BAGDAD — Las paredes de la embajada estadounidense en Bagdad seguían en llamas y miembros de grupos armados a favor de Irán seguían coreando amenazas, cuando el primer ministro de Irak intentó explicarle la situación al presidente Donald Trump.
“Irak está en el medio de una disputa entre un amigo que está a más de 8000 kilómetros de distancia de nosotros y un vecino que hemos tenido por 5000 años”, dijo el primer ministro Adel Abdul-Mahdi en una llamada telefónica con Trump en el día de Año Nuevo, según cuenta Abdulhussain al Hunain, un asesor cercano. “No podemos cambiar la geografía ni la historia, esta es la realidad en Irak”.
Irak está atrapado en el medio.
A muchos iraquíes les molestó que Estados Unidos violara la soberanía de su país al realizar ataques aéreos en su territorio. En diciembre, una racha de ataques ocasionó la muerte de al menos veinticuatro miembros de una unidad militar iraquí que apoya a Irán, lo que terminó provocando la agresión a la embajada estadounidense.
La semana pasada, durante otro ataque, perdieron la vida el comandante más importante del Ejército iraní, el jefe encargado de una coalición de milicias iraquíes y otras ocho personas, por lo que el parlamento de Irak votó a favor de expulsar a las fuerzas estadounidenses del país y, durante las primeras horas del miércoles, Irán contraatacó dos bases militares de Estados Unidos en Irak.
Según un importante funcionario iraquí, ceder a la presión política y hacer salir del país a los soldados estadounidenses sería un “desastre” para Irak, tanto militar como económicamente.
La misión principal de los casi 5200 soldados estadounidenses apostados en unas cuantas bases por todo Irak es ayudar a combatir al Estado Islámico. Según el funcionario iraquí, si esos efectivos se van, no solo se perjudicaría esa lucha, sino que también habría una serie de efectos secundarios, desde la retirada de tropas de otros países de la coalición hasta grandes dificultades financieras si, como ha amenazado Trump, Estados Unidos le impone sanciones económicas a Irak.
“Sí, hay mucha presión por parte de nuestro pueblo para que los soldados se vayan”, dijo el funcionario, quien pidió mantener su anonimato porque no ha sido autorizado para dar declaraciones a los periodistas. “Pero podemos soportar esa gran presión mucho mejor de lo que podríamos soportar la retirada de los estadounidenses”.
Sin embargo, por ahora, Abdul-Mahdi parece proseguir con los planes de cumplir la voluntad del parlamento. El 10 de enero, afirmó que le había solicitado al secretario de Estado Mike Pompeo que enviara una delegación de Estados Unidos para definir los pasos para la retirada.
Pompeo respondió que Estados Unidos no lo haría, pese a que el Ejército estadounidense repite con frecuencia que es un invitado del gobierno iraquí y que acatará las exigencias de su anfitrión.
“Estamos dispuestos a continuar la conversación con los iraquíes sobre cuál es la estructura adecuada”, afirmó Pompeo el 10 de enero en una rueda de prensa. Pero la misión de Estados Unidos en Irak es entrenar a las fuerzas iraquíes para combatir al Estado Islámico, afirmó, y “vamos a continuar con esa misión”.
Luego de la votación del parlamento iraquí del 5 de enero, Trump amenazó con imponer “sanciones muy grandes, como nunca las han visto” a Irak si el país decidía expulsar a las fuerzas estadounidenses. También dijo que Irak tendría que reembolsarle a Estados Unidos los miles de millones de dólares que habían invertido en una importante base aérea.
Para muchos iraquíes, expulsar a los estadounidenses era una tarea pendiente desde hace tiempo. Aunque muchos siguen estando agradecidos con Estados Unidos por haber derrocado al antiguo dictador Sadam Husein y haber combatido junto a las fuerzas iraquíes para expulsar al Estado Islámico, siguen resentidos por los errores y decisiones del Ejército estadounidense, entre ellos el enorme número de víctimas civiles durante la guerra resultante de la invasión y el humillante abuso a los prisioneros en Abu Ghraib.
Los recientes ataques aéreos estadounidenses asesinaron a combatientes aliados de los iraníes que también formaban parte de las fuerzas de seguridad de Irak y muchos iraquíes consideraban héroes por su papel en la lucha contra el Estado Islámico. Al parecer, la gota que derramó el vaso fue el ataque del dron estadounidense de la semana pasada que liquidó al líder del Ejército iraní, el general Qasem Soleimani, y al jefe encargado de las Fuerzas de Movilización Popular de Irak, los grupos armados que han combatido al Estado Islámico.
