El gobierno se dice dispuesto a un “diálogo sincero” con la población, pero a condición de que se restablezca el orden.
La movilización prodemocracia consiguió el domingo en Hong Kong celebrar una masiva y sobre todo pacífica manifestación, pero el riesgo de violencia persiste ante la negativa del ejecutivo hongkonés a hacer concesiones.
Los organizadores afirman que esta marcha –una marea de cientos de miles de personas que recorrió sin incidentes el corazón de la excolonia británica– demuestra que la inédita movilización, que se inició en junio, no se le ha ido de las manos.
Las anteriores semanas, la mayoría de las manifestaciones acabaron en batallas campales entre militantes radicales y fuerzas de seguridad, que usaron masivamente los gases lacrimógenos.
Esta violencia daba también argumentos a Pekín para intervenir en la ahora turbulenta región semiautónoma, un próspero centro financiero internacional y excolonia británica devuelta a China en 1997.
Pese a la demostración pacífica del fin de semana, es probable que la movilización haga coexistir a “manifestaciones pacíficas con violencia de sectores radicales”, opina Willy Lam, politólogo en la Universidad china de Hong Kong.
– La peor crisis desde 1997 –
Si el gobierno de Hong Kong no cede, pacifistas y radicales “seguirán” actuando, agrega.
Esta crisis política, la más grave desde 1997, se originó en junio por el rechazo a un proyecto de ley del ejecutivo local pro-Pekín que permitía las extradiciones hacia China.
El movimiento amplió sus reivindicaciones, denunciando que se pierden libertades y crece la influencia de Pekín en el territorio de siete millones de habitantes, que conserva un estatus especial de cierta autonomía y derechos inexistentes en China.
Los manifestantes tienen algunas demandas fundamentales: además del abandono del proyecto de extradiciones, la dimisión de la jefa del ejecutivo Carrie Lam o una investigación sobre el uso de la fuerza policial.
El gobierno se dice dispuesto a un “diálogo sincero” con la población, pero a condición de que se restablezca el orden.
Según los manifestantes, esta inflexibilidad justifica que la movilización, inicialmente pacífica, derivara en enfrentamientos o en una sentada en el aeropuerto de Hong Kong, que degeneró, impidiendo a pasajeros embarcar y provocando la anulación de cientos de vuelos.
La imagen de la movilización quedó además empañada por la agresión en el aeropuerto de dos hombres, sospechosos de ser espías favorables a China.
– Revolución sin sangre –
“Hemos empezado a manifestar de forma muy pacífica, pero el gobierno no responde a nuestras demandas”, acusó el lunes un manifestante enmascarado, que se hizo llamar Brian, durante una rueda de prensa.
La policía, por su lado, acusa a los radicales de sumir a la ciudad, uno de los grandes centros económicos del planeta, en el caos.
“Si los manifestantes son violentos, la policía usará la fuerza” declaró el lunes John Tse, un alto responsable de la policía.
Como amenaza latente planea la posibilidad de una intervención china, alimentada por acusaciones de terrorismo formuladas por Pekín o por imágenes de fuerzas chinas estacionadas en Shenzhen, ciudad fronteriza de Hong Kong.
Para algunos manifestantes, es difícil hallar un equilibrio entre movilizaciones no violentas y acciones más duras y eficaces.
“Las revoluciones en las que no corre la sangre son muy raras”, asegura por su lado Adrian, un manifestante de 24 años.
“Pero no todo el mundo está dispuesto al enfrentamiento. El precio será muy elevado para los manifestantes, por ello los que están a favor de la violencia deben reflexionar sobre ello”, matizó.
El movimiento prodemocracia no está probablemente unido sobre lo que hay que hacer ahora, sobre todo porque carece de líderes identificados. Sin embargo, parece haber salido reforzado tras la movilización de este domingo pasado.
“Ahora está en muy buena posición”, opina Suzanne Pepper, de la Universidad china de Hong Kong.
“Los militantes prodemocracia nunca lograron movilizar tanto contra las crecientes injerencias” de China, añade Pepper.