Stephen Miller defiende la prohibición de entrada a los Estados Unidos a personas de la fe musulmana y la separación de las familias hispanas en la frontera con México. Para muchos no es más que un racista
La semana pasada, Southern Poverty Law Center (SPLC, por su sigla en inglés) publicó pruebas del nacionalismo blanco de Stephen Miller, el principal asesor migratorio del presidente Donald Trump. SPLC obtuvo más de 900 correos electrónicos de 2015 a 2016 que Miller, quien para ese entonces era asesor del senador Jeff Sessions, envió a editores de la página web de extrema derecha Breitbart para establecer la línea de su cobertura sobre raza e inmigración. El grupo recibió los correos electrónicos de Katie McHugh, exeditora de Breitbart quien, tras ser despedida por publicar tuits en contra de los musulmanes, se inclinó aún más a la derecha antes de renunciar al racismo. Los correos electrónicos muestran que Miller estaba inmerso en el nacionalismo blanco antes de unirse a la Casa Blanca, donde ha tenido la oportunidad de poner en práctica sus posturas racistas.
McHugh dijo a SPLC que sus jefes le presentaron a Miller para que ayudara a orientar los reportajes de la página. Miller le envió artículos de páginas web como VDARE —cuyo nombre se deriva de Virginia Dare, la primera niña hija de padres ingleses en América del Norte— e Infowars de Alex Jones. Miller le envió a McHugh información sobre la “delincuencia inmigrante, así como temas de conversación sobre la defensa de la iconografía confederada después de la masacre de parroquianos negros en Charleston, Carolina del Sur, por parte del nacionalista blanco Dylann Roof.
En un correo electrónico, Miller le recomendó a Breitbart establecer paralelismos entre el discurso del papa Francisco ante el Congreso en 2015, en el cual hizo un llamado a Estados Unidos para que diera la bienvenida a los migrantes, y la novela tremendamente racista de 1973 “El desembarco”, en la cual izquierdistas ingenuos permiten que hordas de negros desalmados conquisten el mundo blanco. Unas semanas después, Breitbart publicó ese artículo y citó la denigración de la aversión al genocidio del Occidente en la novela: “La Francia de la Ilustración ha hincado la rodilla voluntariamente; desde ahora, ningún gobierno osará suscribir, bajo su exclusiva responsabilidad, el crimen del genocidio”.
Ahora la pregunta es si podemos hacer que algo de esto importe. Después de todo, la aversión de Miller hacia los inmigrantes que no son blancos, dista de ser un secreto, por eso fue que obtuvo el puesto para empezar. Ha estado impulsando políticas nacionalistas blancas durante tres años, defendiendo la prohibición de dejar ingresar al país a los musulmanes y la política sádica de la separación de familias, además de alentar a Trump a disminuir el ingreso de refugiados. En un correo electrónico para McHugh, Miller se pronunció en contra de que a las víctimas mexicanas del huracán se les otorgara un estatus de protección temporal (TPS, por su sigla en inglés), una disposición que protege de la deportación a las personas desplazadas por desastres naturales y guerras (“TPS incluye todo”, escribió). Ahora, se ha convertido en una figura relevante en un gobierno que ha tratado de arrebatarle el estatus de protección temporal a más de 300.000 personas. Mientras tanto, se dice que trabajó en un plan junto con Gordon Sondland, el embajador hackeador de Trump en la Unión Europea, para que promoviera una mayor migración europea. The Washington Post informó que parte de sus propios colaboradores creen que tiene posturas racistas, aunque él insiste en lo contrario.
Entonces, no sorprende saber cuáles son las raíces de la ideología de Miller. No obstante, hay una diferencia entre saber algo y probarlo. “La evidencia es indiscutible”, me dijo Jonathan Greenblatt, director de la Liga Antidifamación, sobre las asociaciones nacionalistas blancas de Miller. “Ya no son especulaciones. Ya se confirmaron”. Y agregó sin rodeos: “Stephen Miller debe renunciar”.
A principios de este año, cuando la representante Ilhan Omar dijo que Miller era un nacionalista blanco, figuras poderosas de la derecha la acusaron de ser antisemita porque Miller es judío. Un funcionario de la Casa Blanca trató de retomar esa defensa la semana pasada, pero ya nadie la cree.
Aunque las revelaciones sobre Miller no sorprenden, es importante que no se pierdan en el torrente de otras noticias, para que no admitamos que ni los estándares degradados de 2018 aplican. “Es una prueba irrefutable”, afirmó la representante Alexandria Ocasio-Cortez, quien ha encabezado el llamado para que Miller renuncie en el Congreso, y agregó: “No sabíamos esto, porque, de haberlo hecho, habríamos exigido su renuncia mucho antes y de una manera mucho más contundente”.
Por supuesto que es poco probable que Trump despida a su homúnculo xenófobo. “Stephen no va a ningún lado”, declaró la semana pasada a The Daily Beast un funcionario de la Casa Blanca. “El presidente lo respalda”, aclaró. Pero, la presión sobre Trump y, tal vez lo más importante, sobre sus seguidores en el Congreso, no hará sino aumentar.
Muchos republicanos electos justifican su lealtad a Trump negando el carácter nacionalista blanco de su gobierno. Cuando el presidente hace cosas que lo hacen imposible —por ejemplo, alabar a los manifestantes racistas en Charlottesville o decirles a las congresistas de color que se regresen a su país— puede obligar a miembros de su partido a condenar o a condonar su racismo.
El 18 de noviembre, una coalición de organizaciones de derechos civiles entre las que se encontraban ADL, NAACP y United We Dream envió una carta a la Casa Blanca para exigir la destitución de Miller, con el argumento de que: “No debe permitirse que quienes apoyan a supremacistas blancos y neonazis trabajen en ningún nivel del gobierno”. Ocasio-Cortez piensa que es posible que haya protestas. “En realidad se resume a una cuestión de no soltar el tema ni permitir que salga del ciclo mediático”, comentó la representante. “Esto es algo con lo que yo personalmente estoy comprometida. Es un asunto muy importante”. Espero que tenga razón. De no ser así, veremos cuánto odio hemos aprendido a tolerar.