Las llamas desprenden una vasta nube de humo tóxico y los habitantes desamparados quieren huir pero no saben adónde.
Miles de bomberos luchaban este sábado sin descanso contra las llamas en las islas indonesias de Sumatra y Borneo, cuyos habitantes están atrapados desde hace días a merced del fuego.
Las llamas desprenden una vasta nube de humo tóxico y los habitantes desamparados quieren huir pero no saben adónde. Los medios materiales de los bomberos, protegidos solo con mascarillas y botas de goma, resultan insignificantes ante la magnitud del fuego.
“Debería llevar ropa de protección real, pero tenemos poco equipo”, subraya Darmadi, un soldado desplegado en el distrito de Kampar, en la isla de Sumatra. “Pero tengo que responder a la llamada. Ese es mi deber”, agrega.
Indonesia ha movilizado a unos 9.000 bomberos y soldados con helicópteros para tratar de apagar los incendios que asolan los bosques tropicales de Sumatra y Borneo. Bien entrada la noche los bomberos siguen luchando contra las llamas mientras sus siluetas se destacan entre el fuego naranja de la selva que se consume.
Los periodistas de la AFP han informado de que en los alrededores sólo hay grandes extensiones quemadas, restos de árboles carbonizados y ciudades enteras sumergidas en un humo tóxico. “Trabajamos sin parar”, explica Hendri Kusnardi, un bombero de 25 años empapado en sudor. “Nunca he estado tan cansado, pero no soy el único, todo el mundo está agotado”, añade.
Los incendios se producen a menudo como consecuencia de fuegos iniciados ilegalmente para preparar la tierra para la siembra. Una parte de la selva amazónica de América del Sur también está en llamas. El aumento de los incendios podría agravar el calentamiento global.
-Problemas respiratorios-
Si bien los incendios forestales ocurren cada año en Indonesia, este año se han intensificado debido a una estación seca particularmente larga e intensa.
Con 328.000 hectáreas quemadas desde principios de año, estos incendios son los peores desde los devastadores fuegos de 2015. Los habitantes de Pekanbaru, capital de la provincia de Riau, en el centro de Sumatra, esperan desesperadamente el comienzo de la temporada de lluvias, que llega por lo general en octubre, para que apague de una vez por todas los focos de incendio y elimine la nube de humo que los sofoca.
En una clínica de la ciudad visitada por la AFP se tratan hasta 75 pacientes al día por problemas respiratorios relacionados con los humos tóxicos. “Tengo mareos y fiebre desde ayer, por eso mi padre me trajo”, dice Hasan Abdulá, un niño pálido y cansado, de 10 años, con cánulas de oxígeno en la nariz.
Los habitantes están divididos entre la angustia e la ira contra quienes provocan los incendios. En el banquillo de los acusados están las grandes plantaciones de aceite de palma, pero también agricultores con propiedades más pequeñas. “Les digo a los que encienden estos fuegos: por favor, no sean egoístas”, lanza Sri Wahyuni, de 31 años y madre de tres hijos, mientras un espeso humo flota en el patio de su casa.
Algunos ya han huido de la zona. Fatimah El Kareem, de 26 años, huyó de Pekanbaru con su bebé por miedo a enfermarse. “Estaba tan preocupada. Mi hijo sólo tiene un año y es muy vulnerable”, explica por teléfono desde la ciudad de Binjai, al norte de Sumatra, donde se refugió. “El humo era sofocante, olía mal. Y cada mañana era peor”, describe.
Pero la mayoría de la población no tiene los medios para buscar refugio en otro lugar. “Estoy constantemente asustada, pero no tenemos adónde ir”, lamenta Muhammad Ilham Fajriansyah, madre de dos hijos.