Tal vez fue porque cuando te preguntaron en el restaurante si querías “¿agua con o sin gas?” elegiste con gas. También pudo ser que tenías mucha hambre y comiste un poquito de más. O, quizá fue tu ex, quien resulta que estaba cenando en el mismo restaurante, se acercó a tu mesa y se quedó un poco más del tiempo que hubieras querido hablando de cosas incómodas. Todas estas cosas, hip, te pudieron causar espasmos, hip, en el diafragma, hip.
Cualquiera que haya respirado conoce el hipo, al cual se le denomina singultus en la literatura médica (del latín que quiere decir “sollozo”). De hecho, el hipo te puede dar desde que estás en el útero. La mayoría de las personas tiene más hipo durante la infancia, con ataques que se vuelven menos frecuentes con el tiempo, pero, incluso en la edad adulta, el hipo sigue siendo común (y molesto). Así como todos tenemos nuestra forma particular de estornudar, todos tenemos una manera única de hipar, desde cuatro hasta sesenta hipos por minuto.
La mayoría de los ataques de hipo son benignos y duran tan solo unos minutos o unas horas. Sin embargo, a veces el hipo es el indicador de un problema de salud más grave, en particular cuando se repite o no se va durante días, semanas o años. Más allá de la vergüenza, las contracciones musculares pueden ser agotadoras para el cuerpo. Pueden interrumpir el sueño y dificultar las comidas. (En Estados Unidos, casi cuatro mil personas son hospitalizadas cada año por complicaciones de hipo).
El paciente con el caso de ataque de hipo más largo que se haya registrado, de acuerdo con el récord mundial de Guinness, fue Charles Osborne de Anthon, Iowa, quien tuvo hipo durante 68 años consecutivos. Según Osborne, los ataques de hipo comenzaron mientras intentaba pesar un cerdo antes de matarlo.
Los doctores aseguran que hay tantas causas para los ataques de hipo como remedios descabellados, entre ellos estirarte la lengua, pararte de cabeza y tragar azúcar granulada. Algunos en verdad funcionan. Lo más probable es que los otros solo sirvan de entretenimiento para los amigos y la familia que observan mientras intentas curarte.
Todo el mundo tiene hipo, pero todavía no se sabe bien por qué. “Las cosas que no son tan peligrosas no se estudian tanto”, dijo John Cullen, médico familiar que reside en Alaska y que también es el presidente de la Academia Estadounidense de Médicos de Familia. Cullen trata a una buena cantidad de pacientes con ataques persistentes de hipo, entre ellos fetos que tienen hipo durante ultrasonidos realizados apenas en las semanas diecisiete o dieciocho. “Los padres se preocupan cuando sus bebés tienen mucho hipo, tanto antes como después de haber nacido”, comentó. “Pero les digo que probablemente sea algo bueno, porque creemos que podría servir para desarrollar sus pulmones”.
Los científicos sí saben que cuando tienes hipo, hay una contracción repentina e involuntaria del diafragma, así como de los músculos que se encuentran entre las costillas. Esto provoca una aspiración rápida de aire, la cual produce un cierre veloz y ruidoso de la glotis. El diafragma es una lámina de músculo parecida a un domo que separa la cavidad pectoral de la cavidad abdominal, mientras que la glotis es una abertura que se encuentra en la laringe, entre las cuerdas vocales, y que se cierra de golpe cuando comemos para evitar que la comida entre a los pulmones.
Los expertos coinciden en que hay un arco reflejo, o circuito, del hipo, que incluye los nervios vago y frénico. Juntos, estos nervios se extienden desde el tallo cerebral hasta el abdomen, con ramificaciones que llegan al diafragma y a muchos órganos internos, como el estómago, los intestinos, el bazo, el hígado, los pulmones y los riñones. “Si tienes una irritación en cualquier lugar de ese circuito, puedes tener hipo”, afirmó Mark Fox, profesor de Gastroenterología de la Universidad de Zúrich y autor de una extensa revisión bibliográfica sobre el hipo.
Fox señaló que una de las causas más comunes de los ataques de hipo es un estómago distendido, justo debajo del diafragma. Si el estómago se llena demasiado, ya sea con comida o burbujas de gases, puede estimular los nervios vago y frénico, y provocar hipo.
Aunque, en realidad, cualquier cosa que le caiga mal o irrite tus tractos digestivo o respiratorio puede provocar hipo. Por ejemplo, comer comidas muy picantes o condimentadas, o tal vez comer demasiado rápido y tragar aire al mismo tiempo. Te puede dar hipo si bebes alcohol, fumas cigarros, vapeas o consumes drogas recreativas u opiáceos con receta. Reír muy fuerte, hablar con mucha emoción y rasurar o hasta acariciar tu cuello también pueden causar espasmos en tu diafragma. Asimismo, el hipo puede suceder si tienes estrés y ansiedad, por la falta de sueño, alguna deficiencia de minerales, en caso de desequilibrios de electrolitos o por una mala postura.
Algunas causas menos frecuentes son la neumonía y los tumores en el cerebro, el estómago, los pulmones o el diafragma. La gente con trastornos neurológicos, como la enfermedad de Parkinson y la esclerosis múltiple, podría tener episodios más frecuentes de hipo. Es el mismo caso con la gente que padece diabetes o insuficiencia renal. Puede que el hipo sea provocado por las mismas enfermedades, o que sea un efecto secundario de los fármacos que se utilizan para tratar estos padecimientos.
Cuando el objetivo es tratar ataques de hipo persistentes o problemáticos, Scott Gabbard, un gastroenterólogo de la Clínica Cleveland, mencionó que es mejor ocuparse de la causa subyacente, si se puede identificar. Los ejemplos podrían ser beber agua sin gas en vez de gasificada, evitar alimentos condimentados, espaciar las comidas de modo que haya varias comidas pequeñas a lo largo del día o respirar de una manera controlada cuando te sientas abrumado. También puede ser útil tomar medicinas para controlar el reflujo gastrointestinal si el problema es de acidez.
Sin embargo, según Gabbard, la causa del hipo aún no es clara en casos de muchos pacientes: “Hay una irritación en algún lugar, pero no sabemos dónde o por qué”. En esas situaciones es que la gente prueba con terapias que la literatura científica o las anécdotas sugieren que podrían funcionar. La mayoría conoce la sugerencia de aguantar la respiración, al exhalar o respirar con una bolsa de papel; este remedio se basa en la idea de que el aumento de la cantidad de dióxido de carbono en la sangre detendrá el hipo.
Otros remedios en esencia buscan estimular tus nervios vago o frénico para romper el ciclo del hipo. Entre estos se encuentran que alguien te asuste o tragar pan seco, hielo picado o mantequilla de maní. También puedes jalarte la lengua, chupar una rodaja de limón, provocarte una arcada o presionarte los ojos. Un estudio que ganó el Premio Ig Nobel reportó el cese de ataques de hipo después de un masaje rectal con los dedos y otro estudio de caso sugiere que un orgasmo podría funcionar.
Para los casos más extremos, se pueden recetar sedantes, relajantes musculares o medicamentos anticonvulsivos. A algunos pacientes les inyectan agentes que les adormecen los nervios vago o frénico, o les implantan un dispositivo de neuromodulación que estimula el nervio vago. No obstante, esas terapias invasivas son el último recurso y los efectos secundarios adversos a veces pueden ser peores que el hipo.
Kate Murphy es periodista con sede en Houston y es colaboradora frecuente de The New York Times.