En su gabinete del barrio marginal de Motherwell, la generalista de 72 años muestra la tranquilidad de quien está convencida de defender una justa causa.
Desde hace 30 años, es criticada, insultada y amenazada. Pero la doctora Mamisa Chabula-Nxiweni sigue adelante y continúa denunciando los daños causados por las circuncisiones tradicionales “salvajes” impuestas a los adolescentes en Sudáfrica.
En su gabinete del barrio marginal de Motherwell, en la ciudad portuaria de Port-Elizabeth, la generalista de 72 años muestra la tranquilidad de quien está convencida de defender una justa causa.
“No lamento nada” afirma la doctora Chabula-Nxiweni, de pelo corto y entrecano. “He exhortado al gobierno a que actúe ya que siguen muriendo jóvenes debido a circuncisiones mal hechas” agrega. “Era necesario hacer algo”.
Su lucha y compromiso no son desde uego compartidos por todos en este país donde las seculares tradiciones étnicas son muy arraigadas, sobre todo en las comunidades rurales.
Cada año, miles de muchachos ingresan oficialmente en la edad adulta en ceremonias rituales exclusivamente masculinas organizadas en el campo, y en las que la circuncisión es el punto culminante
La operación, llevada a cabo por un médico tradicional cuyos conocimientos son tan rústicos como las condiciones de higiene en que se desarrolla, es peligrosa y ha causado a menudo complicaciones más o menos serias.
Mlungisi Booi –no es su verdadero nombre– tuvo la amarga experiencia de esa práctica.
Este habitante del township (barrio marginal) de Kwazakhele fue a la ceremonia, feliz de convertirse en un “verdadero hombre”, pero volvió de ella disminuido para siempre.
“Se me tuvo que amputar parcialmente el pene” dice. “Ya no puedo tener una erección” explica.
Su operación le dejó esas secuelas debido a “instrumentos no esterilizados”, explica el joven de 20 años. “Acabé con una gangrena. A los médicos no les quedó otra opción que cortar una parte de mi pene”.
– “Salvar vidas” –
Pero, a veces, las consecuencias pueden ser aún más dramáticas.
La “temporada” de ceremonias de iniciación, que comenzó hace tres semanas, ha causado ya la muerte de 23 jóvenes en Sudáfrica, según indicó con preocupación esta semana el ministro de Salud, Zweli Mkhize.
La mayoría se debe a la deshidratación – los circuncisos están privados de agua para evitar la micción -, que provoca fatales insuficiencias renales. “Estas muertes son evitables y realmente funestas” se lamenta el ministro Mkhize.
La Doctora Chabula-Nxiweni se ha centrado desde 1987 en los daños causados por las circuncisiones rituales.
“He quedado traumatizada de ver a muchachos con el pene amputado” dice la doctora. “He decidido intervenir, para cuidar sexos dañados y salvar vidas” explica la médico.
Su iniciativa ha generado las críticas generalizadas de los jefes tribales, que defienden sus arraigadas tradiciones.
Hace dos años, la movilización de estos jefes tribales obligó a la comisión nacional de censura prohibir a los menores de 18 años la película “The Wound”, (“La herida”, en español) que había sido preseleccionada para la ceremonia de los Oscar, y había recibido varios premios en el extranjero.
El director de cine sudafricano John Trengove había osado relatar una historia de amor homosexual durante una ceremonia iniciática de circuncisión. Ello fue considerado un sacrilegio.
La doctora Chabula-Nxiweni tampoco ha escapado a estas críticas, más duras si cabe al ser una mujer.
“Nuestra posición es clara, la mujeres no tienen en absoluto ningún lugar en la circuncisión”, sentenció el presidente de la Cámara de jefes tradicionales del Eastern Cape, Mwelo Nonkonyane. “Es algo que incumbe exclusivamente a los hombres”.
Por otra parte se ha producido una generalización de las circuncisiones médicas desde hace una década, para prevenir la contaminación por el virus del sida.
En fin, un estudio científico realizado en 2014 determinó que el 48% de la población masculina negra del país estaba circuncisa, de los cuales más de dos terceras partes de forma tradicional.
La doctora Chabula-Nxiweni ha recibido desde hace años el apoyo de muchos colegas y pese a su edad, no está dispuesta a abandonar su trabajo.
“La tradición está muy bien pero ¿qué ganamos preparando a los muchachos para convertirse en hombres si se mueren en el camino?”, se pregunta esta madre de 10 hijos.