Producto de los recientes asaltos a mano armada vuelve al tapete el tema de la inseguridad ciudadana.
También entró en la discusión pública el alto número de comisionados y subcomisionados, la irregularidad en el reintegro, nombramiento y jubilación de oficiales que no tienen ni el derecho ni el tiempo, el tema de los retenes y la propuesta de una nueva escuela Tomas Herrera.
En la reciente toma de posesión del Director de la Policía Jorge Miranda Molina me llamó la atención el claro interés de abordar el tema de la inseguridad ciudadana, el bienestar físico y emocional de los integrantes de la Policía Nacional y el respeto al escalafón policial. Temas muy puntuales merecen atención. La Policía Nacional es una institución importante para garantizar la vida honra y bienes de los habitantes de la República de Panamá. La mayoría de los delitos en Panamá relacionados con la propiedad privada (dineros, joyas, residencias, negocios) se concentran en zonas urbanas y especialmente en los suburbios. La gente vive con el eterno temor por su vida y pertenencias tanto en sus residencias como en sus recorridos por la barriada o el transporte público. Los comercios en los suburbios se protegen y en mayor grado se convierten en víctimas de asaltos.
El otro componente de la criminalidad está relacionado con la cada vez mayor conformación de bandas delincuenciales. Algunas dedicadas al narcotráfico y otras de carácter territorial dedicadas a un sinnúmero de otras actividades delictivas.
Hay sectores importantes de la ciudad de Panamá donde ni siquiera la Policía Nacional se atreve a tomar control. En otras, la situación es tan precaria que ni siquiera el Estado puede implementar obras de infraestructuras para garantizarles a las comunidades los servicios básicos.
A ese nivel hemos llegado y la pregunta es si esto se resuelve incrementando las medidas represivas del Estado contra esta delincuencia o si existe una situación social y económica promoviendo la conformación de bandas delincuenciales a pesar del ejercicio de medidas represivas. Creo en políticas de seguridad multidimensionales.
Nos limitamos a exigir acción policial y sin embargo el sistema judicial es demasiado flexible al igual que las penas aplicadas. Si las detenciones infraganti o los asaltos y robos quedan impunes porque el sistema es muy lento para procesar delincuentes, la Policía descubre que su accionar no produce resultados.
Entonces caemos en un círculo vicioso. La situación económica y social promueve la delincuencia y el Estado carece de herramientas efectivas para evitar o reprimir la delincuencia.
Este es un país donde una pena privativa de la libertad hasta por cuatro años puede ser sustituida por días multa. Eso en mi concepto no es una pena. El delincuente paga y se va. El proceso judicial tiene un costo económico superior al costo de la pena. Y encima el delincuente se ríe. Si son faltas administrativas pasa algo parecido. Hay que eliminar los días multa. Imponer trabajo comunitario de seis días a la semana y un día de descanso con un salario básico mínimo. O trabajo comunitario los fines de semana sin remuneración. Dar opciones a los privados de libertad de laborar en trabajos de limpieza municipal como playas, corte de yerba, jardinería, aseo. Crear colonias agrícolas para producir alimentos. El trabajo remunerado, aunque sea mínimo para los privados de libertad ayuda a entender el concepto de que la vida se gana trabajando.
Yo estoy de acuerdo con crear Escuelas con carácter disciplinario llámese militar o policial. El nombre es irrelevante. La idea es crear carácter, disciplina, formación en los miles de panameños subsumidos en la delincuencia juvenil. Lo que no reciben en la casa por familias fracturadas, comunidades desorganizadas deberá ser resuelto por alguna entidad donde se le provea esos valores y esa relación.
Aquí en Panamá siempre fue la práctica independientemente del nivel social de enviar a los hijos rebeldes o de mal comportamiento a escuelas militares. No tanto para ejercer esta profesión sino para adquirir el carácter necesario para controlar sus emociones, la disciplina y un liderazgo que le sirva a la comunidad y a la Patria. La realidad en los suburbios urbanos requiere atención y la Policía Nacional no lo puede hacer sólo si el resto de las instituciones del Estado no lo visualizan como un problema socio económico.