Las grandes compañías invierten en reforestación para combatir el cambio climático, apostando por especies que absorban carbono.
Un puñado de euros, unos cuantos clics y se planta un árbol. En un momento en que viajar en avión empieza a generar culpabilidad, consumidores y empresas buscan formas de limpiar su conciencia y reducir su huella de carbono, una iniciativa cuya eficacia genera debate.
Hasta las grandes empresas energéticas compiten con sus proyectos de reforestación. Por ejemplo, el gigante anglo-holandés Shell invirtió 300 millones de dólares en plantar bosques con el fin de reducir su huella de carbono entre 2 y 3%; y la italiana ENI persigue un objetivo de “cero emisiones netas” en la exploración y la producción gracias a unos “inmensos bosques”.
Por su parte, la francesa Total contará con una “business unit” dotada con 100 millones de dólares anuales a partir de 2020, para “invertir, desarrollar y gestionar actividades de conversión de medios naturales degradados en pozos de carbono, de explotación y forestales sostenibles y regeneradoras, así como actividades de conservación”.
Ya sea un gigante del petróleo o un turista que quiere amortiguar el impacto climático de sus exóticas vacaciones, la compensación voluntaria suele responder a un sencillo mecanismo.
El “contaminante” compra un crédito equivalente a una cierta cantidad de CO2. La suma pagada contribuye a financiar directa o indirectamente un proyecto de reducción de emisión, como la reforestación o la inversión en energías renovables.
Esta es la lógica que aplicará en 2020 la aviación civil, responsable de entre 2 y 5% de las emisiones mundiales de CO2. Ya hay 65 Estados, representantes del 87% de la actividad internacional, que se dijeron dispuestos a sumarse a este dispositivo, bautizado “Corsia”.
“Habrá una cierta cantidad de proyectos de reducción de las emisiones de CO2 sobre los que se podrá elegir, y las compañías aéreas podrán comprar equivalentes en toneladas de CO2 en estos proyectos”, detalla Nathalie Simmenauer, directora para medioambiente y desarrollo sostenible en Air France.
El objetivo es alcanzar “la neutralidad del crecimiento del carbono”, es decir, mantener el nivel de emisiones que se alcance en 2020 y hacer que no aumente.
– “Una escapatoria” –
Aunque los bosques siguen siendo una importante herramienta para la regulación climática, la reforestación no permite redimirse de toda responsabilidad ante las acciones emisoras de carbono.
“Si no se reducen las emisiones y si no se detiene la deforestación, plantar árboles no va a servir para solucionar nada”, anuncia sin paños calientes Stéphane Hallaire, presidente y fundador de Reforest’Action, que plantó 3,8 millones de árboles en nueve años.
Por 3 euros, esta empresa planta un árbol adaptado a la biodiversidad local y compra una parte del crédito carbono para un proyecto de conservación forestal en el extranjero.
Pero según Hallaire, la reforestación tiene que acompañarse de mejores comportamientos en otros ámbitos.
Una opinión compartida por el presidente de la agencia de viajes Voyageurs du Monde, Jean-François Rial, un ferviente defensor de la “absorción”, la identificación y la financiación directas de proyectos de reforestación “precisos y perennes”, sin pasar por los sistemas de crédito carbono, considerados más opacos y menos eficaces.
“Limitarse a absorber las emisiones de CO2 no sirve. También es absolutamente necesario reducir la cantidad de CO2 empleado por las economías y financiar la transición” energética, advierte.
“Es una escapatoria que conlleva el riesgo de disuadir a la sociedad de realizar esfuerzos importantes y de invertir en tecnologías más costosas”, abunda Alain Karsenty, investigador en el Centro Internacional para la Investigación Agrónoma y el Desarrollo, un organismo francés.
La reforestación a gran escala plantea otros problemas. Los proyectos pueden suponer una competencia para los cultivos de alimentos o los bosques naturales, y los árboles que se plantan no siempre son beneficiosos para su entorno.
“A menudo son especies de rápido crecimiento, como los eucaliptos o los pinos, porque se necesitan árboles que almacenen el carbono muy rápido, pero eso puede plantear problemas de biodiversidad o de sequedad de los suelos”, señala Alain Karsenty.
La compensación por reforestación, de momento, sigue siendo una de tantas herramientas para reducir las emisiones, a la espera de que los avances técnicos permitan soluciones que capten mejor el CO2 o para viajar sin contaminar.
“Esto permite comprar tiempo. Este almacenamiento temporal puede ser un medio para realizar la transición, a la espera de encontrar las tecnologías de ruptura”, Karsenty.