¿Por qué un magnate internacional de la energía estaría interesado en un periódico anti-Kremlin que había invertido de manera importante en la cobertura del cambio climático?
PARÍS — Un día a mediados del año pasado, Blaise Gauquelin, el corresponsal de Europa central para Le Monde, llamó a su editor en las oficinas centrales del periódico en París para comentarle algo que le podría interesar: uno de los dos empresarios franceses que controlaban el diario de 75 años de antigüedad estaba vendiendo su participación a un multimillonario checo llamado Daniel Kretinsky.
La noticia estremeció a la redacción de la prestigiosa publicación nacional.
Los periodistas de Le Monde investigaron a Kretinsky y se percataron de que su fortuna básicamente provenía de centrales eléctricas y minas de carbón en toda Europa. También es dueño de parte de un ducto que lleva gas ruso a través de Eslovaquia hacia el occidente.
Una primera incursión de Kretinsky en los medios franceses, la compra que hizo el año pasado del semanal de centroizquierda Marianne por 5 millones de euros (5,6 millones de dólares), contribuyó a la desconfianza del equipo, pues su primera gran maniobra fue instalar como editora a la comentarista conservadora Natacha Polony.
Kretinsky, de 43 años, ha ascendido con rapidez gracias al tutelaje de dos de los barones más importantes de la privatización en la República Checa y la Eslovaquia poscomunistas, Patrik Tkac y Petr Kellner. El negocio principal de Kretinsky, EPH, consta de más de cincuenta empresas y sus ingresos anuales son de 6000 millones de euros.
Con una parte de su fortuna, Kretinsky compró el 49 por ciento de la participación de la empresa matriz de Le Monde que tenía Matthieu Pigasse, el director ejecutivo de Lazard France. Ese acuerdo convirtió a Kretinsky en el dueño de poco más del 13 por ciento del periódico y sus publicaciones hermanas.
Aunque Le Monde informó que en un inicio Pigasse quería vender toda su participación al ejecutivo del sector energético de Praga, en una entrevista que se llevó a cabo en el hotel Georges V de París, Kretinsky señaló que está satisfecho, por ahora, con su estatus de propietario minoritario.
“La idea es brindar apoyo y algún día sentarme a la mesa para tener un diálogo, conversaciones y debates”, afirmó Kretinsky. “No puedes ir un día al mes a París y creer que puedes ser el único accionista de Le Monde. Me encantaría estar ahí y, si necesitaran mi apoyo, lo brindaría con un enorme gusto”.
Kretinsky, quien habla francés con fluidez, dijo que se había enamorado de Francia gracias a las películas galas que veía de niño en la televisión checa. De joven, estudió Derecho durante un semestre en la Universidad de Dijon. Aunque se llegara a convertir en el líder de Le Monde, explicó, no interferiría con la redacción.
“Si uno se vuelve el presidente de una empresa de medios, nunca se debe hacer el intento de quitarle su público, su espíritu, sus convicciones y sus valores”, opinó Kretinsky. “Se deben ignorar por completo las convicciones políticas personales”.
Su participación en Le Monde, un periódico vespertino con más de trescientos mil suscriptores, le permite tener un papel más prominente en el apoyo a la “democracia transatlántica”, comentó Kretinsky, y presionar para que haya una mayor regulación de Facebook, Google y otros gigantes del internet, los cuales socavan la libertad de prensa, según sus palabras.
“Al estar cerca de Le Monde, es mucho más sencillo comenzar este debate como verdadero miembro de la familia de las editoriales francesas”, señaló Kretinsky. “La República Checa simplemente es demasiado pequeña”.
El editor ejecutivo de Le Monde, Jérôme Fenoglio, mencionó que los otros dos accionistas importantes, Pigasse y el emprendedor del internet Xavier Niel, han mantenido distancia apropiada de los periodistas de la publicación desde que adquirieron el control de Le Monde Group hace nueve años.
“La redacción tiene una independencia total”, aseguró Fenoglio.
Los reporteros y editores de Le Monde fueron dueños de una participación que tenía el control del periódico desde su fundación en 1944 hasta 2010, cuando fue vendido con su aprobación, y aún tienen voz y voto en la manera en que se dirige. Lo que incomodó a algunos en la redacción sobre el ingreso de Kretinsky al grupo dueño del periódico fue la falta de transparencia que rodeó a la transacción, agregó el editor.
“El problema es que nos enteramos por un chisme, sin duda la peor manera de ganarse nuestra confianza”, comentó Fenoglio. “Para confiar en Kretinsky solo basta que acceda a que tengamos nuestro derecho de aprobación, y nuestro derecho de aprobar o bloquear su propiedad en la empresa. Sin importar quién sea el nuevo accionista, si quiere a Le Monde y quiere ayudarle a crecer, debe respetar su independencia”.
Sophie des Déserts, quien cubre los medios para la edición francesa de Vanity Fair, afirmó que Le Monde no debía preocuparse mucho por su nuevo accionista. “No creo que Daniel Kretinsky sea una amenaza para el periódico”, aseguró. “No le interesa serlo”.
Sylvie Kauffmann, una columnista de Le Monde que fue su editora ejecutiva, señaló que no juzga a priori a Kretinsky, pero destacó que el éxito periodístico y financiero del periódico depende de su negativa a postrarse ante los ricos y poderosos.
“Un periódico que no puede ser independiente no es un buen periódico”, sentenció Kauffmann.