Mientras las fiebres y los dolores musculares torturaban su cuerpo, la hija de 13 años de Vásquez, Alyssa Barnes, temía lo mismo.
“De verdad la necesito”, dijo Alyssa refiriéndose a su madre, de 38 años, que dio positivo en la prueba del coronavirus a finales de marzo. “El solo hecho de perderla cambiaría toda mi vida”.
No se sabe bien cuántos trabajadores sanitarios de primera línea son también padres, pero, en casa, sus hijos viven con la ansiedad de que mamá o papá se enfermen o de que lleven el virus a casa y mueran.
“Solo pensaba que se iba a morir en su habitación”, dijo Alyssa, recordando la ansiedad que la abrumó mientras su madre estaba enferma. “Tenía tanto miedo de que muriera sola”.
Al menos 9000 trabajadores de la salud se han infectado con el coronavirus hasta ahora en Estados Unidos, y por lo menos 27 han muerto, según un informe de abril de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.
No son solo los médicos y enfermeros los que han sido víctimas: los trabajadores no sanitarios, como los guardias de seguridad y el personal de limpieza de los hospitales, también se han enfermado y han muerto.
A principios de la pandemia, la escasez del suministro de equipo de protección personal de la nación se hizo patente: incluso las enfermeras de las salas de urgencias estaban reutilizando mascarillas N95 durante días. Los trabajadores no sanitarios a menudo recibían menos equipo de protección que sus colegas que tratan a los pacientes, o absolutamente nada, según los líderes sindicales y los empleados del hospital.
Vásquez, quien cree que estuvo expuesta en su empleo, volvió a trabajar en abril después de que sus síntomas desaparecieron, pero una semana después regresó la fiebre. También presentó neumonía y ha permanecido en casa tras dar negativo en las pruebas de detección del virus a finales del mes pasado.
Katherine Heaviside, portavoz del hospital, dijo que siempre habían tenido “un suministro adecuado de equipo de protección personal para los empleados y que seguirá habiéndolo hasta que esta crisis se haya calmado”.
“Los casos de trabajadores de primera línea del Hospital Comunitario de Long Island que han dado positivo en COVID-19 parece que no son ni más ni menos que los de casi todos los demás hospitales de la región”, dijo, y añadió que “la propagación de este virus no es exclusiva de la atmósfera de un hospital, y es imposible identificar el punto y el lugar de infección de cualquier persona”.
Vásquez afirmó que su familia se esforzaba para asegurarse de que el virus no se propagara por toda la casa. Todos usaban cubrebocas y se mantenían a una sana distancia de ella.
Pero a veces incluso las mejores precauciones fallan.
Ese fue el caso de Sherry-Ann Ramkaran, una asistente de enfermería certificada de AristaCare en Cedar Oaks, un centro de enfermería especializada en South Plainfield, Nueva Jersey, quien dijo que tomó múltiples precauciones para evitar introducir el virus en su casa.
Se ponía tapabocas. Se lavaba las manos. Se desinfectaba.
Incluso cambió su rutina.
Ramkaran dijo que solía ir directamente a la ducha después de llegar del trabajo, pero que, desde el inicio de la pandemia, se desvestía apenas cruzaba el umbral de su casa a fin de reducir al mínimo el riesgo de introducirlo en la ropa.
Aun así, el virus se propagó por su hogar y la infectó no solo a ella sino también a su marido y a su hija. El único que no se enfermó fue su hijo de 19 años.
Ramkaran, de 43 años, dijo que no sabía dónde había contraído el virus, pero su hija, Simran Singh, de 21 años, declaró: “Es obvio”.
Singh, una estudiante que regresó a casa de la Universidad del Noreste en Boston debido a la pandemia, contó que cuidó a sus dos padres mientras estudiaba para los exámenes finales y a pesar de que ella también estaba enferma.
“Fue muy aterrador”, expresó, recordando las noches que pasó preocupada por sus padres. “Me sentí muy impotente”.