Algo huele a podrido en el Barcelona.
Aunque el coronavirus ha paralizado el mundo del fútbol, para el líder del fútbol español, el Fútbol Club Barcelona, la sensación de caos e incertidumbre parece ser más fuerte que en cualquier otro lugar. Y la mayor parte es autoinfligida.
Una candente lucha interna del consejo de administración hizo erupción hasta convertirse en vergonzosas revelaciones públicas sobre la manera en que es dirigida una de las marcas más icónicas de los deportes. A inicios de este mes, seis miembros de la junta renunciaron en medio de quejas de una mala gestión y uno de ellos, el vicepresidente, Emili Rousaud, ha lanzado acusaciones de corrupción.
Los hombres firmaron una carta conjunta en la que instan a adelantar las elecciones —las cuales deben ocurrir al final de la primavera de 2021— para que pueda entrar una nueva directiva a sacar al club de una crisis cada vez mayor.
No ha sido una situación agradable. Tras bambalinas, el club ha vivido una época de fealdad, conspiración y paranoia que contrasta de manera considerable con la belleza que su equipo, inspirado por Lionel Messi, ha desplegado en el campo para que la encarnación moderna del Barcelona sea considerada como una de las más grandes dinastías en los deportes.
“Es muy vergonzoso para el club”, opinó Rousaud, quien hasta hace poco era uno de los aliados más cercanos que tenía el presidente Josep Maria Bartomeu en la junta y a quien muchos consideraban como su sucesor.
Ahora, Rousaud quiere que Bartomeu deje el cargo lo más pronto posible y se convoquen las elecciones para encontrar un nuevo líder, posiblemente él mismo, que arregle un club lleno de discordia, una situación que incluso provocó que Messi, una figura a la que no se le conoce por los comentarios que hace en público, atacara a la directiva.
“A Bartomeu solo le queda un año”, le comentó Rousaud a The New York Times. “Las elecciones tendrían que celebrarse en junio del próximo año, pero creo que es mejor tenerlas antes para que pueda entrar un nuevo consejo a tomar las decisiones necesarias con una visión de cinco años, no de once meses”.
Rousaud mencionó que había renunciado después de que Bartomeu le ordenó irse. Firmó la carta junto con los otros cinco hombres que renunciaron al club.
“Hemos llegado a este punto al no vernos capaces de revertir los criterios y las formas de gestión del club ante los importantes retos del futuro y, en especial, a partir del nuevo escenario pospandemia”, señalaron.
Bartomeu ha enfrentado titulares negativos durante meses y su mandato, que comenzó en 2014, ha estado marcado por periodos de turbulencia, pero las renuncias en la junta cristalizaron la urgencia de la crisis. En el centro del conflicto, se encuentra el contrato de Bartomeu con una empresa de monitoreo de redes sociales que ya había generado escozor en medio de acusaciones que la responsabilizan de haber creado cuentas falsas de redes sociales —las cuales supuestamente pertenecían a aficionados legítimos del Barcelona—, de donde salieron ataques hacia personas consideradas como opositores de Bartomeu, entre ellos el elocuente Víctor Font, un actual candidato a la presidencia del club, y jugadores incondicionales como Messi y Gerard Piqué.
Rousaud señaló que el acuerdo con la empresa de monitoreo de redes sociales también podía ser corrupto, tras alegar que un millón de euros en pagos fueron cortados en pequeñas rebanadas para no detonar mecanismos internos de cumplimiento.
“Cuando lo detectamos, no era para nada normal”, comentó Rousaud, quien agregó que el comité que él dirigía era responsable de los contratos superiores a 200.000 euros. “El club está limpio, pero esta operación es sucia”.
El Barcelona reaccionó poco tiempo después de que Rousaud lanzó su primer bombazo al acusar a alguien del club de haber “metido la mano en la caja”.
El lunes, en un comunicado, el Barcelona describió las acusaciones de Rousaud como “graves e infundadas” y negó “cualquier acción susceptible de ser calificada de corrupción”.
“El FC Barcelona no puede tolerar acusaciones que perjudican gravemente la imagen de la institución”, señaló el club, el cual agregó que iba interponer una acción penal en contra de Rousaud “en defensa de la honorabilidad del club y de sus trabajadores”.
En respuesta, Rousaud, un empresario catalán de 53 años, confirmó sus acusaciones de posibles delitos e insistió en que sus abogados todavía no le informaban sobre algún caso que el club haya interpuesto en su contra.
“El club dice que miento, yo digo que tengo pruebas y que no hay problema: mis abogados me han dicho que el club aún no hace nada en mi contra”, mencionó Rousaud.
El manejo culé del asunto de las redes sociales, conocido a nivel local como el “Barçagate”, ha sido desarticulado desde que surgieron por primera vez los detalles a finales de febrero. El club rechazó categóricamente haber contratado a la empresa para realizar actividades distintas al monitoreo de las redes sociales, pero un grupo de miembros de la junta, entre ellos Rousaud, tuvo éxito al exigirle a Bartomeu que contratara a una firma de auditorías, PWC, para que realizara una investigación interna.
Bartomeu no ha demostrado tener muchas ganas de dimitir y en días recientes tomó medidas para reestructurar la junta directiva del club. Bartomeu le debe su ascenso al cargo máximo a un escándalo anterior. Era vicepresidente del club cuando el presidente de aquel entonces, Sandro Rosell, fue obligado a renunciar en 2014 tras una investigación sobre la contratación de la superestrella brasileña Neymar. En 2016, Bartomeu fue elegido para un nuevo periodo.
Cuando el coronavirus detuvo el fútbol en España, el Barcelona ya había recuperado el primer sitio de la competencia, pero sus aficionados habían criticado el fútbol desplegado al considerar que prácticamente no cumplía con el estándar esperado. Casi de inmediato, el club se vio en una confrontación desagradable con sus jugadores a causa de recortes salariales que culminó en un exabrupto de Messi dirigido de lleno a la directiva.
“No deja de sorprendernos que desde dentro del club hubiera quien tratara de ponernos bajo la lupa e intentara sumarnos presión para hacer algo que nosotros siempre tuvimos claro que haríamos”, escribió Messi en una publicación del mes pasado en Instagram.
La premura para cerrar un acuerdo se basó en el precario predicamento financiero del equipo. La temporada pasada, el equipo gastó en la nómina un 66 por ciento de su facturación de 1000 millones de euros, y como es un club de miembros no puede contar con la generosidad de los jeques petroleros u oligarcas que apoyan a sus equipos en tiempos difíciles.
“No estábamos preparados para recibir el impacto de algo como el coronavirus”, admitió Rousaud, aunque aceptó que pocos clubes podrían haber esperado un suceso de ese tipo.
En este momento, exiliado del equipo, Rousaud está planeando su regreso, trazando una estrategia que pueda culminar con un retorno a la junta como el remplazo de Bartomeu, pero ahora no como su sucesor ungido.
“Si recibo el apoyo, me presentaré”, confesó.