WASHINGTON — Cuatro meses después de que un nuevo virus misterioso comenzara su marcha mortal en todo el mundo, la búsqueda de una vacuna ha adquirido una intensidad nunca antes vista en la investigación médica, con enormes implicaciones para la salud pública, la economía mundial y la política.
Siete de los aproximadamente noventa proyectos que desarrollan gobiernos, empresas farmacéuticas, innovadores en biotecnología y laboratorios académicos ya han alcanzado la etapa de ensayos clínicos. Con los líderes políticos, especialmente el presidente estadounidense, Donald Trump, presionando cada vez más por el desarrollo, y con grandes ganancias potenciales en juego para la industria, los fabricantes de fármacos e investigadores han señalado que están avanzando a velocidades nunca vistas.
Pero en todas esas iniciativas pesa la incertidumbre sobre si alguna vacuna contra el coronavirus resultará efectiva, cuán rápido podría estar disponible para millones o miles de millones de personas y si la prisa, al comprimir en diez meses un proceso que puede llevar diez años, sacrificará la seguridad.
Algunos expertos dicen que el campo prometedor más inmediato podría ser el desarrollo de tratamientos para acelerar la recuperación de la COVID-19, un enfoque que ha generado cierto optimismo en la última semana al alentar inicialmente los resultados de la investigación sobre remdesivir, un medicamento antiviral probado previamente en la lucha contra el ébola.
En una era de intenso nacionalismo, la geopolítica de la carrera para crear la vacuna se está volviendo tan compleja como la medicina. Los meses de mutuos ataques entre Estados Unidos y China sobre los orígenes del virus han afectado a la mayoría de los esfuerzos de cooperación entre ambas naciones. El gobierno de Donald Trump ya ha advertido que las innovaciones estadounidenses deben protegerse del robo, principalmente de Pekín.
“Durante mucho tiempo, la investigación biomédica ha sido un foco de robo especialmente por parte del gobierno chino, y las vacunas y los tratamientos para el coronavirus son el santo grial de hoy”, dijo el viernes John Demers, el fiscal general adjunto de Seguridad Nacional. “Dejando a un lado el valor comercial, sería muy importante ser el primero en desarrollar un tratamiento o vacuna. Usaremos todas las herramientas que tenemos para salvaguardar la investigación estadounidense”.
La intensidad del esfuerzo de investigación global es tal que los gobiernos y las empresas están construyendo líneas de producción antes de que tengan algo que producir.
“Vamos a comenzar a aumentar la producción con las empresas involucradas”, dijo la semana pasada Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y el principal experto del gobierno federal en enfermedades infecciosas. “No esperaremos a tener una respuesta para comenzar a fabricar”.
Mientras la demanda por una vacuna se intensifica, hay cada vez más propuestas de “ensayos clínicos de exposición” con el fin de acelerar el proceso: se trata de pruebas en las que a los voluntarios se les inyecta una vacuna potencial y luego se exponen deliberadamente al coronavirus.
Como ese enfoque implica exponer a los participantes a una enfermedad potencialmente mortal, ese tipo de ensayos son muy controversiales desde el punto de vista ético. Pero podrían ser más rápidos que simplemente inocular sujetos humanos y esperar a que sean expuestos.
Aunque se encuentren soluciones prometedoras, todavía existen grandes desafíos para ampliar la producción y distribución. Bill Gates, el cofundador de Microsoft cuya fundación está invirtiendo 250 millones de dólares para impulsar el desarrollo de vacunas, advirtió sobre la escasez crítica de un componente mundano pero vital: el vidrio médico.
Sin suficientes suministros de vidrio, habrá muy pocos viales para transportar los miles de millones de dosis que finalmente se necesitarán.
La magnitud del problema y la demanda de una solución rápida están destinados a crear tensiones entre los motivos de lucro de la industria farmacéutica, que generalmente lucha para sacar el máximo provecho de sus inversiones en nuevos medicamentos, y la necesidad del público de una acción rápida para vacunar eficazmente a la mayor cantidad de personas.
Debido a la proliferación de proyectos de vacunas, es probable que ninguno de ellos emerja como un claro ganador.
“Digamos que creamos una vacuna rápidamente, pero solo podemos obtener dos millones de dosis a fines del próximo año”, dijo Anita Zaidi, quien dirige el programa de desarrollo de vacunas de la Fundación Bill y Melinda Gates. “Y otra vacuna, igual de efectiva, llega tres meses después, pero podemos hacer mil millones de dosis. ¿Quién resultó el ganador?”.
Según ella, la respuesta “es que necesitaremos muchas vacunas diferentes para cruzar la línea de meta”.
Una cosa es diseñar una vacuna en un tiempo récord. Pero fabricarla y distribuirla en una escala nunca antes intentada es un desafío completamente distinto: miles de millones de dosis, transportadas a temperaturas bajo cero a casi todos los rincones del mundo.
“Si quieres administrar una vacuna a mil millones de personas es mejor que sea muy segura y efectiva”, dijo Paul Stoffels, director científico de Johnson & Johnson. “Pero también debes saber cómo hacerla en cantidades que nunca antes habíamos visto”.
Así que la carrera está por adelantarse a los enormes problemas logísticos, desde la capacidad básica de fabricación hasta la escasez de vidrio médico y tapones que Gates y otros han advertido.
Mientras el mundo espera una vacuna, un posible tratamiento para el coronavirus podría estar en camino.
Los estudios de fármacos tienden a desarrollarse más rápido que los ensayos de vacunas porque estas últimas se administran a millones de personas que aún no están enfermas, por eso deben ser extremadamente seguras. Pero en las personas más enfermas, ese cálculo cambia y los efectos secundarios pueden ser un riesgo aceptable.
Y como los medicamentos se aplican a personas que ya están enfermas, los resultados se pueden ver más rápidamente que en los ensayos de vacunas, donde los investigadores deben esperar para ver quién se infecta.
Los expertos en salud pública han advertido que probablemente no habrá una píldora mágica. Más bien, esperan avances que hagan que la COVID-19 sea menos letal.
“Casi nada llega al 100 por ciento, especialmente cuando se trata de un virus que realmente genera muchos estragos en el cuerpo”, dijo Luciana Borio, exdirectora de preparación médica y de biodefensa del Consejo de Seguridad Nacional.
En la comunidad médica muchos observan de cerca el desarrollo de fármacos de anticuerpos que podrían actuar para neutralizar el virus, bien sea en una persona que ya está enferma o como un método para bloquear la infección en primer lugar.
Borio asegura que, incluso sin una vacuna, un puñado de tratamientos tempranos podrían marcar la diferencia. “Si se puede proteger a las personas que son vulnerables y se puede tratar a las personas que contraen la enfermedad de manera efectiva”, dijo, “entonces creo que eso cambiaría la trayectoria de esta pandemia”.