SEREKUNDA, Gambia — El día en que Malick Jatta confesó haberle disparado a uno de los periodistas más conocidos de Gambia, traía puesto el uniforme de las fuerzas armadas y dijo que la orden de asesinarlo vino directamente del expresidente. El testimonio se transmitió en vivo y decenas de miles de personas lo observaron. “Lo siento”, dijo Jatta, cabizbajo.
Gambia, un país de dos millones de habitantes en la costa occidental de África, está en medio de un proceso muy público con su Comisión de Verdad, Reconciliación y Reparación, establecida para investigar atrocidades cometidas durante el régimen de veintidós años de Yahya Jammeh, un líder que generó una cultura de terror y desinformación tan arraigadas que muchos en el país aún temen referirse a él sin llamarlo Caballero.
Dos años después de que Jammeh perdió una elección y se dio a la fuga, los investigadores están realizando el proceso de lo que algunos expertos califican como la comisión de la verdad más accesible de la historia. Los funcionarios han estado entrevistando metódicamente a asesinos y víctimas para obtener testimonios sobre las muertes y las desapariciones de cientos de personas. Para esta iniciativa resulta esencial un canal en vivo que transmite los testimonios directamente hasta los teléfonos móviles y las casas de todo el país mediante YouTube, Facebook, la televisión y la radio.
Gambia, un país abrumadoramente joven y que se está urbanizando velozmente, ahora tiene una de las tasas de uso de celulares más altas de África. Por ello las audiencias están siendo vistas más allá de la capital, Banjul; se extienden hasta el campo y el extranjero, entre la diáspora. Muchos se han sentido devastados por los testimonios; otros dudan de su veracidad.
[Lee el testimonio de una de
las víctimas de Jammeh
, una reina de belleza que dice que la violó]
Sin embargo, a pesar de toda la emoción por estas transmisiones, algunos gambianos están cuestionando si tan solo escuchar la verdad será suficiente para hacer justicia. No está claro si la comisión dará como resultado juicios o sentencias de prisión para los perpetradores. Los asesinos confesos están siendo liberados después de testificar. Jammeh está exiliado y nadie sabe si lo procesarán.
A Baba Hydara, hijo del periodista asesinado Deyda Hydara, las confesiones no le han proporcionado un alivio real.
“Dicen que ayuda para tener un cierre emocional”, mencionó. “Es mentira”. Señaló que lo que quiere es ver a los asesinos de su padre ante un juez.
Las audiencias de la reconciliación y la verdad comenzaron en enero y se espera que duren dos años. Los testimonios se están dando en inglés y lenguas locales, entre ellas el mandinga y el wólof; también participa un intérprete de lenguaje de señas.
Algunos de los recuentos más punzantes sucedieron este verano. Malick Jatta y otros miembros del escuadrón asesino del expresidente, llamados Junglers, relataron el asesinato de Hydara, un editor influyente al que el régimen se refería con el código Magic Pen (pluma mágica).
Los Junglers han confesado el asesinato de 56 migrantes de África occidental a los que el gobierno acusaba de ser mercenarios. Además, admitieron haber participado en los asesinatos cruentos de dos ciudadanos estadounidenses, Alhagie Ceesay y Ebou Jobe; los integrantes del escuadrón afirmaron que se les dijo que los extranjeros estaban planeando un golpe de Estado.
Ceesay, sobrevivido por dos hijos, era un empleado de Chevron que vivía en Houston; Jobe, padre de tres, era gerente de operaciones de Walmart. La familia de Ceesay ha dicho que habían viajado a Gambia, su país de origen, para comenzar un negocio.
Frente a las cámaras de la transmisión, Omar Jallow, miembro del escuadrón asesino, testificó que Jammeh había ordenado que asesinaran y “partieran en pedazos” a los gambianos-estadounidenses.
Jallow describió cómo su equipo “tomó bolsas de plástico y las pusieron sobre su cabeza, y los estrangularon”. Luego, dijo Jallow, los hombres fueron decapitados por el equipo.
“Los tomamos, los pusimos dentro de una fosa y los sepultamos”, dijo Jallow en la transmisión en vivo de su audiencia.
Un representante de Jammeh colgó el teléfono cuando fue contactado por este periódico para que hiciera algún comentario para este artículo.
Jammeh, el segundo presidente de Gambia desde que el país obtuvo su independencia del Reino Unido, llegó al poder en 1994 con un golpe de Estado y después ganó cuatro elecciones presidenciales. Sus simpatizantes lo alabaron por haber iniciado proyectos de carreteras, servicios eléctricos y educación en zonas que los necesitaban.
