MENLO PARK, California — Beeban Kidron, la más reciente antagonista de Silicon Valley, estaba sentada en el patio de un hotel boutique cerca de las oficinas centrales de Facebook, camuflada con el uniforme local de jeans y tenis.
Kidron, integrante de la Cámara de los Lores, acababa de llegar de Londres para asistir a una reunión internacional que hace poco organizó esa red social. Y ahora, en un hotel atestado de ejecutivos en tecnología, estaba describiendo su plan para replantear la forma en que sus empresas tratan a los niños.
El problema, de acuerdo con la baronesa Kidron, es que las aplicaciones como YouTube e Instagram emplean incentivos que se nutren de los datos —como contar los me gusta y personalizar en automático videos que se reproducen uno tras otro— a fin de que los jóvenes queden enganchados a sus servicios. Ella afirma que los niños no pueden defenderse ante las tácticas de influencia hipercargadas y, con frecuencia se quedan atrapados en los servicios, incluso si no los hace sentir felices.
“La idea de que está bien orillar a los niños a tener conductas sin propósito, solo porque estás despertando sus reacciones evolutivas… no es un juego justo”, me dijo Kidron sentada en su lugar a algunas mesas de distancia del ejecutivo de políticas de Facebook. “Estamos hablando del pequeño Timmy en su habitación contra Mark Zuckerberg en su valle”.
Su meta es contrarrestar esa dinámica de poder, de tal modo que los derechos de los niños y la protección en el mundo digital se parezcan más a los de la vida real. Y ella no solo está hablando de eso… está logrando que se cambie la ley.
La baronesa Kidron, quien originalmente era plebeya, ayudó a dirigir una campaña en el Reino Unido para replantear la forma en que Facebook, Google y otras empresas de tecnología tratan a quienes son menores de edad en internet. Hace dos años, convenció a sus colegas del parlamento para que impulsaran un conjunto de normas nuevas y radicales destinadas a impedir que los servicios en línea utilizaran los datos personales de los niños para manipular su comportamiento. Estos cambios se están topando con una feroz resistencia de las empresas de tecnología y los grupos comerciales que cabildean para debilitarlos antes de que ingresen a la normativa este año.
Los intentos de Kidron son parte de un impulso de legisladores y reguladores de ambos lados del Atlántico para frenar el inmenso poder, y la utilización abusiva de datos, de las grandes empresas tecnológicas. En medio de ese escrutinio creciente, algunos funcionarios se han concentrado en cómo tratan estas empresas a los niños.
En marzo, los senadores Edward J. Markey, demócrata de Massachusetts, y Josh Hawley, republicano de Misuri, presentaron un proyecto de ley para reforzar la privacidad de los niños en internet. En julio, la Comisión Federal de Comercio dijo que estaba considerando actualizar una norma con respecto a la privacidad de los niños para mantener el paso de los avances en la tecnología. También el mes pasado, Hawley presentó “un proyecto de ley concerniente a la adicción a las redes sociales” que requeriría que los servicios de internet dejaran las técnicas de “empujón”, como los videos de reproducción automática, una iniciativa que —al parecer— está inspirada en las nuevas normas británicas.
“Los padres están preocupados. Los parlamentarios están preocupados”, comentó Elizabeth Denham, comisionada de Información del Reino Unido, y reguladora independiente del gobierno que escribió las nuevas normas concernientes a los niños luego de que Kidron convenciera al Parlamento de respaldar la protección. “Los niños no están bien”.
Pasó mucho tiempo antes de que Silicon Valley se percatara de la amenaza que representa Kidron. Tal vez debido a que ella no encaja con el perfil de la típica adversaria de la industria: no es una activista de la privacidad ni una exejecutiva de tecnología arrepentida.
La baronesa Kidron, de 58 años, afirma que desarrolló su olfato sobre el poder, y sobre cómo la gente lo ejerce, cuando era niña y vivía en Londres. Mientras se recuperaba de una operación para corregir su paladar hendido cuando tenía 10 años, no le permitían correr ni hablar. Para comunicarse, llevaba un lápiz, un cuaderno y una corneta, “como Harpo Marx”, mencionó.
“Algo que sucede al estar callada durante un año es que observas mucho quién participa, quién es excluido, quién es dominante y dónde está el poder”, explicó la baronesa Kidron.
Canalizó ese interés en la dinámica del poder hacia su carrera de cineasta. Alternaba la dirección de largometrajes populares (Bridget Jones: Al borde de la razón) con documentales sobre problemas de justicia social, como la prostitución infantil en India.
En 2012, fue una de dos plebeyas nominadas para participar en la Cámara de los Lores, un nombramiento que llegó con el título aristocrático permanente de baronesa. Ese año, Kidron decidió hacer un documental sobre los niños y el internet: InRealLife.
Pasó meses inmersa en la vida digital de adolescentes y preadolescentes: intercambiaban mensajes con amigos, se enamoraban de extraños, eran acosados, veían pornografía y jugaban videojuegos. En el documental, los chicos describen cómo se sentían al mismo tiempo interesados, enganchados, influidos y repelidos por los servicios en internet.
En 2017, propuso la idea en el parlamento de la protección en internet para menores de edad como una enmienda a un proyecto de ley nacional para la protección de datos. Este proyecto de ley pide la protección para los datos de los niños en general, pero Kidron presionó para que se detallara esa protección.