Los nuevos controles asiáticos para el coronavirus deberían ser preocupantes para el mundo

Los nuevos controles asiáticos para el coronavirus deberían ser preocupantes para el mundo
El Aeropuerto Internacional de Kansai en Osaka, Japón, prácticamente vacío el 31 de marzo de 2020 (Hiroko Masuike/The New York Times).

En China, los vuelos internacionales han sido reducidos tan severamente que los estudiantes chinos que viven en el extranjero se preguntan cuándo podrán regresar a sus hogares.

En Singapur, los ciudadanos que acaban de regresar a su país deben compartir los datos de ubicación de sus teléfonos con las autoridades diariamente, para demostrar que están cumpliendo con las cuarentenas ordenadas por el gobierno.

En Taiwán, un hombre que había viajado al Sudeste Asiático recibió una multa de 33.000 dólares por escabullirse a un club cuando se suponía que debía estar en cuarentena en su casa. En Hong Kong, una niña de 13 años, que fue vista afuera de un restaurante portando una pulsera localizadora para monitorear a personas en cuarentena, fue seguida, grabada y posteriormente humillada en línea.

En toda Asia, países y ciudades que parecen haber controlado la epidemia del coronavirus están súbitamente restringiendo sus fronteras e imponiendo medidas de contención más estrictas, temerosos de que llegue una nueva oleada de infecciones importadas desde algún otro lugar.

Estas medidas presagian un panorama preocupante para Estados Unidos, Europa y el resto del mundo que todavía está combatiendo un brote creciente: el éxito que tenga cualquier país para contener el virus podría ser frágil y el mundo podría permanecer en una especie de cuarentena indefinida.

Incluso cuando el número de nuevos casos empiece a declinar, los obstáculos para viajar y las prohibiciones en muchos lugares podrían prolongarse hasta que se consiga una vacuna o un tratamiento. El riesgo es que, de lo contrario, la infección vuelva a aparecer dentro de sus fronteras, especialmente dada la prevalencia de personas asintomáticas que podrían portar el virus sin saberlo.

Tras un repunte reciente de casos vinculados con viajeros internacionales, China, Hong Kong, Singapur y Taiwán prohibieron por completo la entrada de extranjeros en los últimos días. Japón ha bloqueado la entrada de visitantes provenientes de la mayoría de los países europeos y está considerando negarles la entrada a viajeros de otros países, incluyendo Estados Unidos. Corea del Sur impuso controles más estrictos, obligando a los extranjeros que llegan al país a someterse a una cuarentena en instalaciones gubernamentales durante 14 días.

“Los países han tenido verdaderas dificultades para implementar sus propias soluciones internas, y esas soluciones internas son insuficientes para un problema sanitario transnacional de escala mundial”, afirmó Kristi Govella, profesora adjunta de estudios sobre Asia en la Universidad de Hawái, campus Manoa.

“Incluso los países que han tenido éxito relativo en su gestión de la pandemia están tan a salvo como los eslabones más débiles del sistema”, afirmó, añadiendo que, sin la cooperación entre países, “cerrar las fronteras es una de las maneras en que los gobiernos individuales pueden controlar la situación”.

El virus, que surgió en Asia y se propagó a Occidente, tiene el riesgo de repuntar. Los ciudadanos preocupados por los brotes en Europa y Estados Unidos corrieron de vuelta a sus países tras darse cuenta de que estaban en medio de los nuevos epicentros de la pandemia.

Casi de inmediato, algunos países y ciudades en Asia empezaron a ver un incremento de nuevos casos, por lo general tras detectar a pasajeros infectados en los aeropuertos cuando pasaban por los controles médicos. Hong Kong, que había estado reportando menos de diez casos nuevos al día, súbitamente empezó a ver un repunte, llegando incluso a 65 nuevos casos en un día. En Japón, donde las infecciones han permanecido relativamente controladas, los casos empezaron a incrementarse el mes pasado en Tokio, a medida que los viajeros regresaban del extranjero.

Para intentar contener la afluencia de infecciones, los gobiernos han tomado medidas drásticas en sus fronteras.

Corea del Sur, que ha sido elogiada a nivel mundial por aplanar la curva rápidamente tras un pico inicial explosivo de infecciones, inicialmente les solicitó a los viajeros provenientes de ciertos países que se sometieran a una cuarentena. Esta semana, decidió expandir la lista de países para incluir a todo el mundo.

Japón empezó por poner en cuarentena a los viajeros, pero ahora prohíbe directamente la entrada a viajeros provenientes de la mayoría de Europa. Está analizando establecer mayores prohibiciones a viajeros de otros países, como Estados Unidos.

China, Hong Kong, Singapur y Taiwán sencillamente han cerrado sus fronteras a prácticamente todos los extranjeros.