También encarceló a disidentes y dijo que los periodistas eran “hijos ilegítimos de África”. Sometió a los pacientes de sida a una “cura” hechiza que consistía en frotar hierbas sobre su cuerpo y darles un plátano. Jammeh envió a sus soldados a cazar personas, a las que acusaba de brujería. Violó a Fatou Jallow, ex reina de belleza, de acuerdo con el testimoniode la mujer, y obligó a otras gambianas a tener sexo con él al darles efectivo, regalos y privilegios, según exfuncionarios.
Con el tiempo, las afirmaciones de Jammeh se volvieron tan disparatadas que con ellas la verdad simplemente parecía dejar de existir.
Los gambianos votaron para sacar del poder a Jammeh en 2016. Después de rehusarse a aceptar los resultados durante semanas, él finalmente escapó. Hace poco reapareció en Instagram, en un video donde sale bailando con una estrella congolesa del pop y con el presidente de Guinea Ecuatorial.
Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, presidente de ese país, le ha dado refugio a Jammeh. La extradición sería difícil.
Desde que se fue, los gambianos han tratado de organizar su país. Parte de ese proceso ha sido la comisión de la verdad, un organismo de once miembros que tiene la misión de examinar lo sucedido durante el régimen. No es un proceso penal, sino una investigación. Al final, la comisión hará recomendaciones respecto de quién tuvo más responsabilidad por las atrocidades cometidas y el fiscal general decidirá a quién enjuiciará. Sin embargo, la principal controversia en torno al proceso es que algunos perpetradores saldrán libres a cambio de su testimonio.
El objetivo de las audiencias, dijo Abubacarr Tambadou, el fiscal general, es negociar “una sensación de escepticismo en el país” sobre los hechos ocurridos en las últimas dos décadas. La realidad, continuó, es que para aclarar los hechos —y llegar a los culpables— tendrán que ofrecerles la amnistía a algunos participantes menores.
Los gobiernos de todo el mundo han usado las comisiones de la verdad para investigar historias dolorosas durante décadas. Sin embargo, las primeras indagaciones, como la de Argentina en 1983, a menudo ocurrían tras puerta cerrada y se publicaba un informe público más tarde.
La tecnología y la presión política lograron obligar hasta hace poco a los funcionarios a abrir estas comisiones. En Sudáfrica, en 1996, después de que terminó el apartheid, se permitieron las cámaras de video en sus audiencias. La radio también ha desempeñado un papel importante. Después llegó el internet.
En años recientes, otros países han comenzado a experimentar con transmisiones en vivo, entre ellos Túnez y Colombia, con distintos niveles de éxito. Parte de lo que parece haber vuelto tan popular las transmisiones de Gambia, dijo Eduardo González, experto en justicia transicional, es la inclusión de los responsables. No todas las comisiones lo hacen.
En Gambia, los años de silencio y hermetismo dejaron a la gente sedienta de información. Ahora los taxistas, comerciantes y abogados se reúnen en torno a los televisores, pegados a la pantalla para escuchar los testimonios. Los vendedores en los puestos de los mercados escuchan por la radio, con auriculares. Incluso los simpatizantes de Jammeh dijeron que estaban enganchados.
“Mi familia es muy partidaria de Jammeh”, dijo Ansumana S. O. Nyassi, reportero de 29 años. Dijo que cuando comenzó el trabajo de la comisión, su padre aseguró que todo era una “cacería de brujas” para hacer quedar mal a Jammeh.
Luego, dijo Nyassi, su padre vio las audiencias. Ya no apoya al exlíder.
Poco después de que los Junglers testificaron en julio, el Estado los liberó de custodia. Tambadou, el fiscal general, dijo que no era razonable que él exigiera su retención sin cargos. Esto enfureció a muchos.
“Deben estar en prisión”, dijo Ya Mamie Ceesay, de 67 años, cuyo hijo fue uno de los gambianos-estadounidenses desaparecidos. “No puedes matar a una persona, quitarle la vida a alguien, y después salir libre”.
Julie Turkewitz es corresponsal de temas nacionales en Estados Unidos, con sede en Denver. Se unió a The New York Times en 2014 y desde entonces ha conducido más de 320.000 kilómetros por ese país para hacer reportajes sobre diversos temas y cubrir las consecuencias de desastres como huracanes e incendios forestales. @julieturkewitz
Jaime Yaya Barry colaboró con el reportaje desde Gambia