Desde hace más de 30 años, la justicia estadounidense intenta que sea menos doloroso para las víctimas presentar quejas a la policía.
Durante mucho tiempo los fiscales estadounidenses se negaron a llevar ante la justicia casos de violación o agresión sexual cometidos por parejas u otros conocidos de la víctima, convencidos de que los jurados no les creerían.
Pero la condena de Harvey Weinstein en un juicio emblemático para el movimiento #MeToo posiblemente acabe con sus reticencias frente a este tipo de casos, que ocurren a menudo, dijeron juristas a la AFP.
“Los tiempos cambian rápido”, subrayó Deborah Tuerkheimer, experta en casos de violación de la Universidad Northwestern. “El movimiento #MeToo se ha estado acelerando en el último par de años y eso importa; los cambios culturales a los cuales asistimos tienen un impacto en los tribunales”.
Para Susan Estrich, abogada y profesora de derecho de la Universidad del Sur de California (USC), el solo hecho de que el fiscal de Manhattan Cyrus Vance haya decidido procesar a Weinstein en un caso complejo, centrado en las acusaciones de dos mujeres que mantuvieron relaciones consentidas con el productor de Hollywood tras las agresiones, muestra que la justicia estadounidense entró “en una nueva fase”.
El mismo fiscal había decidido en 2011 abandonar la demanda contra el exdirector gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn, acusado de agresión sexual por una mucama de un hotel de Manhattan.
– “Locas o putas” –
Estrich, que fue violada en los años 70, milita desde hace años para crear conciencia sobre las violaciones cometidas por conocidos.
Defendió con pasión las denuncias de acoso sexual de Anita Hill contra el entonces candidato a juez de la Corte Suprema Clarence Thomas en 1991 (luego fue confirmado en el cargo), en una época en que las acusadoras que conocían a su agresor eran percibidas “como locas o putas”.
“En este país, como en el mundo entero, no se consideraba una violación que una mujer fuera obligada a tener una relación sexual con alguien que conocía”, dijo.
Desde hace más de 30 años, la justicia estadounidense intenta que sea menos doloroso para las víctimas presentar quejas a la policía: hay unidades especializadas en violencia sexual en las comisarías y en los despachos de fiscales, dijo Estrich.
Pero los fiscales de los estados del país, funcionarios electos que son evaluados muchas veces por su capacidad en lograr que un acusado sea condenado, seguían sometiendo a las víctimas a interrogatorios duros, sobre todo examinando minuciosamente sus relaciones sexuales pasadas.
La jurisprudencia les prohibía además mostrar que el acusado ya había cometido otras agresiones.
Un sobrino del presidente John F. Kennedy, William Kennedy Smith, fue absuelto de violación en 1991 en Florida tras un mediático proceso. Para los observadores, solo fue hallado no culpable porque la jueza se negó a autorizar el testimonio de otras tres mujeres que también lo acusaban de agresiones sexuales.
El segundo proceso contra el comediante Bill Cosby, en 2018, marcó el primer cambio, fruto de una “larga evolución cultural”, subraya Kristen Gibbons Feden, abogada que integra el equipo de fiscales que procesó a esta leyenda de la televisión estadounidense.
La condena del comediante por agresión sexual marcó en efecto el fin de una saga judicial iniciada en 2005.
Las demandas fueron abandonadas en un principio por el fiscal local de Pensilvania, pero fueron relanzadas a fines de 2015. Un primer juicio fue anulado a falta de acuerdo del jurado. Cosby fue finalmente condenado -en abril de 2018 y después del nacimiento del #MeToo- en un segundo juicio que autorizó por primera vez el testimonio de otras cinco acusadoras.
– Pedagogía –
“Tipos como Cosby, Weinstein, [el financista Jeffrey] Epstein, [el cantante] R. Kelly, todos esos depredadores de alto vuelo fueron protegidos durante mucho tiempo por las instituciones” hasta que el #MeToo hizo saltar el cerrojo, dijo Gibbons Fedden.
El movimiento “dio a los fiscales y a los policías las ganas de investigar estos crímenes, el coraje de llevar ante los tribunales casos complejos, y la pedagogía necesaria a los jurados para comprender y rechazar mitos poderosos utilizados para desacreditar a las víctimas”, explicó.
El juicio Weinstein ilustra estos esfuerzos de pedagogía: la acusación llamó a testificar a una experta, la psiquiatra Barbara Ziv, que explicó que las víctimas de violación muchas veces conocen a su agresor, permanecen muchas veces en contacto con él y no le cuentan a nadie lo que sucedió.
Aunque esto prueba que “los jurados pueden creer” a víctimas que ofrecen un testimonio complicado, la condena de Harvey Weinstein no significa que ahora será más fácil llevar ante tribunales violaciones cometidas por conocidos, matiza Debra Tuerkheimer.
Varios factores jugaron a favor de la acusación en el juicio de Weinstein, sostuvo. Primero, la cantidad de mujeres dispuestas a testificar en su contra, seis. Luego, que eran todas blancas, de clase media, testigos que los jurados creen más fácilmente que a mujeres pobres y/o que pertenecen a minorías, subrayó.
A la espera de que la tendencia se confirme en las cortes, Estrich cree que el número de denuncias de violación -el delito violento menos denunciado a las autoridades- seguirá aumentando. Y que las mujeres “se ayudarán unas a otras” cada vez más frente a las agresiones sexuales.