DUBUQUE, Iowa — Hace casi exactamente cuatro años, Donald Trump llegó a un hangar de este aeropuerto, hizo un donativo para un grupo que proporciona perros de asistencia a los veteranos y, antes de invitar a algunos niños a correr por su Boeing 757, criticó las guerras en Medio Oriente a las que muchas familias locales habían enviado a pelear a sus hijos e hijas.
“Soy un tipo que no quiso ir a la guerra”, le dijo a una multitud de varios cientos de personas. “Es totalmente injusto; es un desastre”, añadió, con la promesa de que si alguna vez desplegaba al Ejército en algún lugar, sería “tan fuerte y tan poderoso que nadie se volverá a meter con nosotros nunca jamás”.
Ese noviembre, el condado de Dubuque votó por el Partido Republicano en las elecciones presidenciales por primera vez desde 1956, cuando Dwight Eisenhower contendía en los comicios.
El éxito de Trump en lugares como Dubuque —con una extensa población de obreros blancos, afines a los sindicatos y católicos— recompuso al electorado republicano. Y su camino hacia un segundo periodo depende mucho de si esos votantes vuelven a darle la espalda al Partido Demócrata.
Sin embargo, el fantasma de un nuevo conflicto en Medio Oriente —esta vez con Irán— amenaza a la coalición política creada por Trump en 2016 cuando se enfrentó a un Partido Republicano que muchos votantes consideraban como indiferente e insensible, en especial cuando se trataba del costo humano de la guerra.
“Todo lo que ha estado diciendo es ‘Vamos a salir de ahí; vamos a salir de ahí; vamos a salir de ahí’”, comentó Mark Blume, un contratista de Dubuque que se detuvo una noche de la semana pasada, después del trabajo, en la Legión Estadounidense local a tomarse una cerveza.
Blume, quien fue criado en un hogar de demócratas en Nueva York y dice haber votado por los republicanos y por los demócratas en las elecciones presidenciales pero que en 2016 no votó ni por Trump ni por Hillary Clinton, expresó su agotamiento por el estilo impredecible del presidente.
“Está poniendo a esos chicos en una situación de riesgo”, añadió Blume. “Lo que dice y lo que hace son dos cosas diferentes, y eso es lo que no me gusta de él”. (De hecho, Trump no siempre estuvo en contra de ir a la guerra con Irak como ha recalcado; al principio, manifestó su apoyo después de que comenzó la invasión en 2003).
Si las tensiones con Irán se siguen intensificando, Trump corre el riesgo de convertirse en el presidente de los conflictos bélicos que, según él, nunca quiso ser. Además, ha tenido problemas para conciliar las incongruencias de su política exterior y ha hecho que algunos votantes se pregunten cuál es su posición como comandante en jefe: si será el presidente que aplastó al Estado Islámico y detendrá “guerras interminables”, como suele afirmar, o una persona inestable que toma decisiones y en el transcurso de tres meses ordena que salgan sus tropas de Siria y luego despliega a miles de soldados más con el fin de prepararse para un posible conflicto con Irán, tras ordenar eliminar a uno de sus generales más importantes con un dron.
Aunque a menudo se atribuye la victoria de Trump en 2016 a su grito de guerra nacionalista para reducir la inmigración, restringir el comercio y para que el país recuperara una “grandeza” perdida, una de las partes más ignoradas del programa “Estados Unidos primero” fue su promesa de acabar con lo que ha definido como una “irresponsable globalización intervencionista”.
Fue en especial impactante su argumento de que al sistema político no le preocupaba la vida de los estadounidenses (cuando dijo que ambos partidos eran indiferentes al sufrimiento de los estadounidenses de la clase media mientras impulsaban políticas que ayudaban a casi todos los demás, desde grandes corporaciones hasta inmigrantes ilegales del país).
Según un estudio, esto tuvo una profunda resonancia en Iowa y otras regiones del medio oeste, donde traspasó el “muro azul” de los demócratas en Michigan, Wisconsin y Pensilvania por un reducido margen de 77.000 votos.
Un factor que le ayudó a estar en el límite en estos estados se atribuye a las comunidades que han pagado un alto costo luego de casi 20 años de guerra.
En un estudio sobre la proporción de víctimas del Ejército a nivel de los estados y condados se descubrió que Trump obtuvo muchos más votos que el candidato republicano de 2012, Mitt Romney, en lugares que tuvieron porcentajes de víctimas desproporcionadamente más altos.
