Un tercio de los cerca de 260 millones de indonesios no tienen acceso a internet.
Henrikus Suroto, un profesor de Indonesia, no se resigna a que la pandemia deje sin educación a sus alumnos, por lo que cada semana se desplaza en moto hasta Kenalan, un recóndito pueblo de la isla de Java.
El docente recorre los sinuosos caminos de montaña para dar clase a los hijos de los campesinos, que viven en zonas sin conexión a internet en las que los cursos en línea no dejan de ser una quimera.
“Nadie me obliga, pero hay algo en mí que me dice que debo hacerlo”, explica a la AFP el hombre, de 57 años.
Suroto afirma sentirse “un poco culpable” por desobedecer las órdenes oficiales, que prohíben las clases presenciales y recomiendan los cursos virtuales. “Pero la realidad es que eso no es fácil aquí”, señala.
“La única solución es estar al lado de los alumnos y llevar a cabo una enseñanza puerta a puerta”, sostiene.
Él no es el único profesor indonesio en echarse a la carretera. Otros muchos otros lo hacen, enfrentándose al virus, las tormentas y los caminos enfangados para poder ofrecer una educación a domicilio por todo el archipiélago del sudeste asiático.
Un tercio de los cerca de 260 millones de indonesios no tienen acceso a internet y todavía hay algunos pueblos que no tienen electricidad.
En total, unos 70 millones de niños y jóvenes se han visto obligados a quedarse en casa desde que se cerraron las escuelas y los centros de enseñanza superior, en marzo, para atajar la propagación del coronavirus.
– Superar los miedos –
Avan Fathurrahman, un maestro de primaria, visita hasta a 11 alumnos al día en la isla de Madura, al este de Java. Da cuenta de su experiencia en Facebook, en unas publicaciones muy compartidas por los internautas.
Reconoce que a veces teme caer enfermo. “Pero la llamada de la enseñanza es más fuerte”, apunta. “No podría quedarme en casa sabiendo que mis alumnos no pueden estudiar correctamente”.
De momento, las autoridades no anunciaron cuándo se reabrirán las escuelas, pero los epidemiólogos advierten que el país todavía no alcanzó el pico de la epidemia.
Oficialmente, en Indonesia se registraron más de 35.000 casos y 2.000 muertes por covid-19, unas cifras inferiores a las reales, según los científicos.
El gobierno ha puesto en marcha programas educativos en la televisión pública y, en algunas regiones, en la radio.
El ministro de Educación, Nadiem Makarim, admitió que la enseñanza a distancia supone un desafío y no ocultó su sorpresa al ver cuántos habitantes del país no tienen acceso a internet.
“Debemos apoyarnos en los profesores que se movilizan para dar clases a domicilio”, dijo el mes pasado.
“Desde el punto de vista de las infraestructuras, Indonesia no está realmente preparada para la educación a distancia”, comentó por su parte Christina Kristiyani, experta en Educación en la Universidad Sanata Dharma.
“Aunque fuera posible estudiar por videoconferencia, esto sería demasiado caro en las zonas rurales”, agregó.
Además, muchas familias tratan de salir adelante con empleos mal remunerados que tienen que conciliar con el cuidado de los hijos.
“Todo lo que puedo hacer es decirle a los niños que estudien, no puedo ayudarles como un profesor puede hacerlo”, explica Orlin Giri, madre de familia de las Islas de la Sonda, una de las regiones más empobrecidas del país. “No tenemos suficiente dinero para una conexión a internet”.
Una situación muy generalizada, según Fina, profesora en la isla de Borneo. “Muchos padres solo estudiaron hasta primaria o secundaria, y algunos ni siquiera fueron a la escuela”, explica.
Los niños, por su parte, tienen muchas ganas de que reabran los centros.
“Me aburro en casa. Extraño la escuela, a mis amigos y mis profesores”, comenta Gratia Ratna Febriani, una estudiante de Kenalan.