Existen muy buenas probabilidades de que leas estudios sobre los refrescos dietéticos hasta el último día de tu existencia (las posibilidades de que mueras a causa de uno de ellos son bastante escasas).
El conjunto más reciente de reportes noticiosos apareció el mes pasado, los cuales se basaban en otro estudio que relaciona los refrescos dietéticos con un aumento en el riesgo de muerte prematura.
Como es habitual, el estudio (y algunos de los artículos) carecieron de contexto relevante y ocasionaron más preocupación de la justificada. Hay ciertas razones específicas por las que es probable que este ciclo no termine.
1. SI ES ARTIFICIAL, DEBE SER MALO
Las personas sospechan, y no siempre se equivocan, que meterle a sus cuerpos cosas creadas en un laboratorio no puede ser bueno. A la gente le preocupan los organismos modificados genéticamente, el glutamato monosódico y, sí, los endulzantes artificiales porque suenan aterradores.
No obstante, todo está hecho de elementos químicos, incluyendo el monóxido de dihidrógeno (que es otro nombre para el agua). Estas solo son palabras que usamos para describir ingredientes. Algunos están presentes en la naturaleza y otros son creados. Eso no hace que uno sea intrínsecamente mejor que otro. De hecho, yo he argumentado que la investigación respalda el consumo de endulzantes artificiales en lugar de otros azúcares añadidos (el estudio más reciente concluye lo contrario).
2. EL REFRESCO ES UN OBJETIVO FÁCIL
En una época en la que todos son más conscientes de lo saludable, el refresco ha sido casi estigmatizado en algunos círculos (y, en consecuencia, las ventas han bajado).
Es verdad que nadie “necesita” el refresco. Hay un millón de variedades y casi ninguno tiene un sabor similar a cualquier cosa que provenga de la naturaleza. Algunos, como el Dr. Pepper, desafían toda descripción.
No obstante, hay muchas cosas que comemos y bebemos que no “necesitamos”. No necesitamos el helado o las tartas, pero, sin ellos, muchas personas disfrutarían menos la vida.
Nada de esto debe considerarse como un permiso para beber cajas de refresco por semana. Que no haya evidencia que demuestre que puede ser dañino ingerirlos en cantidades normales no significa que consumirlos en grandes cantidades sea buena idea. La moderación sigue siendo importante.
3. LOS CIENTÍFICOS NECESITAN PUBLICAR PARA CONSERVAR SUS EMPLEOS
Yo soy profesor-investigador con posibilidad de obtener una cátedra y mi trabajo es decirte que el dinero está en los ensayos y las subvenciones. Necesitas financiamiento para sobrevivir y necesitas publicar para recibir financiamiento.
Como miembro júnior del cuerpo docente, o incluso como doctorando o becario posdoctoral, necesitas publicar tus investigaciones. Con frecuencia, el paso más sencillo es tomar un gran conjunto de información y publicar un análisis que demuestre una correlación entre un factor y un resultado.
Hacer este tipo de investigación es una práctica generalizada. Es la razón por la que cada año escuchamos que todo el mundo está deshidratado y que necesitamos beber más agua; por eso escuchamos que el café afecta la salud de una manera o de otra; por eso terminamos con un montón de estudios nutricionales que revelan correlaciones de una forma o de otra.
Mientras la cultura de la ciencia exija un rendimiento que sirva como medida del éxito, estos estudios seguirán apareciendo. Dado que los medios de comunicación también necesitan publicar para sobrevivir (por si no lo sabías, a la gente le encanta leer acerca de la salud y los alimentos) seguiremos leyendo historias acerca de cómo nos matarán los refrescos dietéticos.
4. Las instituciones prestigiosas y la prensa.
Para hacer el tipo de análisis que se describe aquí, se necesitan conjuntos de información de grandes dimensiones que los investigadores puedan leer meticulosamente. Construir el corpus de información es la parte más difícil.
Analizar las cifras de cientos de miles de personas no es un juego de niños, pero reunir la información es mucho más costoso y requiere mucho tiempo de dedicación.
Por eso, unas cuantas universidades producen una cantidad desproporcionada de investigaciones respecto a estos temas. También suelen ser las universidades con los mayores recursos y los nombres más reconocidos. Puesto que con frecuencia son instituciones prestigiosas, atraen a más investigadores y más financiamiento para generar corpus de información nuevos.
También atraen más atención de los medios de comunicación gracias a que tienen acceso a más investigadores, mayor prestigio y financiamiento. Si la investigación proviene de una institución super respetada, debe ser importante.
Enjabone. Enjuague. Repita.
5. SEGUIMOS SIN COMPRENDER LAS LIMITACIONES DE LOS ESTUDIOS OBSERVACIONALES
Sin importar cuántas veces señales la diferencia entre correlación y causalidad, la gente seguirá leyendo “riesgo aumentado” y determinará que el riesgo es lo que ocasiona un resultado adverso. Los estudios observacionales por lo general son la única opción realista, ya que reportan lo sucedido con cientos de miles de personas. Con muy pocas excepciones, solo pueden decirnos si dos cosas están relacionadas, no si una es causante de la otra (contrario a lo que sucede con los ensayos de control al azar).
En lo que respecta a los refrescos dietéticos, es probable que la gente que tiende a beberlos también tienda a preocuparse por su peso o su salud; es probable que un infarto reciente o algún otro problema de salud esté alterando el consumo y no al revés. No obstante, tampoco debes asumir que los refrescos dietéticos mejoran la salud; podría ser que las personas con mayor conciencia respecto a la salud eviten los azúcares añadidos.
Muchos de estos estudios observacionales suman muy poco a nuestro entendimiento. En algún punto, un estudio con 200.000 participantes no es “mejor” que uno con 100.000, porque casi todos tienen limitaciones (con frecuencia las mismas) que son insalvables.
John Ioannidis escribió en un importante artículo: “Las personas consumen miles de químicos en millones de combinaciones diarias posibles. Por ejemplo, hay más de 250.000 alimentos diferentes e incluso más elementos potencialmente comestibles, solo con 300.000 plantas comestibles”.
Aun así, afirma que “la mayor parte de los estudios publicados asume sigilosamente que el riesgo de las enfermedades” está regido por las “sustancias más abundantes; por ejemplo, los carbohidratos o las grasas”. No sabemos qué más está en juego y, si usamos estudios observacionales, jamás lo sabremos.