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A medida que los contratos expiran durante el cierre de emergencia, los jugadores y los clubes se preguntan: ¿y ahora qué?

A medida que los contratos expiran durante el cierre de emergencia, los jugadores y los clubes se preguntan: ¿y ahora qué?
La copa de la Liga de Campeones de Europa, conocida como "La Orejona". Foto/ Archivo

La pregunta que Danny Loader debe responder, en los próximos dos meses, es abrumadora. Es mucho más sobrecogedora que las típicas preguntas que deben enfrentar los chicos de 19 años. Va más allá de dónde quiere vivir o cuánto podría ganar y, por último, se expande hasta lo que quiere ser.

Loader, un delantero talentoso del Reading, está en una encrucijada. Hace tres años, era miembro de la escuadra sub-17 de Inglaterra que ganó el Mundial de ese grupo etario. Era delantero de un equipo que incluía un cuadro de jugadores que ahora están consolidados como estrellas nacionales e internacionales: Phil Foden del Manchester City, Callum Hudson-Odoi del Chelsea, Jadon Sancho del Borussia Dortmund.

El año pasado, Loader estuvo cerca de unírseles en la élite del fútbol: pudo haber firmado para jugar en los Wolves, con lo que habría ingresado a la Liga Premier. Sin embargo, no se pudo cerrar el acuerdo. Loader se quedó en el Reading, de la Championship de segunda división, el club donde ha pasado casi toda la primera parte de su incipiente carrera. En junio, cuando expire su contrato, podría irse a un nuevo club.

Desde hace algún tiempo, Loader ya sabía que este verano iba a ser crucial. Durante un periodo, incluso parecía que iba a ser emocionante. Loader ha pasado los últimos meses consultando a su familia, en particular a sus hermanos, sobre su próximo paso. Ha declarado que su fe le ha servido para estar tranquilo a lo largo de todo el proceso.

“Hubo distintos caminos, surgieron diferentes opciones”, comentó Loader. “No tomé una decisión concreta”.

Loader estaba contento ante la posibilidad de jugar donde se sintiera bien, en casa o en el extranjero. Su único criterio era que, después de una frustrante última temporada en el Reading, quería “ir a algún lugar donde pudiera jugar”.

No obstante, era mucho lo que estaba en juego. Si lo hacía bien, iba a encontrar un club que le acomodara y donde tendría éxito. Si lo hacía mal, se arriesgaba a perder impulso, a perder el tiempo. “Es una decisión inmensa”, admitió.

Eso fue antes de la pandemia, antes del cierre de emergencia, antes de que el fútbol fuera consumido por la que quizás es la crisis más grave que haya enfrentado. De la noche a la mañana, Loader, de 19 años, ahora debe decidir cómo luce su futuro en un momento en el que el fútbol mismo no tiene ni idea.

No está solo. El 30 de junio —la fecha en la que expira la mayoría de los contratos del fútbol europeo—, cientos, si no miles, de jugadores se quedarán sin trabajo. Para los que han pasado años entre la élite, ganando salarios lucrativos y puliendo sus reputaciones relucientes, difícilmente es un panorama problemático. Pueden pasar uno o dos meses sin jugar. Por sí solos, sus nombres garantizan postores.

Sin embargo, para la gran mayoría, solo hay preguntas. No todas son de gran envergadura como la que debe enfrentar Loader, claro está. En muchos casos, las ansiedades y los problemas son familiares para muchos de nosotros, seamos o no atletas profesionales. Algunos casi podrían parecer mundanos. Pero no por eso son menos importantes.

La carrera de Jak Alnwick está un poco más definida. A sus 26 años, no tiene la ventaja de ser una estrella en ascenso como Loader, pero siente que por fin se ha consolidado como un arquero de la tercera división de Inglaterra después de que el Rangers de Escocia lo cediera en préstamo al Blackpool durante un año. Hasta este momento, su carrera ha sido itinerante, con un paso por el norte de Inglaterra y también con un par de temporadas en Glasgow.

No obstante, en la actualidad, Alnwick quiere echar raíces. Con un contrato que expira el 30 de mayo, desde enero ha podido hablar con clubes fuera de Escocia. Él y sus representantes, la agencia World in Motion, habían respondido peticiones de ofertas y sostenido conversaciones con el Blackpool en torno a una maniobra permanente.

“Todo estaba en las primeras etapas”, comentó Alnwick.

Alnwick no solo quería estar en un sitio donde se sintiera cómodo sino, idealmente, en algún lugar no muy lejos de Newcastle, su ciudad natal. Alnwick y su esposa estaban planeando comprar una casa, “en algún lugar adonde siempre pudiéramos regresar”.

Alnwick reconoce que no es “muy aprensivo”. Su situación es un poco más complicada de lo que podría haber sido —su contrato con el Rangers termina con la temporada escocesa, por lo tanto no está del todo claro qué sucedería si Inglaterra decidiera regresar a jugar en julio o julio—, pero se siente afortunado en comparación con los millones de personas que no son atletas y han perdido sus empleos como resultado de la pandemia, y más seguro de lo que podría haber estado si no lo “respaldaran tantos partidos”.

Su hermano mayor, Ben, también está relajado. Ben Alnwick, quien jugó para el Sunderland y el Tottenham, no tiene un contrato firmado desde que en diciembre dejó al Bolton, que atraviesa una precaria situación financiera. En cuanto se convirtió en agente libre, analizó algunas ofertas, pero la mayoría provenía de lugares demasiado lejanos como para considerarlas. En ese entonces, tenía dos niños pequeños; un tercero llegó en abril.

“Me he ocupado de cosas más importantes que el fútbol”, comentó para referirse a las últimas semanas. En la actualidad, Ben Alnwick tiene 33 años y la experiencia necesaria como para saber que este tipo de situaciones “se suelen resolver solas”.

“Las cosas se acomodarán por sí solas”, opinó. “En cuanto todo comience de nuevo, habrá vacantes”.

A final de cuentas, sopesar esas oportunidades es la decisión que siempre deben tomar los jugadores cuando expiran sus contratos: quedarse o partir. El hecho de que tantos futbolistas deban hacerlo durante una época de incertidumbre mundial en el deporte provoca que una decisión inevitablemente estresante se convierta en una situación de intensa presión.

No obstante, los jugadores que deben confrontarla se preguntan si podría haber un lado positivo, si la incertidumbre —de cierto modo— podría ser una ventaja.

Según Jak Alnwick, el hecho de que no tenga un contrato, podría volverlo más atractivo para los clubes que buscan ahorrar dinero. “Los clubes que podían haber gastado 500.000 o un millón de libras en un arquero tal vez ya no quieran hacerlo”, señaló.

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