En el futuro podrían ponerle el nombre del presidente Donald Trump a una calle en Teherán. ¿Por qué? Porque Trump acaba de ordenar el asesinato de posiblemente el hombre más estúpido de Irán y el estratega más sobrevalorado en el Medio Oriente: el general Qasem Soleimani.
Pensemos en los desaciertos que tuvo este tipo. En 2015, Estados Unidos y los poderes europeos principales acordaron levantar prácticamente todas sus sanciones sobre Irán, muchas de ellas en vigor desde 1979, con la condición de que Irán detuviera su programa de armas nucleares por apenas 15 años, manteniendo el derecho a tener un programa nuclear pacífico. Fue un gran trato para Irán. Su economía creció más del 12 por ciento el siguiente año. ¿Y qué hizo Soleimani con esa ganancia imprevista?
Él y el líder supremo de Irán lanzaron un agresivo proyecto regional imperial que convirtió a Irán y sus representantes en el poder dominante de facto en Beirut, Damasco, Bagdad y Saná. Esto alteró a los aliados de Estados Unidos en Israel y el mundo árabe sunita, que se impusieron para que el gobierno de Trump respondiera rompiendo el acuerdo nuclear y aplicando sanciones petroleras a Irán, las cuales ya han reducido la economía iraní en un 10 por ciento y han incrementado el desempleo por más del 16 por ciento.
Todo eso por el placer de poder decir que Teherán es el mandamás en Beirut, Damasco, Bagdad y Saná. ¿Cuál fue exactamente el segundo premio?
Al privar severamente al régimen de Teherán de fondos, los ayatolás tuvieron que incrementar el precio de la gasolina en casa, lo que desató múltiples protestas internas. Eso trajo como consecuencia una represión severa de los clérigos de Irán contra su propio pueblo, durante la cual se asesinaron y encarcelaron a miles y se debilitó aún más la legitimidad del régimen.
Entonces el “genio militar” Soleimani decidió que, tras haber impulsado el régimen del presidente Bashar al Asad en Siria, ayudando a matar a 500.000 sirios en el proceso, se excedería nuevamente e intentaría presionar directamente a Israel. Lo haría intentando trasladar misiles de Irán con precisión dirigida a las fuerzas iraníes asociadas en Líbano y Siria.
Por desgracia, Soleimani descubrió que luchar contra Israel —específicamente, debido a sus fuerzas aéreas, especiales, de inteligencia y cibernéticas — no era como combatir el frente Al-Nusra o el grupo del Estado Islámico. Los israelíes respondieron duro, mandando de regreso de Siria a un montón de iraníes en ataúdes y haciendo retroceder a sus aliados hasta Irak occidental.
Ciertamente, la inteligencia israelí había penetrado tanto en las Fuerzas Quds y sus representantes, que Soleimani podía aterrizar un avión con municiones de precisión en Siria a las 5 p. m. y la fuerza aérea israelí lo haría explotar a las 5:30 p. m. Los hombres de Soleimani eran presas fáciles. Si Irán tuviera prensa libre y un parlamento real, Soleimani habría sido destituido por su catastrófica gestión.
Pero la cosa se pone mejor, o de hecho peor, para Soleimani. Muchos de sus obituarios dicen que lideró la lucha contra el Estado Islámico en Irak, en alianza tácita con Estados Unidos. Bien, eso es cierto. Pero lo que omiten es que, para empezar, la extralimitación en Irak de Soleimani y de Irán ayudó a crear el Estado Islámico.
Fueron Soleimani y sus amigos de las Fuerzas Quds quienes presionaron al primer ministro chiita de Irak, Nuri al-Maliki, para que expulsara a los sunitas del gobierno y el ejército iraquí, dejara de pagarle salarios a los soldados sunitas, asesinara y arrestara a una gran cantidad de manifestantes pacíficos sunitas y en general convirtiera a Irak en un estado sectario dominado por los chiitas. El Estado Islámico fue el resultado.
Finalmente, fue el proyecto de Soleimani de establecer a Irán como el poder imperial del Medio Oriente lo que convirtió al país en el poder más odiado de la región por muchas de las fuerzas jóvenes, crecientes y prodemocráticas —tanto sunitas como chiitas— en Líbano, Irak y Siria.
Como bien lo señaló el académico iraní-estadounidense Ray Takeyh en un acertado ensayo en Politico, en años recientes “Soleimani empezó a expandir las fronteras imperiales de Irán. Por primera vez en su historia, Irán se convirtió en un verdadero poder regional, extendiendo su influencia de las orillas del Mediterráneo al golfo Pérsico. Soleimani entendió que los persas no iban a estar dispuestos a morir en campos de batallas distantes en nombre de los árabes, así que se enfocó en reclutar árabes y afganos como fuerzas auxiliares. Con frecuencia se jactaba de poder crear una milicia en poco tiempo y desplegarla contra los diferentes enemigos de Irán”.
Fueron precisamente esos representantes de Soleimani — Hezbolá en Líbano y Siria, las Fuerzas de Movilización Popular en Irak, y los hutíes en Yemen— los que crearon “estados dentro de estados” chiitas pro-Irán en todos estos países. Y fueron precisamente estos “estados dentro de estados” los que previnieron que estos países se cohesionaran, fomentando una corrupción masiva y evitando que estos países desarrollaran su infraestructura: escuelas, carreteras, electricidad.
