VORÓNEZH, Rusia — Los rusos que hacen break dance hoy en día no saben de las facilidades que gozan en comparación con Sergei Chernyshev, de 39 años, estaba recordando hace poco sus inicios como un joven b-boy (que practica la danza inspirada en la cultura urbana del hip-hop) en Vorónezh
. Eran mediados de los años noventa, antes de que el internet hiciera más pequeño al mundo y cuando aquella ciudad rusa aún parecía estar a un universo de distancia de los epicentros del hip-hop. Lo único que podía hacer Chernyshev era ver las cintas VHS que llegaban del otro lado del mundo.
“Alguien conseguía la cinta del extranjero y hacíamos copias”, dijo Chernyshev. “Tomábamos algo de un video y otro, y así aprendimos a bailar”.
Las cosas han cambiado mucho, algo que Chernyshev deja claro cuando señala al otro lado de la habitación, donde está su hijo de 18 años, también llamado Sergei y quien baila break dance con el seudónimo Bumblebee.
El año pasado, Bumblebee ganó la medalla de oro en la categoría varonil de los Juegos Olímpicos de la Juventud, en la primera ocasión que el break dance se incluyó como evento. Eso cimentó su posición como uno de los bailarines jóvenes b-boys más prometedores del mundo. Así que a principios de este año, cuando se anunció que el break dance será parte del programa de las Olimpiadas de Verano de 2024 en París —una decisión que predeciblemente causó desdén y confusión entre algunas personas—, Bumblebee estableció su nueva meta en la vida.
En muchos aspectos, la historia de los Chernyshev, el padre y el hijo provenientes de Vorónezh —un antiguo centro de manufactura con cerca de un millón de habitantes ubicado unos 480 kilómetros al sur de Moscú—, es la historia del break dance en las últimas tres décadas. Es la historia de un trayecto insólito desde las calles de Nueva York hasta todos los rincones del mundo y de una sorprendente inclusión, con votación final pendiente para diciembre, en los Juegos Olímpicos.
Bumblebee representa un nuevo tipo de aspirante a atleta olímpico; es alguien que domina un deporte no tradicional y especializado como los que el Comité Olímpico Internacional ha estado promoviendo desde hace poco: el surf, el monopatinaje o skateboarding, la escalada y el
kiteboarding
(navegación en tablacometa). Muchos de estos eventos pronto serán parte de las Olimpiadas también, un reflejo de los intereses y las ambiciones de una generación más joven, así como de un movimiento olímpico ansioso por atraer su atención.
Bumblebee ha pasado la mitad de su vida practicando el breake dance, con un estilo y habilidades pulidas por medio de videos en redes sociales o en plataformas de emisión y sintiéndose parte de la cultura del hip-hop y también de los esfuerzos para preservarla. Aunque a algunos les parezca que podría perder su encanto si pasa de subcultura a algo tan establecido como un deporte olímpico, Chernyshev opina que debe tener cabida en las Olimpiadas.
“Quiero lograrlo y quiero ganar”, dijo.
Michael Holman, de 64 años y fundador del grupo New York City Breakers, siempre había considerado los Juegos Olímpicos como una suerte de tierra prometida para el breake dance. Un libro que publicó en 1984 sobre su grupo incluía una proclamación, firmada por todos los miembros, que decía: “Creemos que el break dance es un futuro deporte olímpico y que nosotros somos pioneros en hacer este sueño realidad”.
Fue un sentimiento que a algunos les pareció absurdo, pero que tenía todo el sentido del mundo para los NYC Breakers.
“La competencia es la base de toda la cultura del hip-hop”, dijo Holman en una entrevista reciente. “Los DJ compiten: ¿quién tiene el sistema de sonido con el mejor volumen? Los maestros de ceremonias y los raperos competían: ¿quién tenía el mejor ritmo, quién era el más veloz, el más ingenioso, el más poético? Los artistas del grafiti también compiten: ¿quién creó el mejor diseño en uno de los lados de un tren?”.
“Y, desde luego, los break dancers competían: ¿quién tenía los mejores movimientos?”.
En la década de los noventa, Sergei Chernyshev padre organizó batallas en Vorónezh, en clubes de baile y en una escuela de karate que tenía un salón libre. En 2009, abrió una escuela llamada Infinity Dance Studio. Su hijo, entonces de 9 años, fue uno de sus primeros estudiantes.
