NUEVA DELHI — Una y otra vez, Seema Munda rechazó las súplicas de sus padres para que se casara. Ella quería ser enfermera, no ama de casa y se preguntaba por qué el empleo era una buena opción para su hermano, pero no para ella.
Así que el verano pasado, Munda mintió sobre adónde iba y salió de su aldea conservadora en el norte de la India. Hizo un viaje de más de 1600 kilómetros hacia el sur, a la ciudad de Bangalore, donde encontró trabajo cosiendo camisas en una fábrica.
“Este trabajo me liberó”, dijo.
No obstante, cuando llegó la pandemia del coronavirus, la vida independiente de Munda se destruyó. En marzo, India implementó uno de los cierres más estrictos del mundo. En abril, más de 120 millones de personas perdieron sus empleos en el país, lo que incluye a Munda, de 21 años.
A medida que el mundo hace un balance sobre las asombrosas pérdidas generadas por el coronavirus, los economistas predicen retrocesos graves para las mujeres en la fuerza laboral. Las Naciones Unidas advirtieron en un informe reciente que la pandemia no solo ha exacerbado las desigualdades entre los sexos, sino que amenaza décadas de conquistas en los sitios de trabajo.
La Organización Internacional del Trabajo descubrió que el 41 por ciento de las mujeres trabajaban en sectores con alto riesgo de pérdida de trabajo o de reducción de las horas laborales debido a la pandemia, en comparación con el 35 por ciento en el caso de los hombres.
La desaceleración mundial podría tener consecuencias especialmente graves en las economías en desarrollo, donde alrededor del 70 por ciento de las mujeres que trabajan están empleadas en la economía informal que ofrece pocas protecciones.
Por ejemplo, después de que se levantaron las medidas de cuarentena contra el ébola en África occidental, las mujeres tardaron más que los hombres en recuperar sus medios de vida y tuvieron más dificultades para obtener préstamos con el fin de reconstruir sus negocios.
En la India, un país con una población de 1300 millones de personas, la cuarentena impuesta debido al coronavirus a fines de marzo ha incrementado los contratiempos para las mujeres, quienes en los últimos años ya habían sido expulsadas de la fuerza laboral en mayores cantidades.
Un estudio nacional de empleo realizado en mayo reveló que una mayor proporción de mujeres reportaron haber perdido sus empleos en comparación con los hombres. Entre las personas de la India que siguen trabajando, las mujeres tienen más probabilidades de experimentar ansiedad sobre su futuro.
Rohini Pande, una profesora de Economía en Yale que investiga los patrones de empleo de las mujeres en la India, dijo que las trabajadoras migrantes podrían enfrentar grandes desafíos para recuperar sus empleos. Muchas mujeres luchan por persuadir a sus padres para que les permitan diferir el matrimonio y abandonar sus aldeas con el fin de trabajar.
“Los trabajos ya eran extremadamente frágiles”, dijo Pande, quien dirige el Centro de Crecimiento Económico en Yale. “Simplemente se volverán más frágiles”.
Durante años, las cifras de empleo para las mujeres de la India han sido un motivo de preocupación.
De 2005 a 2018, la participación laboral femenina disminuyó del 32 al 21 por ciento aproximadamente, una de las tasas más bajas del mundo. La tasa para el sector masculino también sufrió un declive porque el país está experimentando un auge juvenil y no ha podido crear suficientes empleos nuevos para mantenerse al día, pero la caída no ha sido tan grave como en el caso de las mujeres.
Los economistas han formulado varias explicaciones para esta situación, lo que incluye el aspecto cultural: a medida que la economía de la India se expandió, las familias que podían permitirse el lujo de mantener a las mujeres en casa lo hicieron, pensando que les proporcionaba un cierto grado de estatus social.
Las tareas domésticas reducen el tiempo que las mujeres pueden dedicar a la búsqueda de empleos. En la India, las mujeres realizan 9,6 veces más trabajo de cuidado no remunerado que los hombres, lo que supera tres veces al promedio mundial. La pandemia ha incrementado esa carga para muchas mujeres, según la Organización Internacional del Trabajo.
Swarna Rajagopalan, politóloga y fundadora de Prajnya Trust, una organización que se enfoca en la igualdad de género en India, dijo que la escasez de trabajo podría dificultar que las mujeres ingresen o regresen a la fuerza laboral, al menos a corto plazo.
Según algunas estimaciones, la economía del país puede contraerse un cinco por ciento este año, lo que representa quizás el peor declive desde que el país se independizó de los británicos.
“Realmente me preocupa esto”, dijo Rajagopalan. “Todavía pensamos en los hombres como los principales proveedores de nuestras familias y si tenemos que tomar decisiones sobre despidos, las mujeres perderán sus empleos. No importa cuán desesperadamente los necesiten o cuán duro trabajen”.
Muchas de las industrias más afectadas han sido aquellas que tienen una alta proporción de trabajadoras, lo que incluye al sector de la hospitalidad y las manufacturas, donde las mujeres a menudo trabajan sin contratos, por lo que resulta más fácil despedirlas.
Aunque la India levantó recientemente la mayoría de sus medidas de confinamiento en un esfuerzo por aliviar la presión sobre la economía, muchas mujeres temen que incluso un grado limitado de libertad económica sea difícil de recuperar.
Seema Munda dijo que había encontrado “la clave para desbloquear sus sueños” cuando se mudó a Bangalore en julio para trabajar en Pearl Global, una fábrica de prendas de vestir que emplea a mujeres de estados más pobres como Odisha y Jharkhand, de donde es originaria.
Munda comenzó de cero. Se mudó a un hostal con docenas de otras mujeres jóvenes de la fábrica. Dormían sobre esteras de paja en el suelo.
Cuando Munda recibió su primer cheque de pago, de unos 112 dólares, fue a una tienda de ropa con un puñado de billetes nuevos.
“Compré mi vestido favorito”, dijo. “Fue emocionante”.
Pero cuando la India cerró, la fábrica interrumpió sus actividades y las mujeres se encontraron en una situación precaria. En todo el país, las empresas cerraron. Los trenes y autobuses suspendieron sus servicios, dejando varados a millones de trabajadores migrantes en las ciudades.
En pocas semanas, dijo Munda, Pearl Global dejó de pagarle. Se vio obligada a abandonar el hostal y tuvo que refugiarse en una escuela.
A fines de mayo, a medida que las restricciones de viaje disminuyeron, Munda tomó una decisión desgarradora y se unió a otros viajeros en los trenes de regreso a casa. Le quedaba poco dinero, así que no tenía otra opción excepto regresar a Jharkhand.
“Ahora mi familia nunca me dejará regresar”, dijo por teléfono. “No quiero casarme”.
Munda dejó de responder las llamadas de un periodista. Sus amigos de Bangalore tampoco pudieron comunicarse con ella. Les preocupaba que sus padres le hubieran quitado el teléfono.
En una de sus últimas conversaciones con un reportero, Munda expresó su rabia porque “los padres valoran más a los hijos que a las hijas”. Ella dijo que regresar a casa podría significar “el final de mi actividad económica y, por lo tanto, de mi vida”.
“Me da miedo pensar en esa posibilidad”, dijo. “Nuestro futuro es oscuro”.