Desde la República Checa hasta Suiza y España, las altas temperaturas pusieron a prueba las defensas del continente europeo en el mes de junio. Se cerraron escuelas. Se evacuaron aldeas. Los soldados combatieron incendios forestales. Y los trabajadores sociales acudieron a las casas de personas mayores para evitar muertes masivas.
No solo se rompieron los récords mensuales. El 28 de junio, una ciudad del sur de Francia se asemejó al valle de la Muerte, en California en agosto: de acuerdo con la agencia meteorológica nacional francesa, la temperatura en Gallargues-le-Montueux fue de 45,9 grados Celsius, la más alta jamás registrada en el país.
Es parte de una tendencia inconfundible: los veranos más calurosos de Europa en quinientos años han ocurrido en los últimos diecisiete años. Varias de esas olas de calor tienen las características distintivas del cambio climático provocado por el ser humano. Según algunos científicos, en los próximos años es probable que muchas más olas de calor abatirán la que naturalmente es una de las zonas más templadas del mundo.
“Es muy evidente que debemos abordar la situación como una emergencia”, dijo Kai Kornhuber, científica especialista en clima que realiza una investigación posdoctoral en el Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia en Nueva York.
Tampoco es de sorprender. Conforme las crecientes emisiones de gases de efecto invernadero calientan el planeta (las temperaturas mundiales promedio han aumentado casi un grado Celsius desde el inicio de la era industrial) se romperán más y más récords de calor en todo el mundo.
“Es prematuro atribuirle la ola de calor al cambio climático, pero esta situación se ajusta a las hipótesis climáticas que predicen olas de calor más frecuentes, prolongadas e intensas conforme las concentraciones de gases de efecto invernadero lleven a un aumento de las temperaturas en todo el mundo”, señaló la Organización Meteorológica Mundial el 1 de julio mediante un comunicado.
En todo el mundo, el 2019 será uno de los años más calientes jamás registrados, y Europa está a la cabeza. Su riqueza y su red de seguridad social han evitado que quede devastada. Los hospitales funcionan. Los paramédicos responden. Los campesinos tienen seguros para sus cultivos.
El número de olas de calor en Francia se ha duplicado en los últimos 34 años y se anticipa que se duplique de nuevo para 2050; también se espera que aumente su intensidad, de acuerdo con Météo-France, el servicio meteorológico nacional.
“Es una guerra, una batalla en dos frentes, el de las causas y el de los efectos. Tenemos mucho que hacer”, dijo el 1 de julio en televisión François de Rugy, ministro francés de Medioambiente. “Desafortunadamente debemos entender que corremos el riesgo de que estas situaciones excepcionales se vuelvan más frecuentes”.
En la región de Gard al sur de Francia, sesenta incendios el viernes quemaron 607 hectáreas. En París, el Departamento de Bomberos respondió a un 20 por ciento más de llamadas de emergencia de lo usual. Se cerraron miles de escuelas.
De manera crítica, también se superaron varios récords de temperaturas nocturnas. Una serie de noches extremadamente calientes pueden ser letales, pues le quitan al cuerpo el periodo de recuperación que normalmente llega después del anochecer.
“Esto era predecible”, dijo Cécile Duflot, exsecretaria del partido Los Verdes de Francia, y que ahora dirige Oxfam France. “Francia no está haciendo lo suficiente para limitar los gases de efecto invernadero. Y Francia no está preparada en absoluto para estas olas de calor. El país prácticamente dejó de funcionar”.
En Alemania se impusieron límites de velocidad en partes de la autobahn (la red de autopistas sin peaje coordinado a nivel nacional) porque el calor extremo puede provocar que las carreteras se doblen. Más de cien corredores se desmayaron durante un medio maratón en Hamburgo el 30 de junio.
En España, los incendios forestales han destruido casi 10.000 hectáreas a lo largo de los últimos días en cuatro regiones, por lo que se han tenido que evacuar algunas aldeas y cerrar algunas carreteras. En Cataluña, la región más afectada, se cree que un incendio comenzó en una granja avícola; los investigadores están analizando si fue provocado por una combustión espontánea de estiércol.
La semana pasada, el Ministerio de Salud de Italia puso a más de una decena de ciudades, entre ellas Milán, Roma, Turín, Venecia, Bolonia y Nápoles, en alerta roja conforme las temperaturas superaron los 37 grados Celsius. Florencia aún estaba en alerta roja el 1 de julio.
El Departamento de Protección Civil de Roma entregó botellas de agua a los turistas en los lugares históricos más visitados.
Los sucesos de clima extremo siempre han ocurrido, y las olas de calor sucedían incluso sin el calentamiento global. Sin embargo, un campo creciente de investigación llamado ciencia de atribución permite a los expertos evaluar cuánto interviene el calentamiento global en aumentar las probabilidades de que ocurra cualquier suceso climático específico. Estos estudios generalmente utilizan modelos digitales que comparan el mundo actual con uno en el que jamás hubieran ocurrido las emisiones de gases de efecto invernadero.
Un análisis rápido de la ola de calor en Francia descubrió que el cambio climático la había hecho por lo menos cinco veces más probable y 4 grados Celsius más caliente de lo que una ola de calor hubiera sido de otra manera.
“Cada ola de calor que ocurre en Europa actualmente es más probable y más intensa debido al cambio climático provocado por el ser humano. Qué tanto más depende en gran medida de la definición del evento: ubicación, temporada, intensidad y duración”, mencionó World Weather Attribution en un comunicado.
Los investigadores mencionan cada vez más los cambios en la corriente polar en chorro, el río de gran velocidad y las corrientes de aire de gran altitud en la parte superior del planeta, como factor adicional.
El recorrido de la corriente polar en chorro afecta el clima en todo el hemisferio norte. Si estos meandros, u ondas, son extremos, el aire frío del Ártico puede dirigirse al sur o el aire más caliente de la parte media del planeta puede trasladarse al norte.
Algunos científicos han vinculado los cambios extremos de la corriente en chorro al calentamiento global, y han propuesto la teoría de que el derretimiento del hielo Ártico y el diferencial reducido de temperatura entre el Ártico y las latitudes más bajas le han quitado a la corriente en chorro parte de su fuerza, lo cual ha provocado que varíe más.
De acuerdo con modelos climáticos, las temperaturas más altas van de la mano con lo que Michael E. Mann, un científico del clima en la Universidad Estatal de Pensilvania, llama una “corriente en chorro lentificada y sinuosa que favorece los regímenes de clima extremo estancados como los que estamos observando en este momento”. La corriente en chorro es particularmente sinuosa, continuó, cuando el Ártico está caliente.
El Ártico ha estado calentándose más a lo largo de los últimos cinco años que en cualquier otra época desde que comenzaron a llevarse registros en 1900.