Desde diciembre, las fuerzas sirias y la aviación rusa bombardean Idlib, el último bastión rebelde del país. En dos meses, 586.000 personas han huido en esa región de la guerra, según la ONU.
“Gracias a Dios, tenemos este automóvil para dormir”, dice Ghosun, una siria de 38 años que huye del avance de las tropas gubernamentales y los bombardeos rusos en la región de Idlib, en el noroeste de Siria.
“Ya pasamos dos noches aquí”, agrega, sentada en su coche estacionado al borde de la carretera, en las afueras de Maaret Misrin, un ciudad a 10 km de Idlib, la capital de la provincia del mismo nombre, controlada por los
s.
“Vamos a pasar una tercera noche. Y aquí nos quedaremos porque no sabemos adonde ir”, asegura esta madre de dos hijos, un niño y una niña, que viaja junto a su marido.
Desde diciembre, las fuerzas sirias y la aviación rusa bombardean Idlib, el último bastión rebelde del país. En dos meses, 586.000 personas han huido en esa región de la guerra, según la ONU.
Una parte de la provincia de Idlib y sus alrededores albergan a tres millones de personas que viven en condiciones extremas. La mitad de ellos son desplazados que han sido traídos de otras regiones reconquistadas por el régimen de Damasco.
En estas últimas semanas, miles de familias han huido hacia el norte de Idlib, en la frontera con Turquía, a bordo de vehículos cargados de mantas, sillas y cacerolas.
Pero muchos no pueden encontrar un techo donde protegerse del frío, por falta de medios o de lugar, en esta región sumergida por oleadas de desplazados en cerca de nueve años de guerra.
Los desplazados tampoco pueden atravesar la frontera, cerrada por Turquía desde hace un año para evitar un nuevo flujo de refugiados en su territorio, donde viven ya 3,6 millones de sirios, según la ONU.
– “Catástrofe humanitaria” –
“Hemos buscado una vivienda, pero los alquileres son muy caros ¿Donde voy a encontrar dinero?” se queja Ghosun, con el cansancio reflejado en el rostro. La mujer teme ahora carecer de medios para pagar la gasolina de su vehículo.
El miércoles, ocho oenegés denunciaron una “catástrofe humanitaria” en la región de Idlib, e instaron a un alto el fuego inmediato.
Algunas familias queman sus ropas para calentarse, informa Andrew Morely, director de la oenegé World Vision International.
“Los campamentos acogen el quíntuple de su capacidad, y los alquileres se han disparado en las ciudades del noroeste” dice por su lado el secretario general del consejo noruego para los refugiados, Jan Egeland.
En un campamento de fortuna improvisado cerca de Maaret Misrin, varias familias se ven obligadas a vivir al aire libre, según un corresponsal de la AFP.
Concebido para albergar a 350 familias, acoge a 800, y ello mientras el número de desplazados sigue creciendo.
Mustafa Hajj Ahmad forma parte de los recién llegados.
Llegó hace algunos días de la localidad de Sarmin junto a otros 30 miembros de su familia. El hombre, de unos 40 años, no ha encontrado ninguna tienda de campaña libre.
– Dormir bajo los árboles –
“Desde hace dos días dormimos bajo los árboles”, se lamenta. “No me he llevado nada. Apenas tuvimos tiempo para vestirnos” y huir.
Alaa Abud, de 38 años, y su familia decidieron ocupar un inmueble aún en construcción en la ciudad de Idlib, pues no pueden pagar un alquiler.
Con su mujer, sus cinco hijos, su hermano y sus padres, viven en habitaciones que carecen de ventanas y de puertas.
“Es algo mejor de lo que ocurre fuera. Al menos tenemos un techo” afirma Alaa.
Pero este padre de familia teme una ofensiva contra la propia ciudad de Idlib, y busca un pequeño terreno más al norte para poder montar ahí una tienda de campaña.
“Que Dios tenga piedad de nosotros. Estamos agotados”, murmura.