RIAD, Arabia Saudita — En Halloween, mientras dos luchadoras de la WWE batallaban dentro del estruendoso Estadio Internacional Rey Fahd, Najla Ibrahim estaba de pie, con una mano en su corazón y la otra en el aire, grabando el momento con su teléfono.
Durante años, esta enfermera de Riad siguió la lucha libre profesional desde lejos y esperó con ansias que llegara el día en que las mujeres en su país pudieran entrar al cuadrilátero.
“Me siento orgullosa porque están haciendo historia” dijo Ibrahim, de 23 años, sentada junto a su hermana mayor y vestida con una abaya negra, mientras el combate culminaba bajo una lluvia de fuegos artificiales. “He estado esperando esto mucho tiempo”.
A un año de que el Estado orquestara el asesinato de Jamal Khashoggi, disidente saudí y columnista de The Washington Post, el reino de Arabia Saudita está acelerando esfuerzos para diversificar su economía, fomentar el consumo interno y limpiar su imagen internacional a través de una expansión de sus ofertas culturales enfocadas en deportes y espectáculos occidentales.
Organizar un combate de lucha libre femenina no es poca cosa en un reino donde la interpretación estricta de la ley islámica ha dictaminado desde hace mucho tiempo que las mujeres sean segregadas, vistan ropajes que cubran el cuerpo entero y tengan un tutor varón. Si bien el momento fue importante, también fue cuidadosamente fabricado, lo que ha generado el debate sobre si Arabia Saudita está cambiando o simplemente disimulando sus fallas.
“Definitivamente están usando el deporte para limpiar su imagen”, dice Philippe Nassif, director de trabajo de incidencia para Medio Oriente y el Norte de África de Amnistía Internacional. “En el caso de Arabia Saudita, es tristemente célebre la opresión de los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas y raciales. ¿Qué mejor manera de intentar cambiar esa imagen que con un combate de lucha libre profesional entre mujeres?”.
La relación entre marcas internacionales como World Wrestling Entertainment y el gobierno saudí es simbiótica, ya que las compañías buscan mercados inexplorados a la vez que el reino intenta diversificar su economía para acabar con su dependencia de la producción petrolera.
Pero la iniciativa viene con dificultades. Los negocios y las estrellas occidentales han enfrentado reacciones negativas y boicots por acusaciones de que colaboran con una campaña de relaciones públicas del opresor gobierno saudí.
Entrando al juego
Arabia Saudita les dio prioridad a los deportes en 2016, como parte del plan de desarrollo económico “Vision 2030” del príncipe heredero Mohamed bin Salmán. Para sentar las bases, la princesa Reema bin Bandar al Saud, quien actualmente es la embajadora de Arabia Saudita en Washington, trabajó el año pasado con una empresa de cabildeo estadounidense para organizar reuniones con la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés), las Ligas Mayores de Fútbol (MLS), la World Surf League y la Fórmula 1 a fin de discutir la posibilidad de llevar deportes internacionales al reino.
El dinero fluyó enseguida. En julio, la Autoridad General Deportiva de Arabia Saudita anunció una inversión de 650 millones de dólares para el desarrollo de atletas y equipos locales y para atraer eventos internacionales. En octubre, en una conferencia sobre inversiones en Riad, el príncipe Abdulaziz bin Turki Al-Faisal, director de la Autoridad General Deportiva, explicó cómo convertir a Arabia Saudita en un centro de deportes internacionales podría fomentar el crecimiento económico y crear miles de empleos.
“Una parte importante del cambio dentro del reino está en el sector deportivo y su crecimiento”, afirmó.
La lucha libre profesional es solo una probada del nuevo apetito que tiene Arabia Saudita por los deportes.
Este mes, Anthony Joshua y Andy Ruiz Jr. viajarán a una arena hecha a la medida en Diriyah, a las afueras de Riad, para enfrentarse en una pelea de boxeo por el título de los pesos pesados anunciada como “Batalla en las dunas”. Febrero traerá el debut de la Copa Saudí, una carrera de caballos con un premio de 20 millones de dólares, la mayor remuneración otorgada en la historia del deporte. Para marzo está planificado un torneo de golf del Ladies European Tour.
“Estamos en medio de una gran transformación, suavizando la imagen”, afirmó Majed Al Sorour, director ejecutivo de la Federación Saudí de Golf, durante la conferencia Future Investment Initiative en Riad, realizada en octubre.