“Creemos que, en la situación actual de la epidemia, minimizar las actividades innecesarias de entrada y salida es una medida responsable y oportuna para proteger eficazmente la vida, seguridad y salud física de todo el personal chino y extranjero”, afirmó Liu Haitao, director general de gestión y control fronterizo de la Administración Nacional de Inmigración en China.

Incluso algunos residentes están teniendo grandes dificultades para llegar a casa. En China continental, donde los líderes están ansiosos por declarar que la peor etapa de la epidemia que inició allí ha terminado, los nuevos controles fronterizos han forzado a la mayoría de las aerolíneas extranjeras a reducir sus vuelos a uno por semana. Los precios de los boletos se han disparado y las reservaciones se cancelan constantemente.

Alex Fei, un estudiante chino en una universidad de Canadá, ha tenido dificultades para volver. Sus vuelos han sido cancelados dos veces: la primera vez, después de que Hong Kong prohibiera los vuelos de conexión a través de su centro de viajes, y la segunda cuando la aerolínea suspendió un vuelo directo de Vancouver a Shanghái.

Fei afirmó que quizá no tenga más remedio que quedarse en Canadá. “Por el momento, las manos de los estudiantes en el extranjero están atadas”, dijo.

Los ciudadanos que sí logran regresar a Asia por lo general son sometidos a una estricta vigilancia mientras cumplen su tiempo de cuarentena. En algunos casos, los gobiernos están usando instrumentos de la justicia penal para hacerlos cumplir el periodo de aislamiento.

Hong Kong, una ciudad china semiautónoma, inicialmente había logrado contener su primer brote de coronavirus con medidas oportunas como el cierre de escuelas y oficinas gubernamentales y restricciones a viajeros provenientes de China continental.

Pero a medida que estudiantes y expatriados regresaron huyendo de Europa y Estados Unidos en marzo, las autoridades advirtieron que una nueva oleada de casos importados estaba empezando a saturar los hospitales. El 19 de marzo, la jefa ejecutiva de Hong Kong, Carrie Lam, prohibió la entrada de todos los no residentes. Los residentes que regresan están siendo examinados al llegar al país.

Durante una cuarentena de 14 días en casa, portan pulseras localizadoras y sus movimientos son monitoreados a través de una aplicación móvil. Lam afirmó que más de 200.000 personas estaban cumpliendo actualmente cuarentenas en sus casas.

La tecnología es una herramienta clave para hacer cumplir las cuarentenas. En China, los residentes que regresan pasan 14 días en hoteles asignados por el gobierno y envían sus temperaturas diariamente a comités vecinales a través de WeChat, un servicio de mensajería. En Taiwán, el gobierno utiliza un rastreo de ubicación en los teléfonos celulares y también añade un poco de acción policial tradicional: si las personas se van o apagan sus teléfonos, los oficiales los visitan en sus casas.

Filia Lim, de 50 años, afirmó que las medidas de cuarentena en Singapur eran un “dolor de cabeza” para ella, que por lo general viaja mucho debido a su trabajo en recursos humanos. Sin embargo, dijo estar “agradecida” de que Singapur estuviera monitoreando tan de cerca a los que regresan al país.

“El virus se propagó mayormente porque las personas no se dieron cuenta de que tenían los síntomas, o algunos ignoraron con descaro esos síntomas e interactuaron con muchas personas a pesar de la recomendación del gobierno de que se aislaran socialmente por su propia voluntad”, afirmó.

El castigo por no cumplir con las leyes de la cuarentena puede ser duro. A un singapurense de 53 años que incumplió la orden le invalidaron su pasaporte, según declaraciones de las autoridades de inmigración el 29 de marzo.

Japón oficialmente afirma que aquellos que incumplen la cuarentena pueden ser encarcelados hasta por seis meses o recibir multas de hasta 500.000 yenes (alrededor de 4600 dólares).

Sin embargo, el gobierno japonés prefiere confiar en que los que estén en cuarentena permanecerán enclaustrados. Los residentes que llegan de países de la lista prohibida firman un documento en el que se comprometen a permanecer en un solo lugar durante 14 días, alejados del transporte público. Si tienen que salir por alimentos, se les dice que usen una mascarilla y que “sean rápidos”.

Sean Sierra, un contramaestre de la Marina estadounidense de 30 años de edad, apostado en la base naval Yokosuka en Japón, expresó que no vislumbra el fin de esta situación. Tras ser trasladado recientemente a un buque establecido en Singapur, se le pidió que realizara una cuarentena de 14 días en su casa en Japón a su regreso.

Aunque ya ha completado su temporada en aislamiento, la base entera está ahora refugiada en ese lugar. “Vamos a quedarnos varados aquí un rato”, afirmó Sierra, quien añadió que su suegra tenía previsto ir de visita en dos semanas pero que la cuarentena “ha frenado todos los planes”.

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