Hay una mala percepción sobre los viajes presidenciales. Todos los años se producen severas críticas por un medio impreso en particular sobre los viajes que realiza el presidente de turno.
Por un lado, queremos que al país le vaya bien y por el otro queremos un presidente sentado en la silla presidencial en Panamá atendiendo solo quehaceres domésticos. Esto resulta en alguna forma contradictorio pues como país los quehaceres domésticos solo se resuelven con inversión extranjera, préstamos internacionales o ingresos extraordinarios por venta de activos o ingresos no previstos por actividades como el Canal de Panamá. En el mundo hay 194 países y cada quien debe competir por atraer inversión extranjera a su país. Igualmente, no podemos vivir en la invisibilidad. Debemos estar constantemente atentos a ser vistos y escuchados en foros internacionales y por la población, los gobiernos y la empresa privada de los distintos países. En un mundo cada vez más globalizado e integrado meter la cabeza en un hueco como avestruz no nos genera rédito alguno. Viajar se torna una necesidad. Solo miremos a nuestro alrededor. Debemos participar en la Asamblea General de las Naciones Unidas. En un período presidencial esto resulta por lo menos cinco viajes. Asistimos a la toma de posesión de los presidentes electos en América Latina. ¿Cuántos viajes comprenden estos eventos de rutina? Con nuestros vecinos cercanos requerimos por las menos dos visitas por año. En cinco años son diez visitas. Las cumbres presidenciales son otra de estas actividades que requieren presencia presidencial. Las reuniones presidenciales del Sistema de Integración Centroamericana. Los eventos en Davos, Suiza. Las visitas a presidentes de países amigos. La necesidad de visitar a los países de mayor peso económico en el mundo para promover la inversión a Panamá. Los foros Internacionales sobre temas puntuales. Las visitas a las instituciones financieras internacionales. Como verán nuestros mandatarios están obligados a cumplir con compromisos internacionales si requieren tener alguna visibilidad en el concierto de naciones. Mientras más se escuche el nombre de Panamá en el mundo mayor oportunidad tenemos de generar interés por el país. Si la idea es cerrar nuestras fronteras, impedir la llegada de turistas, no mercadear a Panamá como lugar de inversión y que nadie descubra nuestros encantos y nuestras bondades entonces prohibamos los viajes presidenciales. Esto no solo producirá contracción económica sino contracción económica. Siento que en muchas ocasiones hasta los medios de comunicación no entienden la economía global y los procesos de integración que vive el mundo. Así como también la necesidad de representación se le exige a los mandatarios en el concierto de naciones. Personalmente por razón de mi profesión me veo constantemente en la necesidad de viajar. No es por placer sino por la sencilla razón que mis actividades profesionales están integradas al mundo.