Una mañana reciente, una decena de niños pequeños que llevaban camisetas holgadas y pantalones deportivos se dispersaron en una habitación del estudio, con muros de espejo. Se lanzaban al suelo y giraban sobre su cabeza. Bumblebee se acercaba a ellos y les daba consejos.
En determinado momento, Konstantine Dusnii, de 24 años, un maestro que había estado guiando a los niños a través de diferentes maniobras, detuvo la música.
“¿Quién quiere armar una competencia?”, preguntó.
Todos los niños fueron hacia él con las manos levantadas.
Cuando la clase terminó, Bumblebee y Dusnii apagaron las luces, subieron el volumen del estéreo a todo lo que da y practicaron sus propios movimientos.
“La gente cree que los rusos no pueden hacer buena música, pero ese es solo un estereotipo”, dijo Bumblebee; puso una pista del rapero ruso Big Baby Tape.
Bumblebee estaba cuidando una mano adolorida, pero su atletismo y su estilo de contoneo eran evidentes. De muchas maneras, parecía un adolescente cualquiera, uno que puede caminar, hablar y lanzar una serie de mensajes de texto desde su celular al mismo tiempo. Sin embargo, también sonaba como un profesional curtido.
“No entiendo a los padres”, dijo en cierto momento, refiriéndose a que pocos estudiantes se habían presentado a clase en el fin de semana feriado. “Cuando tenía la edad de estos niños, estaba aquí todos los días, durante seis horas, solo, todo el verano”.
Sigue bailando durante horas todos los días. No obstante, ahora complementa esas sesiones con las de ejercicio en el gimnasio y de nado en una piscina. Se va a dormir temprano, despierta temprano y evita comer dulces. En aspectos importantes, es un estilo de vida disciplinado tan exigente como el de cualquier otro joven atleta o aspirante a jugador olímpico.
Aun así, Bumblebee dijo en repetidas ocasiones que el break dance no es un deporte, sino un arte. Claro, dijo, requiere de fuerza física y coordinación, pero también exige mucho más que eso.
“Se trata del sentimiento y sin ese sentimiento, sin ese sentido del arte, no puedes hacer nada”, dijo. “Y no entiendes ese sentimiento si no eres parte de la cultura, si solo estás haciendo los movimientos”.
En parte por eso los break dancers como Bumblebee estaban inciertos sobre cómo sería la competencia en las olimpiadas juveniles. Sin embargo, muchos de ellos lo calificaron como un éxito rotundo, pues la organización a la que el Comité Olímpico pidió idear el sistema, la World Dance Sport Federation, se acercó desde el inicio a figuras establecidas del break dancing.
“Siempre nos escucharon, cualquier comentario que tuviéramos”, dijo Niels Robitzky, reconocido b-boy alemán de 50 años, que usa el apodo Storm y ayudó a desarrollar el sistema de puntaje de batallas uno contra uno.
En el apartamento de la familia Chernyshev, donde la medalla de oro de Bumblebee está sobre un estante de la sala, estaba Oksana, de 38 años. Dijo que esperaba que su hijo siguiera trabajando para tener la oportunidad de representar a Rusia en los Juegos Olímpicos de París 2024.
“Desde que tenía 1 año, veía entrenar a su padre, así que siempre estuvo cerca del deporte, siempre rodeado de él”, dijo Oksana.
Esa tarde, Bumblebee sacó una vieja cinta de video de su padre bailando con amigos. Señaló, impresionado, mientras Sergei padre —más joven y con más cabello— hacía una parada de manos con un solo brazo. Su padre se rio y suspiró mientras se veía a sí mismo haciendo el baile del robot con la canción “I Believe in Miracles” de las Jackson Sisters de fondo.
“Pasé mucho tiempo haciendo eso en aquel entonces”, dijo Sergei padre, con los ojos fijos en el video. “Es genial que sirvió de algo”.
Daria Konovkina colaboró con el reportaje.
Andrew Keh es un corresponsal internacional para deportes que trabaja desde Berlín. Ha hecho reportajes sobre las Grandes Ligas de Béisbol (MLB), la NBA, el Mundial de Futbol y Juegos Olímpicos. @andrewkeh