“Estamos en un estado de entusiasmo aquí en Irak”, dijo Al Hunain. “El proceso de retirada de Estados Unidos restablece en parte la dignidad de Irak tras los ataques aéreos y las violaciones a la soberanía iraquí”.
Ese sentimiento es especialmente fuerte entre los musulmanes chiitas, quienes conforman la mayoría en Irak. Muchos tienen vínculos con la teocracia chiita de Irán. Desde hace tiempo, el gobierno iraní ha buscado que se produzca la expulsión de los soldados estadounidenses porque los considera una amenaza en su frontera.
Sin embargo, el voto unánime en el parlamento —realizado al calor del momento, sin consideración de las posibles consecuencias y costos para el país— hace creer que la unidad es mayor de lo quizá sea en realidad. Solo 170 de los 328 miembros votaron, y la mayoría de los miembros musulmanes sunitas y kurdos se negaron a asistir.
Al Hunain, asesor principal del primer ministro, dijo que Abdul-Mahdi esperaba que si las fuerzas estadounidenses se iban, Irán dejaría de preocuparse por los problemas derivados de su presencia en materia de seguridad y dejaría en paz a Irak.
Importantes funcionarios del gobierno iraquí, diplomáticos y académicos plantearon el escenario opuesto: sin los dólares de Estados Unidos y aislado de Occidente, Irak podría verse obligado a arrojarse a los brazos de Irán.
Igual de preocupante —incluso para Irán— es el riesgo de que el Estado Islámico regrese si no hay estadounidenses que ayuden a combatirlo. El grupo extremista sunita ya no controla territorios en Irak y está bastante diezmado, pero todavía lanza ataques casi a diario.
Otro funcionario iraquí de alto rango y también un importante diplomático occidental afirmaron que si los estadounidenses se retiran, también lo harán los europeos y otras fuerzas de la coalición que dependen del apoyo técnico y logístico de Estados Unidos. Por ejemplo, el hospital estadounidense en el aeropuerto internacional de Bagdad atiende al personal de los treinta países que conforman la coalición internacional.
Las sanciones económicas con las que amenaza Trump estarían diseñadas no solo para castigar a Irak sino también para ampliar de manera eficaz la campaña de presión contra Irán. Las economías de ambos países están estrechamente ligadas.
Irak correría el riesgo de perder su principal fuente de dólares porque su cuenta en el Banco de la Reserva Federal de Nueva York podría quedar congelada. Irak deposita allí los ingresos de sus ventas petroleras y los retira para pagar contratos y salarios gubernamentales.
Estados Unidos también podría eliminar las exenciones que le permiten a Irak comprar gas iraní para alimentar sus generadores eléctricos en el sur, los cuales suministran al menos el 35 por ciento de la energía del país. Irak podría buscar otra fuente, pero quizá sea difícil conseguir una con tal premura. La otra opción —utilizar menos electricidad— podría generar inestabilidad en el sur cuando las temperaturas comiencen a subir, como ya sucedió con los cortes de electricidad en 2018.
Las compañías estadounidenses y de otros países podrían reducir o suspender sus operaciones si no se garantiza su seguridad. Varios contratistas estadounidenses abandonaron el país en los días siguientes a la muerte de Soleimani para no estar en la línea de fuego.
Hasta el momento, Abdul-Mahdi parece estar dispuesto a enfrentar esas posibles consecuencias. Si alberga algún deseo de realizar concesiones, lo ha mantenido en silencio, quizás por cautela debido al clima político antiestadounidense.
“Parece que las opiniones y la toma de decisiones en la oficina del primer ministro están virando hacia el este”, afirmó un importante funcionario iraquí. “Están prácticamente en negación sobre cuán drástica es la ruta que están tomando”.
Según Joost Hiltermann, director del programa de Medio Oriente y África del Norte del International Crisis Group, el problema es que nadie en el gobierno considera seriamente llegar a un punto medio.
“Los iraquíes no quieren ni a Estados Unidos ni a Irán, pero si tuvieran que quedarse con uno, preferirían tener a ambos porque se equilibran mutuamente”, afirmó Hiltermann. “Estados Unidos es un contrapeso para Irán”.
Grafitis en las paredes que rodean a la embajada de Estados Unidos en Bagdad, el jueves 9 de enero de 2020. (Foto Sergey Ponomarev/The New York Times).