El expresidente egipcio Hosni Mubarak, que gobernó en Egipto durante tres décadas hasta que abandonó el poder tras un alzamiento popular, falleció este martes a los 91 años en un hospital militar.
Desde su dimisión, en febrero de 2011, tras 18 días de una revuelta sin precedentes contra su régimen, muchos fueron los rumores que cundieron sobre la salud del exjefe del Estado, tanto en la prensa como en las redes sociales.
Depresión aguda, cáncer, accidentes cardiovasculares o problemas respiratorios fueron algunas de las hipótesis lanzadas sobre la salud del expresidente, que estuvo varias veces hospitalizado en la unidad de cuidados intensivos.
El 24 de enero, su hijo, Alaa Mubarak, indicó en Twitter que su padre había sido sometido a “una operación quirúrgica y […] que se encontraba bien, gracias a Dios”.
El martes, la noticia de su deceso fue confirmada y divulgada por la televisión egipcia y la prensa local, como el diario Al Ahram.
Según los medios egipcios, el funeral militar de Mubarak tendrá lugar el miércoles.
Entre las primeras reacciones a su muerte, la presidencia actual publicó un comunicado con sus condolencias, en el que presentaba al autócrata como un “héroe de la guerra de octubre de 1973 [contra Israel]”, en la que dirigió a la fuerza aérea.
– Problemas con la justicia –
En el otro extremo del espectro político, Mohamed el Baradei, premio Nobel y figura destacada de la oposición liberal a Mubarak, también expresó su pésame a la familia.
Ayman Nur, opositor en el exilio en Truquía y excandidato a las presidenciales de 2012, declaró en un tuit de condolencias que “perdonaba” al expresidente Mubarak.
El excomandante en jefe, que lideró durante 30 años un régimen marcado por los abusos policiales y la corrupción, fue el primer presidente del país en ser procesado, aunque le absolvieron de la mayoría de cargos que pesaban contra él.
Sus problemas con la justicia se vieron eclipsados por la llegada al poder de los Hermanos Musulmanes en 2012 y por la destitución, en 2013, del presidente Mohamed Mursi por el general Abdel Fatah al Sisi, que se convirtió en presidente un año después.
Con el paso de los años, la aversión de los egipcios por el expresidente fue mudando en una suerte de indiferencia mezclada con nostalgia, pues muchos ven en su mandato un periodo de estabilidad que ahora añoran.
Su defensa contra viento y marea de los acuerdos de paz de 1979 con Israel y su fama de “moderado” dentro del mundo árabe, le granjeó amigos en Occidente, sobre todo Estados Unidos, firme aliado de Egipto desde entonces.
Israel fue uno de los primeros países que reaccionó el martes al deceso de Mubarak, con su primer ministro, Benjamin Netanyahu, alabando a un “amigo personal, un líder que condujo a su pueblo a la paz y la seguridad, a la paz con Israel”.
Por su parte, el presidente palestino, Mahmud Abas, elogió su compromiso con la “libertad y la independencia” del pueblo palestino. El Egipto de Mubarak jugó un papel de mediador de primer orden en los momentos de máxima tensión entre palestinos e israelíes.
La apertura económica adoptada durante los últimos años de su mandato propició el crecimiento del país, pero también un aumento de las desigualdades, del descontento social y de la corrupción.
– “Conciencia tranquila” –
Pero, aunque demostró ser un adversario firme contra los yihadistas de Al Qaida, Mubarak no logró frenar el auge de los Hermanos Musulmanes.
Fue el jefe de Estado egipcio con más años en el poder desde la abolición de la monarquía en 1953 y mantuvo el estado de emergencia durante todo su mandato.
Salió indemne de varios intentos de asesinato, incluido uno en Adís Abeba en 1995, cuando unos asaltantes le cortaron el paso a su comitiva y dispararon contra su vehículo, blindado, que habían llevado expresamente desde El Cairo.
“Mi vida se va acercando a su fin, gracias a Dios tengo la conciencia tranquila y estoy contento de haber pasado [mi vida] defendiendo Egipto”, declaró Mubarak durante un juicios.