverse mártires políticos al ser arrestados”, dijo Juan Andrés Mejía, diputado del partido Voluntad Popular, quien se escondió después de que el gobierno le retiró su inmunidad política el 15 de mayo. “La meta es asegurar un gobierno de transición. Estoy enfocado ahora en asegurarme de que el trabajo que iniciamos no se detenga”.
No obstante, es difícil para los integrantes de la oposición que están escondidos mantener su trabajo de contacto con las bases, que han dicho es fundamental para que siga el respaldo popular. Después de que fracasó el levantamiento, el objetivo de sacar a Maduro sí parece más lejano, reconoció Rafael del Rosario, el vicejefe de gabinete para Guaidó.
Cuando los vecinos de Del Rosario le dijeron en abril que los funcionarios del servicio de inteligencia lo estaban buscando, eligió exiliarse ante la amenaza de ser arrestado y tomó el primer vuelo a Bogotá, Colombia. Solo llevó consigo tres pares de ropa interior y un suéter prestado.
“Tengo que seguir luchando porque sé que esto va a caer, pero yo entiendo que puedo pasar un buen tiempo aquí”, aseguró Del Rosario en una entrevista desde el departamento de Bogotá que renta por Airbnb.
Al día siguiente de la huida de Del Rosario, su esposa y sus dos hijos pequeños lo siguieron a Colombia. Tuvieron que cruzar a pie un río por la noche, con la ayuda de soldados que simpatizan con Guaidó.
Desde entonces la familia ha estado subsistiendo con donativos, ayuda de familiares y la amabilidad de partidarios. Solamente cuentan con 300 dólares de ahorros en efectivo que Astrid Zuleta, la esposa de Del Rosario, agarró de su casa antes de irse.
Más de 3,7 millones de venezolanos han huido del país conforme empeoran las condiciones, según la Agencia de la ONU para los Refugiados. Como la familia Del Rosario, alrededor de 1,3 millones de ellos están en Colombia.
“Aquí soy un venezolano más”, dijo Del Rosario