En una atmósfera de humedad asfixiante, cerca de 1.700 personas -en su mayoría provenientes de Latinoamérica- conviven aglomeradas en La Peñita.
Más de un millar y medio de migrantes irregulares que iban camino a Estados Unidos quedaron varados por la pandemia del nuevo coronavirus en una zona selvática de Panamá, donde esperan hacinados la apertura de fronteras para continuar su marcha.
En una atmósfera de humedad asfixiante, cerca de 1.700 personas -en su mayoría provenientes de Latinoamérica- conviven aglomeradas en La Peñita, una localidad indígena panameña ubicada en Darién, en la frontera con Colombia. A este punto remoto también ha llegado la COVID-19, con contagios entre los migrantes y habitantes del lugar.
El pequeño poblado, de rudimentarias casas de madera y techo de paja habitado por 50 familias, se ha convertido en una Estación Temporal de Asistencia Humanitaria (ETAH), donde los migrantes han sido aislados.
En instalaciones con capacidad para unas 200 personas, algunos de los viajeros duermen en tiendas de campaña y otros, sobre la tierra. Hay familias enteras, con niños y mujeres embarazadas, que en su camino desde América del Sur han cruzado la peligrosa jungla del Darién en dirección a Estados Unidos.
Pero, por la COVID-19, las autoridades panameñas los han confinado en La Peñita.
Unos “17 migrantes fueron contagiados por el nuevo coronavirus”, dijo a la AFP una fuente oficial bajo anonimato, dato que también fue confirmado por entidades internacionales.
Los infectados ya fueron apartados del campamento, según las fuentes. Sin embargo, Nadine González, alcaldesa de Pinogana, distrito donde se encuentra La Peñita, sospecha que hay más casos.
“Yo sé que debe haber muchos más migrantes afectados por el hacinamiento que hay. Como no han hecho muchas pruebas, no tienen la cantidad de positivos reales”, dice González.
En el poblado hay otros siete casos confirmados de COVID-19, según González.
– Estancados –
En Panamá, que suma 109 muertos y 4210 casos del nuevo coronavirus, los migrantes son atendidos en tres estaciones temporales fronterizas, donde el gobierno junto a UNICEF y Cruz Roja les proveen agua, alimentos y atención médica.
Antes de la pandemia, un grupo de migrantes era enviado cada día, con el permiso de San José, hasta la frontera con Costa Rica, para que siguieran su travesía por Centroamérica. Pero ahora las pasos fronterizos están cerrados y las personas en tránsito se han quedado estancadas en La Peñita.
“Todos los días viajaban de 50 a 100 personas hacia Costa Rica, pero si ya tenemos las fronteras cerradas y el flujo controlado no existe. Por supuesto que va haber hacinamiento”, lamenta a la AFP Maribel Peña, responsable de la Defensoría del Pueblo en Darién.
“Para la situación del COVID-19 no estaba preparado ni Panamá ni el mundo”, agrega.
En los últimos días, la tensión ha crecido en La Peñita, entre reclamos de los migrantes y el miedo de los locales a los contagios.
El gobierno y los organismos internacionales “están diciendo en todo el mundo que nosotros estamos bien aquí (…) eso es mentira”, recalca en un video difundido en redes sociales por habitantes del lugar un haitiano que se presenta con el nombre de Marco, quien descarta además que haya casos de coronavirus entre los desplazados.
“Hay personas que tienen dos o tres niños aquí, que duermen en el barro sobre agua; ni un colchón tienen”, añade. “Esto es una mierda”, afirma otro haitiano en las imágenes que llegaron a autoridades y organizaciones internacionales.
La situación “es preocupante”, lamenta Peña.
– Centros desbordados –
Pese a los peligros, por los que algunos mueren en el camino, desde hace años la frontera entre Colombia y Panamá se ha convertido en un corredor para la inmigración irregular, principalmente de personas que llegan desde Haití, Cuba, Venezuela, y de países más lejanos como Bangladés, Nepal, Congo y Camerún.
Según estimaciones oficiales, unas 24.000 personas ingresaron de forma irregular al país desde Colombia en 2019, mientras que en los dos primeros meses de 2020 entraron 3.366. Entre ellos, una cuarta parte son niños, en su mayoría menores de seis años.
Pero ante las medidas por la pandemia, los centros de acogida están saturados. “La situación sobrepasó la capacidad; estamos hablando de más de 2.500 migrantes que se encuentran varados en las tres estaciones temporales”, dice a la AFP Santiago Paz, Jefe de Misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Panamá.
Pese a todo, Paz dice que hay “interés por parte del gobierno” en mejorar la situación.
El viernes, tras una reunión entre autoridades y migrantes se acordó redoblar las medidas sanitarias con la entrega de equipos de protección y la desinfección de los campamentos, informó el ministro de Seguridad, Juan Pino.
También se reforzará la atención médica y el aprovisionamiento básico, incluyendo el agua, mientras se acelera la construcción de instalaciones para albergar casos positivos de COVID-19.
Sin embargo, Pino advierte: “Todo el mundo está paralizado, quedaron aquí estancados y deben respetar las normas sanitarias por respeto a la vida”.