Enriqueta Basilio, la velocista mexicana que en los Juegos Olímpicos de 1968 se convirtió en la primera mujer en encender la llama olímpica, murió el 26 de octubre a los 71 años.
El Comité Olímpico Mexicano confirmó su deceso, sin especificar la causa del fallecimiento ni el lugar.
Los Juegos Olímpicos de 1968 fueron memorables por varias razones, comenzando por la aparición de Basilio en la ceremonia inaugural. Ella, quien a sus 20 años formaba parte del equipo de atletismo mexicano, causó revuelo entre la prensa internacional tras ser seleccionada para encender el pebetero olímpico y aceptó el honor con aplomo.
The New York Times citó sus palabras, traducidas al inglés por un intérprete, en las que decía que pensaba que tal vez fue seleccionada porque en México los hombres y las mujeres tenían “los mismos derechos” y que su país esperaba mostrar su igualdad ante el mundo.
“En los días en los que vivimos, es difícil depender de un hombre. Debemos ser iguales”, declaró Basilio.
El 12 de octubre de 1968, Basilio entró al estadio en Ciudad de México portando la antorcha olímpica, llevada por mar y tierra desde Grecia por una sucesión de más de 2775 portadores. Dio una vuelta a la pista corriendo y así subió los 90 escalones alfombrados e inclinó la antorcha hacia un enorme pebetero de metal, encendió los quemadores de gas y así fue como los juegos empezaron oficialmente con la ovación de unos 100.000 espectadores.
“Cualquiera con un oído agudo y sensible habría escuchado el sonido espectral”, escribió el columnista deportivo del Times, Arthur Daley. “Podría haberse tratado de los antiguos griegos revolcándose enfurecidos en sus mausoleos ruinosos. Nunca le permitieron a una mujer acercarse a los Juegos Olímpicos y tenían un castigo sumario para las intrusas que fuesen descubiertas. De inmediato eran arrojadas por un precipicio hacia las rocas”.
El columinsta continuaba: “He aquí a mujer en un papel central un par de siglos después. Y lo hizo bien”.
Los Juegos Olímpicos de Ciudad de México tuvieron varios momentos inolvidables, entre ellos cuando los corredores del equipo de atletismo de Estados Unidos Tommie Smith y John Carlos alzaron el puño envuelto en un guante negro en el podio de los ganadores para protestar en contra del racismo mientras se escuchaba el himno nacional de ese país y cuando el estadounidense Bob Beamon rompió el récord mundial de salto de longitud con su salto de 8,90 metros, 55 centímetros más que la marca anterior.
Basilio compitió en las carreras de 400 y 80 metros con vallas, así como la carrera de relevos de 400 metros, pero fue eliminada en cada evento y nunca volvió a competir en los juegos olímpicos.
Desde entonces varias mujeres han encendido la llama olímpica en los juegos de invierno y de verano. Sin embargo, Basilio y la velocista australiana Cathy Freeman, quien encendió el pebetero en los Juegos Olímpicos de Verano de Sídney, Australia, en el año 2000, son las únicas en haberlo hecho en las olimpiadas de verano.
Norma Enriqueta Basilio Sotelo nació el 15 de julio de 1948, en Mexicali, la capital del estado de Baja California, en una numerosa familia de productores de algodón. Asistió a la universidad en su ciudad natal y se convirtió en campeona nacional en la carrera de 80 metros con vallas antes de llegar a las olimpiadas.
La información relativa a sus descendientes no estuvo disponible de inmediato.
En 2004, Basilio volvió a portar la llama olímpica, durante su paso por Ciudad de México, de camino hacia los Juegos Olímpicos de Verano en Atenas.