El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó a favor de una prórroga de la ayuda por un período de seis meses
Los habitantes de la región de Idlib, el último bastión que resiste al régimen sirio, mostraron el sábado su alivio tras la votación en las Naciones Unidas de una ayuda transfronteriza que beneficia a millones de personas, pero las oenegés se mostraban alarmadas por su drástica reducción.
El viernes por la noche, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó a favor de una prórroga de la ayuda por un período de seis meses, tras semanas de negociaciones, pero Moscú impuso una reducción considerable de esa ayuda.
Después de múltiples concesiones de los países occidentales desde finales de diciembre, se adoptó una resolución de Alemania y Bélgica a este efecto por 11 votos a favor y la abstención de cuatro países: Rusia, China, Estados Unidos y el Reino Unido.
“Esta mañana me desperté y me enteré de la noticia. Me alegró mucho. Temía que no se renovara la ayuda”, dice Abu Abdo, un desplazado de 36 años.
“Me preguntaba a dónde podría ir con mis cuatro hijos”, añade este profesor, cuya escuela, situada en el sur de Idlib, fue “bombardeada por el régimen y los rusos”.
La renovación de la ayuda “contribuye a evitar una hambruna”, prosigue, mientras que los temores de una nueva catástrofe humanitaria se avivaron en las últimas semanas por una nueva escalada de la violencia.
Sensación de alivio compartida por Mohamad Abu Said, también desplazado desde el sur de Idlib, una zona que sufre intensos combates y bombardeos.
“La mayoría de nosotros vivimos gracias a estas ayudas. No hay trabajo, no hay ingresos”, lamenta este sirio de 29 años, padre de dos hijos.
– Ninguna excusa –
En vigor desde 2014, esta ayuda beneficia principalmente a las regiones que escapan al control de Damasco, en particular Idlib, donde más de 310.000 personas fueron desplazadas por un recrudecimiento de la violencia desde principios de diciembre, según las Naciones Unidas.
Hasta ahora, la ayuda procedía de Jordania, Irak y Turquía y se transportaba a Siria a través de cuatro puntos de cruce designados por las Naciones Unidas, sin la autorización oficial del régimen de Damasco.
Habitualmente renovada por un año, esta vez se prorrogó por sólo seis meses, debido a las presiones de Moscú, que también exigió que sólo se abrieran dos cruces y únicamente en la frontera turca.
Rusia, aliada del régimen de Damasco, así como China, vetaron en diciembre un texto propuesto por los europeos para renovar la ayuda en las mismas condiciones que el año anterior.
Sin embargo, para las organizaciones humanitarias sobre el terreno, este nuevo texto no permitirá satisfacer las necesidades de la población local.
“La resolución votada no beneficia 100% al pueblo sirio”, lamenta Fouad Sayyed Issa, miembro de la oenegé local “Violet”.
Inger Ashing, directora de Save the Children, afirma que “no hay excusa para limitar el alcance de la resolución en un momento en que miles de civiles viven en campos a cielo abierto y continúan los ataques contra la infraestructura civil”.
El viernes, el Comité Internacional de Rescate (IRC) condenó el texto votado por las Naciones Unidas, en particular debido al cierre del cruce entre Irak y Siria.
Esto “pondrá fin a las ayudas médicas cruciales y pondrá en peligro al menos a la mitad de la respuesta humanitaria en el noreste de Siria”, deplora la oenegé, que estima que el año pasado pasaron por este puesto unos 40 camiones.
A pesar de una tregua anunciada a finales de agosto, Damasco y Moscú multiplicaron los mortíferos bombardeos sobre Idlib en las últimas semanas, antes que Rusia anunciara un nuevo cese del fuego, que supuestamente entraría en vigor el domingo.
La región ya fue escenario de una ofensiva de envergadura entre abril y agosto, que provocó el desplazamiento de más de 400.000 personas, según las Naciones Unidas.
La guerra en Siria, desencadenada en 2011 con la represión del régimen a manifestaciones prodemocracia, ya se cobró más de 380.000 vidas y obligó a más de la mitad de la población a desplazarse.