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Los senadores luchan contra un enemigo constante del juicio político: su propia incomodidad

Los senadores luchan contra un enemigo constante del juicio político: su propia incomodidad
El presidente del tribunal, John Roberts, es juramentado por el senado pro tempore Chuck Grassley para presidir el histórico juicio de juicio político del Senado.

WASHINGTON — Cuando el juicio político del presidente Donald Trump llegaba a su tercer día, el jueves 23 de enero, los fiscales demócratas que presentaban sus argumentos a favor de la destitución del presidente reprodujeron un video de 1999 del senador Lindsey Graham, ahora uno de los defensores más acérrimos de Trump, que contradecía un principio central de la defensa jurídica del presidente.

Los senadores alargaron el cuello desde sus curules para tratar de ver la reacción de Graham a que sus palabras se usaran en su contra, pero este no estaba en su lugar, ni siquiera estaba en la sala, y su compañero de curul se quedó dando unos golpecitos a la silla vacía.

La ausencia de Graham, el senador republicano de Carolina del Sur, ilustró una realidad emergente para los senadores mientras asisten a un procedimiento constitucional con graves consecuencias políticas: aun cuando eres una de las cien personas que pondera el destino de un presidente en el tercer juicio de este tipo en la historia de la nación, puedes sentirte incómodo.

“Estamos haciendo lo mejor que podemos”, dijo el senador republicano de Dakota del Norte Kevin Cramer. “Desde cada descanso y cada interrupción, si lo quieren ver así, hasta estar sentados en la curul, hay un poco menos de disciplina”.

A pesar de que las reglas del juicio político exigen que se sienten en silencio en sus curules cuando el procedimiento esté llevándose a cabo, los senadores se han escapado cada vez con más frecuencia para tomar descansos cortos o largos, para incluir una escala en el sanitario, hacer llamadas telefónicas e incluso aparecer en televisión por cable. La tarde del jueves, mientras los gestores demócratas del juicio político se turnaban para tomar el estrado durante el segundo día completo de presentaciones, se pudo ver que al menos diecinueve senadores abandonaron brevemente sus lugares.

Algunos se levantaban de sus sillas y cruzaban la sala para hablar discretamente con alguien más, mientras que otros salían de la habitación durante lapsos de quince a veinte minutos y se les podía ver en el guardarropa hablando por teléfono.

Mientras la senadora de California Dianne Feinstein, de 86 años, se retiraba del juicio el miércoles 22 de enero, casi una hora antes de que la sesión terminara, les deseó “buenas noches” a los reporteros congregados en los corredores (un vocero de Feinstein dijo que no se había estado sintiendo bien).

Un día antes, la senadora republicana de Tennessee Marsha Blackburn apareció en Fox News, mientras sus colegas estaban sentados al interior de la cámara escuchando un tenso debate entre los gestores del juicio político de la Cámara de Representantes y el equipo de la defensa de Trump.

Los que permanecen en sus curules han adoptado algunas distracciones complejas. Al senador republicano de Kentucky Rand Paul, quien estaba ocupado con un crucigrama el miércoles, se le vio el jueves trabajando minuciosamente en un detallado dibujo del Capitolio. En dos ocasiones, se vio al senador republicano de Texas John Cornyn consultando el reloj de Apple en su muñeca, a pesar de la prohibición del uso de aparatos electrónicos. A varios senadores, en un aparente intento de despertarse, se les pudo ver mascando chicle vigorosamente. Durante la pausa para el almuerzo del jueves, el senador republicano de Carolina del Norte Richard Burr repartió unos “fidget spinners” a sus 52 colegas republicanos, lo mejor para entretenerse.

De vez en cuando, la atmósfera se parecía a la de un salón de escuela primaria, en mucho y en poco.

Todas las mañanas, el sargento de armas advierte a los senadores que “bajo pena de prisión” no deben hablar durante el juicio. Colocan sus teléfonos y otros dispositivos electrónicos cada tarde en cubículos especialmente diseñados para ese propósito.

Un precedente que estableció en 1966 el exsenador Everett McKinley Dirksen, a quien le dio sed mientras daba un largo discurso, les permite a los senadores tomar leche al interior de la cámara, un privilegio que varios republicanos, incluido el senador de Arkansas Tom Cotton, han invocado durante el juicio.

Se sientan en sus curules, provistos de lápices amarillos del número dos, y subrepticiamente se hacen llegar notas e intercambian susurros. El jueves, incluso se pudo ver a un par de senadores tomar una siesta.

“Además de la salida ocasional al baño o la visita al guardarropa por un tentempié o para revisar sus mensajes de texto o correos u otra cosa”, dijo Cramer, “todos se han portado bastante bien”.

A pesar de ello, los movimientos inquietos que se vieron en la cámara la tarde del miércoles durante un tramo particularmente ansioso sacaron de quicio a uno de los gestores del juicio político.

“Veo a los miembros moverse y tomar descansos”, dijo el representante demócrata de Colorado Jason Crow, interrumpiendo su discurso. “Probablemente, me faltan otros quince minutos”.

Los republicanos dijeron que les estaba costando especial trabajo concentrarse en un argumento que llamaron repetitivo.

El senador republicano de Dakota del Sur Mike Rounds se impacientó con el representante demócrata de California Adam Schiff, el principal gestor del juicio político, quien ha hablado más que los demás seis fiscales. Schiff, dijo, “probablemente está en la séptima hora de repetir la primera hora, lo cual es frustrante. Eso significa que muchas más personas parecen no estar poniendo atención”.

Sin embargo, ha habido un consenso bipartidista sobre el hecho de que tomar descansos durante el juicio es sagrado. Los senadores van en grupo al baño, a revisar sus teléfonos y, principalmente, a pararse frente los micrófonos y las cámaras, ante los cuales pueden ventilar sus quejas y opiniones en presencia de la multitud de reporteros que los esperan.

Los micrófonos se han vuelto tan codiciados, en especial para los demócratas que están en la contienda para la candidatura presidencial, como los senadores Amy Klobuchar, de Minnesota, y Michael Bennet, de Colorado, que los legisladores suelen hacer fila para aparecer unos minutos bajo los reflectores.

Algunos incluso han usado los descansos para consultar con los equipos jurídicos de ambos bandos. La tarde del jueves, se pudo ver al senador republicano de Misuri Roy Blunt conversando con Pat Cipollone, el abogado de la Casa Blanca.

Sin embargo, después de que terminó el intermedio, los senadores regresaron obedientemente a sus curules y observaron una serie de videos que repasaban los testimonios de los testigos de la investigación para el juicio político de la Cámara de Representantes.

“Me he sentido agradablemente sorprendido por la cantidad de personas que están ahí, tan atentas”, comentó el senador demócrata de Connecticut Christopher Murphy y agregó “Siento que, en especial durante el video, todos estaban bastante interesados. Sospecho que algunos de estos republicanos no habían visto estos videos antes”.

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