Por ende, fueron Soleimani y sus representantes —sus “creadores de reyes” en Líbano, Irak y Siria— quienes progresivamente llegaron a ser vistos, y odiados, como poderes imperiales en la región, incluso más que los Estados Unidos de Trump. Esto detonó movimientos democráticos populares, ascendentes y auténticos en Líbano e Irak, con sunitas y chiitas unidos exigiendo un gobierno democrático, no sectario y sin corrupción.
El 27 de noviembre, chiitas iraquíes — sí, chiitas iraquíes— incendiaron el consulado iraní en Náyaf, Irak, y quitaron la bandera de Irán del edificio para poner en su lugar la de Irak. Esto sucedió luego de que, en septiembre de 2018, chiitas iraquíes prendieran fuego al consulado iraní en Basora, mientras denunciaban a gritos la interferencia de Irán en la política iraquí.
La “protesta” de la semana pasada contra la embajada de Estados Unidos en Bagdad fue, con casi toda certeza, una operación orquestada por Soleimani para hacer parecer como si los iraquíes quisieran expulsar a Estados Unidos cuando, de hecho, es todo lo contrario. Los manifestantes fueron milicianos pro-Irán pagados. Nadie en Bagdad se lo creyó.
De alguna manera, eso fue lo que mató a Soleimani. Quiso cubrir sus fracasos en Irak a tal grado que decidió empezar a provocar a los estadounidenses allí. Empezó a bombardear sus fuerzas con la esperanza de que reaccionaran de forma exagerada y mataran iraquíes, logrando así que se volcaran contra Estados Unidos. Pero en vez de morder el anzuelo, Trump asesinó a Soleimani.
No tengo idea de si fue una decisión inteligente o de cuáles serán las implicaciones a largo plazo. Pero hay dos cosas que sí sé sobre el Medio Oriente.
Primero, con frecuencia en el Medio Oriente lo opuesto de “malo” no es “bueno”. Lo opuesto de malo suele terminar siendo “desorden”. Solo porque elimines a una figura verdaderamente mala como Soleimani no significa que emergerá un buen actor o un buen cambio en la política. Soleimani es parte de un sistema llamado Revolución Islámica en Irán. Esa revolución ha logrado usar dinero petrolero y la violencia para mantenerse en el poder desde 1979. Esa es la tragedia de Irán, una tragedia que no cambiará por la muerte de un general iraní.
La Irán de hoy es heredera de una gran civilización y el hogar de una cultura significativa y de personas enormemente talentosas. A dondequiera que vayan los iraníes en el mundo, prosperan como científicos, doctores, artistas, escritores y cineastas, excepto en la República Islámica de Irán, cuyas exportaciones más famosas son los atentados suicidas, ciberterrorismo y líderes de milicias. El mero hecho de que Soleimani fuera probablemente el iraní más famoso de la región deja en evidencia el vacío absoluto de este régimen y la manera en que ha desperdiciado las vidas de dos generaciones de iraníes por estar buscando la dignidad en todos los lugares incorrectos y de todas las peores maneras.
La otra cosa que sé es que en el Medio Oriente, todas las políticas importantes suceden la mañana siguiente a la mañana siguiente.
Sí, en los próximos días habrá protestas ruidosas en Irán, se quemarán banderas estadounidenses y habrá mucho llanto por el “mártir”. Pero, ¿qué sucederá la mañana siguiente a la mañana siguiente? Habrá miles de conversaciones discretas dentro de Irán que no serán reportadas. Esas conversaciones serán sobre la parodia que tienen como gobierno y cómo ha desperdiciado gran parte de la riqueza y el talento de Irán en un proyecto imperial que ha hecho que el país sea odiado en el Medio Oriente.
Y sí, a la mañana siguiente, los aliados árabes sunitas de Estados Unidos celebrarán discretamente la muerte de Soleimani. Sin embargo, no debemos nunca olvidar que ha sido la disfunción de muchos de los regímenes árabes sunitas —su falta de libertad, educación moderna y empoderamiento femenino— los que los ha debilitado tanto que Irán fue capaz de dominarlos desde adentro con sus aliados.
Escribo estas líneas mientras vuelo sobre Nueva Zelanda, donde se puede ver y sentir el humo de los incendios forestales a 4000 kilómetros de distancia, sobre el este de Australia. La madre naturaleza no conoce el nombre de Soleimani, pero todos en el mundo árabe van a saber quién es ella. Porque el Medio Oriente, en particular Irán, se está convirtiendo en una zona de desastre ambiental: escasez de agua, creciente desertización y sobrepoblación. Si los gobiernos de la región no dejan de pelear y se unen para construir una resistencia contra el cambio climático —en vez de celebrar fraudes militares autopromovidos que conquistan estados fallidos y los hacen fracasar aún más— todos estarán condenados.
Que hace Trampa en Oriente. Apoderarse de las riquezas de los pueblos No defiende ninguna democracia todos esos son dictaduras las más asesina Arabia Saudita. Pero Dios castiga A USA CON LAS DROGAS LAS ARMAS CRÍMENES ASESINATOS PEDERASTAS TODOS LOS VICIOS DE LOS IMPERIOS DECADENTES EJEMPLO ROMA GRECIA Y OTROS YA NO SON EL IMPERIO TEMIBLE