El legado de la opresión persiste
Los críticos de Arabia Saudita sostienen que esa dedicación a los deportes y espectáculos occidentales es un señuelo para desviar la atención de su macabro historial de derechos humanos.
“Yo percibo todo esto más como una manera del gobierno de generar ingresos de otra cosa que no sea el petróleo, que un esfuerzo genuino por conceder algo de libertad”, afirma Hala Aldosari, académica saudí del Instituto Tecnológico de Massachusetts.
La CIA concluyó el año pasado que el príncipe heredero ordenó personalmente el asesinato de Khashoggi. Desde entonces, el reino ha trabajado con empresas internacionales de relaciones públicas para rehabilitar su reputación, y el príncipe heredero ha afirmado asumir “plena responsabilidad” por el homicidio. Pero los observadores internacionales dicen que las violaciones a los derechos humanos continúan.
En octubre, Amnistía Internacional denunció al reino por arrestar y detener a activistas de la sociedad civil y criticó al gobierno saudí por mantener en secreto el juicio de los involucrados en el asesinato de Khashoggi y en las ejecuciones masivas de abril de musulmanes chiitas que participaron en manifestaciones contra el gobierno.
Un informe de Human Rights Watch del mes pasado señaló que, a pesar de los avances realizados en beneficio de las mujeres sauditas durante el último año, numerosos defensores de los derechos de la mujer continúan siendo detenidos, torturados y acusados de delitos penales por expresarse.
Las condiciones para los periodistas que piden reformas siguen siendo peligrosas. El grupo de derechos humanos ALQST afirmó el 25 de noviembre que durante ese mes las autoridades sauditas arrestaron al menos a ocho blogueros y periodistas en cinco ciudades diferentes del país, además de realizar redadas en sus hogares y decomisar sus computadoras portátiles y teléfonos celulares.
“Están intentando tapar sus abusos organizando eventos deportivos de alto nivel y espectáculos apoyados por empresarios, políticos y estrellas deportivas de todo el mundo”, afirmó ALQST a través de un comunicado.
Las marcas internacionales avanzan con cautela
Para los artistas y atletas de Occidente, hacer negocios con Arabia Saudita sigue siendo tenso. El año pasado, Novak Djokovic y Rafael Nadal recibieron críticas por planificar un partido de tenis de exhibición en Yeda. Al final lo cancelaron supuestamente debido a una lesión de Nadal.
En julio, la rapera Nicki Minaj se retiró de un festival musical tras una protesta de críticos al trato que se da en Arabia Saudita a las mujeres y su prohibición a la homosexualidad.
Para las corporaciones, boicotear a Arabia Saudita es más difícil.
Netflix fue blanco de críticas por eliminar un episodio del programa de Hasan Minhaj “Patriot Act” en Arabia Saudita porque criticaba al príncipe heredero y la campaña militar en Yemen liderada por los sauditas. El director ejecutivo de Netflix, Reed Hastings, ofreció una categórica valoración de la decisión en el congreso The New York Times DealBook en noviembre, al afirmar que la compañía no se dedica a “empoderar la verdad”.
La Fórmula E, la categoría de competición de automóviles monoplaza eléctricos, también fue cuestionada por la decisión de abrir su temporada en Arabia Saudita el año pasado, a pocas semanas del asesinato de Khashoggi. El evento se realizó nuevamente el mes pasado, y atrajo a miles de fanáticos y artistas musicales del Reino Unido y Noruega.
“Creo que Arabia Saudita está pasando por un periodo de cambio y considero que necesitamos apoyar ese cambio”, dijo Alejandro Agag, el fundador de la Fórmula E, durante una entrevista en Riad. “El deporte es un elemento neutral que une a las personas”.
Ernie Els, el golfista campeón de Sudáfrica que está ayudando al reino saudí a establecerse como un destino internacional de golf, ofreció una justificación similar. A pesar de la reacción negativa por su vinculación con los sauditas, Els afirmó que esperaba que el golf pudiera ayudar al país de la misma manera en que el rugby ayudó a unir Sudáfrica en los años 90 tras el apartheid, bajo el liderazgo del presidente Nelson Mandela.
“Entiendo la preocupación de la comunidad internacional, pero hay que empezar por algo”, afirmó Els en una entrevista.