Los autores del estudio, Douglas Kriner de la Universidad Cornell y Francis Shen de la Facultad de Derecho de la Universidad de Minnesota, posteriormente excluyeron las características demográficas que tendían a solaparse con la base de Trump: raza, nivel de escolaridad, ingreso y densidad de población. Y determinaron que incluso en los condados predispuestos a apoyar a Trump porque había más población blanca, rural, pobre y con menos estudios, de todas formas superó a Romney de manera importante.
Concluyeron que esto no solo ayudó a Trump a ganar las elecciones, sino también pudo haber decidido la contienda. Su modelo determinó que si los porcentajes de víctimas eran solo un poco más bajos en Pensilvania, Michigan y Wisconsin, estos tres estados hubieran podido votar por Hillary Clinton.
“Las zonas del país que han experimentado la guerra de manera más cercana estaban buscando a alguien que terminara con estas malditas guerras”, dijo Shen en una entrevista. “Y en Trump encontraron a alguien que al menos les decía que eso es lo que haría”.
La forma en que el presidente habla sobre el costo de la guerra y sobre la política exterior de Estados Unidos que le precedieron hacía resonancia con las otras divisiones clasistas que han definido su atractivo político populista.
Al hacer eso, amplió la base de apoyo de su partido, incluso cuando refutó décadas del orden establecido de los republicanos que estaban a favor de un enfoque más activo y de mano dura sobre el uso de los soldados estadounidenses.
No obstante, su belicosidad reciente contra Irán ha desconcertado a algunos de sus partidarios que fueron atraídos por el aspecto no intervencionista de sus promesas de “Estados Unidos primero”.
“Con la idea de Estados Unidos primero, íbamos a salirnos de estas guerras,”, señaló Allen Chesser, de Spring Hope, Carolina del Norte, a 40 minutos aproximadamente de Raleigh. “Creo que eso es lo que todos pensaron que íbamos a obtener”.
Chesser, quien estuvo once meses en Irak en 2005 y 2006 y regresó a trabajar en las fuerzas del orden antes de contender sin éxito para el Congreso, comentó que él y otras personas que creyeron en la visión de Trump sobre la política exterior se habían consternado cuando gran parte del Partido Republicano se alineó con él tras el asesinato del general Qasem Soleimani, el poderoso comandante iraní.
“Esos son los que llamaríamos conservadores; son patriotas. Han peleado y pagado el precio”, afirmó. Pero, dijo, “como no estoy de acuerdo, ¿de alguna manera soy antiTrump, lo que en cierta forma me hace antirrepublicano y disminuye mi patriotismo? No lo entiendo”.
Algunos de los aliados más destacados de Trump le están advirtiendo sobre los riesgos políticos inherentes que existen al intensificar todavía más el conflicto con Irán.
“Es importante que el presidente recurra a su buen juicio, que no escuche a las mismas personas que, para empezar, nos metieron en Irak”, dijo la otra noche en su programa la presentadora de Fox News, Laura Ingraham.
En el Centro de Libertad de los Veteranos, Jim Wagner, un veterano de 71 años de la Guerra de Vietnam y demócrata de toda la vida, comentó que no podía comprender cómo alguien le creyó a Trump cuando dijo que terminaría con las guerras. “Trump está tan metido en eso que creen que es genial”, afirmó. “Creen que es divertido. Para mí, no lo es”.
Los demócratas como él han hecho una especie de retorno en Dubuque. En las elecciones intermedias de 2018, la demócrata local Abby Finkenauer, quien destacó el origen de la clase obrera de su familia y sus raíces sindicales, aplastó al congresista republicano titular en el primer distrito del Congreso de Iowa.
Mientras Blume pedía otra ronda de cervezas en la Legión Estadounidense, pensó en los últimos tres años del gobierno de Trump. “Ha hecho que mi vida sea mejor”, señaló, refiriéndose al flujo constante de trabajo que ha tenido como contratista debido al buen estado de la economía. “No me ha faltado trabajo”.
Blume consideró la posibilidad de que Trump pudiera ser reelecto… y de que incluso votara por él.
“No será el fin del mundo”, comentó, mientras pensaba en esa posibilidad. “Bueno”, añadió luego con una risa nerviosa.
Ray Harrington, un veterano de Afganistán, dice que está destrozado por las medidas recientes del presidente Donald Trump en Irán. (Daniel Acker/The New York Times)