No es solo en Panamá, las críticas a los gobiernos por la falta de respuestas oportunas e inmediatas ha sido la constante. Desde África del Sur hasta los Estados de Unidos la pandemia ha sorprendido a todos los gobiernos y ha demostrado la poca capacidad estatal para hacerle frente.
También las redes sociales han sido un factor determinante para presionar al gobierno en su capacidad de respuesta. Por años hemos estado escogiendo a mediocres para gobernar. Ya no son los políticos elegidos con las mejores credenciales académicas en escuelas de administración pública. Gente pensante con visión de país y con el ánimo de construir las bases de una sociedad de bienestar.
Nos conformamos con elegir a la mediocridad basados en criterios de popularidad, buena gente, simpáticos sin un análisis propio de credenciales y experiencia. Todas las campañas políticas están dirigidas a tocar el corazón de los electores y no eran relevantes, los programas de gobierno, los méritos, los valores, la capacidad, experiencia o inteligencia.
Nos acostumbramos a ser gobernados al garete y hemos inclusive perdido la calidad de la seguridad, educación y salud pública. Esta crisis que vivimos debe constituirse en un despertar del pueblo panameño para priorizar lo importante en la gestión pública y exigir un gobierno administrado por gente decente y capaz. Si seguimos en este carnaval de figuras pintorescas propias para el mundo del entretenimiento circense tendremos el país que nos merecemos.
Hoy con el estómago vacío, la billetera de adorno y la necesidad de mendigarle al Estado una bolsa de comida, bonos o moratoria es una clara muestra que al final la responsabilidad de haber llegado a esta situación es nuestra. No nos preparamos para nada porque nos acostumbramos a la inmediatez.
No resolvemos nada porque somos reactivos y actuamos cuales bomberos para apagar cualquier fuego social que se presente sin el más mínimo interés de buscar las causas. Ahora que todo escasea y hay tiempo para pensar en cuarentena somos mas vigilantes de los recursos públicos y las actuaciones gubernamentales. La necesidad obliga.
Esperemos sea una constante porque al final la mediocridad en un sistema democrático es por elección popular y el asalto al erario público se da cuando no hay vigilancia ciudadana. No somos un país de beatos y santurrones, las tentaciones seguirán existiendo, lo único que lo puede detener es la luz.
Esa luz del pueblo panameño vigilando la actuación de los gobernantes, exigiéndoles el camino correcto, castigando a los infractores. Es entonces cuando podremos aspira a tener un Panamá mejor. De otra forma la fiesta seguirá no importa el partido o líder político o lo que se prometa en campaña política.