Justo cuando más lo necesitaba, aprendí una lección de valentía de Lynda Wolters, a quien, al poco tiempo de cumplir 49 años, le diagnosticaron un cáncer que hasta la fecha no tiene cura. Como había crecido acostumbrada al trabajo arduo en una granja de Idaho, Wolters llevaba una vida saludable, le gustaba hacer baile de salón, equitación, canotaje y senderismo cuando no estaba en su trabajo en un bufete de abogados. Luego, como escribió en su libro de reciente publicación, “Voices of Cancer”:
“Todo cambia con el cáncer, todo. La vida nunca volverá a ser igual, ni siquiera en las cosas más pequeñas, hay algo que siempre va a ser diferente. No puedes volver a ser quien eras antes, así que acéptalo y crece con eso y a partir de eso. Encuentra a tu nuevo yo en tu nueva vida y asegúrate de que sea maravillosa”.
Desde hace mucho he sido una persona necia e independiente que se rebela contra cualquier enfermedad que me impida realizar mis actividades cotidianas. Para labores que me creo capaz de hacer sola, suelo evitar pedir ayuda. Pero al leer este libro, finalmente entiendo la importancia de aceptar y ajustarme a una “nueva normalidad” ahora que mi cuerpo artrítico y envejecido se rebela contra las actividades que alguna vez desempeñé con facilidad. Como barrer y meter en bolsas las hojas secas que caen en mi casa, cuidar mi jardín, preparar una comida para las visitas, recibir invitados, caminar muchos kilómetros o incluso visitar un museo durante más de una hora.
Ahora entiendo bien que una vida exitosa no es necesariamente la vida perfecta que me imaginé que tendría al envejecer. Más bien es una vida que se adapta a los golpes, a las circunstancias cambiantes y saca provecho del aquí y el ahora. Esa es una lección que debí haber aprendido hace décadas. No debería compararme con un ideal o con lo que pudo haber sido.
Más bien debo aprender a aceptar mis limitaciones, pedir ayuda cuando la necesito y solo dedicarme a las actividades que puedo realizar sintiendo poco o casi nada de dolor. Debo aprender a decir “no” cuando sé en mi corazón que decir “sí” sería un terrible error. Estoy comenzando a entender que la soberbia realmente va antes de la caída . (Por supuesto, me doy cuenta de que aceptar las limitaciones crónicas de la artritis no es lo mismo que enfrentarse a una enfermedad mortal).
No es como si nunca hubiera conocido a gente que tuvo que reinventarse luego de que un problema grave de salud alteró sus planes de vida. Había entrevistado a Wendy S. Harpham en 2003 cuando su primer libro “Diagnosis: Cancer”, fue publicado. Harpham tenía 36 años, era madre de tres hijos muy pequeños con un consultorio privado de medicina clínica, una carrera que amaba, cuando se enteró de que tenía un peligroso linfoma sin una cura conocida. Varias reincidencias y sus tratamientos debilitantes la obligaron a cerrar su consultorio, luego la motivaron a comenzar una segunda carrera como escritora de libros para ayudar a las personas con cáncer y a sus seres queridos a lidiar con esta enfermedad de la mejor manera posible.
“Cuando mi cáncer volvió y mi prognosis empeoró, decidí lidiar con la incertidumbre haciendo las cosas lo mejor que pudiera ese día, cada día, viviendo la vida más plena posible dentro de los límites de mi supervivencia”, dijo Harpham, que ahora tiene 65 años y está más que emocionada de ser una abuela muy comprometida de cinco nietos. “Tuve que aprender a aceptar mis limitaciones. Pero primero tuve que guardar luto por las cosas que había perdido, mi consultorio, mi fuerza, mi habilidad de hacer muchas cosas a la vez, antes de que pudiera seguir adelante y aceptar lo que me quedaba”.
En un artículo que escribió para Oncology Times, Harpham sugirió que los pacientes buscaran crear “una nueva normalidad temporal” para sobrellevar los cambios inesperados de manera saludable y con esperanza. Esto implica establecer rutinas que les permitan navegar el día, ajustando sus expectativas de maneras que puedan minimizar su ansiedad y las sorpresas desagradables.
A decir verdad, con o sin cáncer o cualquier otro padecimiento que te altere la vida, todos seríamos mucho más felices si nos concentráramos más en lo que es posible en términos físicos, emocionales y sociales en este momento en lugar de lamentarnos por lo que alguna vez fue y nunca volverá a ser. Conforme envejecemos, o a cualquier edad, desarrollamos enfermedades que limitan nuestras capacidades, o bien perdemos seres queridos, nuestras rutinas o relaciones que jamás volverán a ser las mismas. Sin embargo, Harpham dice que las nuevas reglas, amistades y habilidades que desarrollamos pueden mejorar nuestra vida.
Para los pacientes con enfermedades que alteran el estilo de vida o para cualquiera que simplemente está envejecido, es de gran ayuda simplemente sobrellevar los cambios y sacar lo mejor del aquí y el ahora. (Gracia Lam/The New York Times)