Mientras los reportajes noticiosos se enfocan en la epidemia de abuso de los opioides entre adultos jóvenes, hay otra epidemia de consumo de medicamentos totalmente legal y, por lo general, oculta que sucede en el otro extremo del espectro etario: los puñados de remedios (tanto de venta controlada como libre) que toman los adultos de edad avanzada.
De acuerdo con la Asociación Estadounidense de Consultores Farmacéuticos, las personas entre los 65 y los 69 años toman en promedio quince medicamentos de venta controlada al año y quienes tienen entre 80 y 84 toman 18 de estos medicamentos anualmente. A estos se les suma una miríada de medicamentos que quizá también tomen y que se venden sin receta médica (como remedios herbales, vitaminas y minerales), los cuales, por sí solos o en combinación con otros medicamentos, podrían ocasionar más problemas de los que pueden curar.
Entre las personas mayores de 65 años, el 44 por ciento de los hombres y el 57 por ciento de las mujeres toma cinco o más medicamentos que requieren receta médica o no, y el doce por ciento toma diez o más.
Muchos de estos supuestos remedios son innecesarios o se usan de manera incorrecta y pueden provocar efectos secundarios preocupantes e incluso peligrosos. Por ejemplo, tomar una aspirina y un medicamento antiinflamatorio no esteroideo (AINE), como el ibuprofeno, puede aumentar el riesgo de hemorragia en pacientes que toman un anticoagulante de venta controlada como el coumadin.
El problema de la polifarmacia (cuando un paciente consume demasiados medicamentos) y de los efectos secundarios que ocasiona es en gran medida resultado de nuestro fragmentado sistema de atención médica, de las visitas apresuradas al médico y de la publicidad de los medicamentos que se realiza de manera directa a los pacientes que no tienen los conocimientos necesarios para tomar decisiones racionales respecto a lo que deben tomar, lo que no y el momento en el que deben hacerlo.
Las personas de edad avanzada son especialmente vulnerables a la polifarmacia y a una consecuencia demasiado frecuente conocida como la “cascada de las recetas”, en la que se recetan aún más medicamentos para tratar los efectos secundarios de los otros medicamentos que se confunden con los síntomas de una nueva enfermedad.
Un ejemplo habitual es el uso de la terapia antipárkinson para aliviar síntomas ocasionados por medicamentos antisicóticos. En ella, los medicamentos que combaten el párkinson ocasionan síntomas nuevos como un descenso precipitado en la presión sanguínea o alucinaciones que derivan en una receta más.
El hecho de que los médicos no cuestionen a los pacientes de forma rutinaria acerca del uso de remedios que no requieren receta médica solo agrava el problema, además de que los pacientes rara vez proporcionan esa información de forma voluntaria a menos que se les pregunte de forma directa.
Por lo general, los consumidores deciden qué suplementos tomar con base en publicaciones de internet o consejos de sus amistades. No obstante, una revisión de 338 sitios de internet de venta minorista de los ocho suplementos herbales más utilizados reveló que el 80 por ciento de estos productos hacía al menos una declaración ilegal y sin fundamento sobre la salud, y más de la mitad sugería que la sustancia podía tratar, prevenir o incluso curar una enfermedad en específico.
Incluso los médicos que están bien informados podrían tener dificultades para determinar qué medicamentos son los mejores o los más seguros para recetarles a sus pacientes de edad avanzada, pues la mayoría de los estudios que se realizan para obtener la aprobación de comercialización excluyen de manera deliberada a los adultos mayores o a aquellos que padecen un problema de salud crónico no relacionado.
De este modo, podría suceder que los médicos no sepan si el medicamento que recetan es seguro para los pacientes que padecen daño renal o hepático, por ejemplo, quienes quizá requieren una dosis menor a la habitual o un medicamento completamente diferente. Para los pacientes, tomar un buen medicamento que se recetó de manera inadecuada puede ser peor que no tomar ninguno.
Con frecuencia se necesita del juicio del médico para aumentar la seguridad. Para promover la observancia de los remedios que se recetan y reducir el riesgo de los efectos secundarios en pacientes mayores que requieren muchos medicamentos, los médicos podrían elegir “recetar menos medicamentos” y darle prioridad a los tratamientos para enfermedades graves que ya han sido diagnosticadas, en lugar de terapias preventivas para enfermedades con un efecto menos inmediato en la calidad de vida de los pacientes.
Sin embargo, quizá algunos medicamentos prescritos años antes ya no sean necesarios y sea posible descontinuar su uso con seguridad. Por ejemplo, el paciente ahora podría tener una expectativa de vida menor que haga inútil un medicamento preventivo que se toma para reducir los niveles de colesterol o aumentar la densidad ósea. No obstante, es importante reducir gradualmente el consumo de muchos medicamentos para evitar síntomas peligrosos ocasionados por una interrupción abrupta.
Otro aspecto que hay que considerar es la asequibilidad. Aun con un seguro de cobertura de medicamentos, muchos de los medicamentos más recientes y efectivos requieren de un copago que pesa en el presupuesto de los adultos de edad avanzada. Los pacientes podrían decidir saltarse algunas dosis o partir las pastillas a la mitad para que rindan más y, al hacerlo, estas se vuelven menos efectivas o ineficaces.
Cambiar nuestros hábitos y estilo de vida podría ser más efectivo para ahorrar dinero y, a la vez, evitar efectos secundarios adversos. Por ejemplo, los pacientes que bajan de peso y reducen su ingesta de sodio podrían descontinuar el uso de los medicamentos que se toman para bajar la presión sanguínea. También, la terapia con medicamentos podría dejar de ser necesaria para quienes padecen diabetes tipo 2 y adoptan una dieta mediterránea abundante en verduras, bajan de peso y se ejercitan regularmente.
Una de cada cinco reacciones adversas a medicamentos entre pacientes de edad avanzada que no viven en asilos son producto de errores que cometen los pacientes mismos, en especial si toman tres o más medicamentos de venta controlada. Para reducir el riesgo, los expertos recomiendan que los pacientes mantengan una lista rigurosa de todos sus medicamentos en la que incluyan qué enfermedad se supone que trata cada uno, la sustancia activa genérica y las marcas, las dosis, la frecuencia y la vía de administración.
Además, los pacientes deben tener una lista de todos los remedios de venta libre y los suplementos que toman de manera regular o con frecuencia. Luego, en cada visita al médico, deben llevar ambas listas y asegurarse de que el médico las revise.
Si el paciente no puede hacer una lista, otra opción es hacer una “revisión de medicamentos” en la que el paciente lleve todas las botellas de pastillas que está tomando a cada una de sus consultas. Siempre debe mantener todos los medicamentos en su empaque original con las etiquetas que muestran las indicaciones de “administrar con alimentos” o “tomar con el estómago vacío”, lo cual significa tomar el medicamento al menos una hora antes de comer o dos después de las comidas.
La regla de oro en la medicina (antes que nada, no causar daño) tiene como corolario que los beneficios esperados del tratamiento deben superar sus posibles riesgos.