Esta pandemia no termina y tendrá sus efectos en los próximos meses y quizas años y espero sea el detonante de un cambio social profundo y estremezca los cimientos de una estructura política corrupta e hipócrita que nos impide el progreso y el bienestar de los panameños.
Espero el dia cuando los pisoteados de este país tengan el valor de romper las cadenas de sufrimiento y humillación de un sistema político que los ignora y los mantiene en la invisibilidad. Tal y como si este país fuera de otros y su presencia territorial es ausencia. Que truenen los cielos y caigan relámpagos fulminantes sobre los tres órganos del Estado a ver si en medio de su propia destrucción podamos construir un nuevo modelo más digno, humano y solidario.
Los que de alguna forma hemos confiado y pretendido creer que hay una esperanza entre un gobierno a otro, por tantos años, nos hemos dado cuenta: Todo es una falacia. Aquí reina la indiferencia, la mezquindad, la petulancia del poder. Luego de la recuperación de nuestra integridad territorial y nuestro recurso estratégico más importante ningun gobierno ha tenido el interés de velar por todos los panameños. Sí, por algunos panameños. En medio de un incremento sustancial de la riqueza nacional y presupuestos abultados ciudadanos panameños duermen en casas de cartón, esperan meses para una operación quirúrgica, mendigan medicamentos para su salud, reciben una educación mediocre peor a la que recibieron generaciones anteriores en el Siglo XX. ¿Qué está mal en nosotros? Cómo es posible insistir en priorizar una playa de 200 millones de dólares cuando tenemos indigentes viviendo en la calle o en zaguanes. Familias en cuartuchos.
Hablemos de miles de millones en préstamos frente a una población paupérrima que desconoce que hay más allá de cien. Algún político entenderá esta realidad y esté dispuesto a darle un giro sustancial a todo esto. Y lo digo porque todo parece ser un problema de sensibilidad, de corázon y no de mente racional. Si no sientes no puedes gobernar en un país ahogado en problemas sociales. Esta pandemia nos demuestra la cara escondida de los ciento de miles de panameños a la cual $80 dólares representaba la solución de una situación precaria de subsistencia. Esas largas filas en los supermercados es una clara demostración de que fueron a buscar los bonohabientes tan pronto le acreditaron dicha suma a sus cédulas.
Este es un pueblo con necesidades de nutrición, salud y educación. Los tres temas de mayor importancia en el país han colapsado. A algún político se le habrá pasado por la mente la presión que ejerce el tema de la nutrición, salud y educación en cada familia panameña. Esa es una responsabilidad que la sociedad política la debe asumir como suya y no debe ser una preocupación individual o familiar. Sólo pensemos en el sentido de liberación que eso conlleva. Los ciudadanos canadiense, escandinavos no llevan en sus mentes las preocupaciones por la educacion de sus hijos o la salud de la familia.
El sistema está instalado y operando para desligar a los ciudadanos de esas preocupaciones. ¿Pero es útil el Estado panameño para el ciudadano corriente? Le resuelve el problema de salud. No. Le resuelve el problema de la educación. No. Que esfuerzo humano puede realizar una familia por salir de su pobreza cuando su constante preocupación es vivir. Entendamos algo. Yo me desconecto de todo gobierno.
Gobierno que no atienda las necesidades básicas de una población paupérrima es un gobierno ilegítimo no importa si su ascenso al poder haya sido por un proceso electoral. Quien no entienda el rol a la que está obligado a jugar no merece llamarse representante. Representante de qué y de quién? Pero un día vendrá cuando los pisoteados de este país no toleren a sus gobernantes y estremecerán el cielo con penetrantes truenos y fulminarán las malas vibraciones. Los nubarrones vendrán, ya lo veremos. Panamá se merece algo mejor. Vengan patriotas, el país los necesita. Sembremos nuevas flores en nuestro jardín.