Primer país afectado por el nuevo coronavirus, China se impuso rápidamente como el principal fabricante de mascarillas en el mundo y las convirtió en herramienta diplomática con donaciones.
Los fabricantes de mascarillas chinos luchan por sobrevivir en un mercado muy competitivo que ha dejado de ser la gallina de los huevos de oro, a raíz de unas reglas de fabricación más estrictas y el derrumbe de los precios.
“Desde abril, nuestros pedidos se han reducido cinco o seis veces”, lamenta Yang Hao, director comercial de CCST, una empresa de Shenzhen (sur) especializada en purificadores contra la contaminación que se reconvirtió a la producción de mascarillas en el fragor de la epidemia.
Primer país afectado por el nuevo coronavirus, China se impuso rápidamente como el principal fabricante de mascarillas en el mundo y las convirtió en herramienta diplomática con donaciones -muy mediatizadas- en el extranjero.
Entre marzo y abril, el gigante asiático exportó más de 50.000 millones de mascarillas, según los últimos datos disponibles de las Aduanas chinas, diez veces más que la producción del año pasado.
Algunas empresas emprendieron a principios de año una carrera contrarreloj, en el momento en que las necesidades de protección contra el virus aumentaban exponencialmente en todo el planeta y que los precios se disparaban.
La mayoría de las empresas eran nuevas en la materia, como el grupo automovilístico BYD, convertido en unas semanas en el mayor fabricante mundial de mascarillas, con una capacidad de 5 millones de unidades diarias.
Según la base de datos de las empresas Tianyancha, cerca de 74.000 empresas se inscribieron como fabricantes de mascarillas en el primer semestre, frente a las 6.000 que había un año antes. Solo en abril se registraron la mitad de las nuevas creaciones.
– Calidad en duda y estafas –
Pero las cosas han cambiado pese a que la mascarilla ha venido para quedarse tras los rebrote que se registran en medio mundo.
Incluso en China, que no ha registrado ninguna muerte de covid-19 desde mediados de mayo, la población sigue usando mayoritariamente la mascarilla.
Pero “hay muchos productores pequeños no cualificados que han hundido los precios”, dice a la AFP el analista Wilfred Yuen, del banco de negocios BOCI en Hong Kong.
El resultado es que hay empresas que cierran de un día para otro y obreros que se encuentran en la calle sin que les paguen, según el Boletín de Trabajo de China, una revista que registra los movimientos sociales en el país. Según esta fuente, ha habido manifestaciones.
El responsable comercial de una empresa de productos médicos con sede en Hebei, cerca de Pekín, asegura que ahora vende a perdida las mascarillas, a un precio “en torno a 0,4 yuanes (0,05 euros, 0,06 dólares), frente a los 1,7 yuanes en el fragor de la epidemia”.
También ha supuesto “una caída generalizada de la calidad y un aumento de las estafas”, constata en una nota el gabinete de estudios de mercado Daxue Consulting.
Tras varias denuncias en el extranjero por la calidad de las mascarillas, Pekín endureció en abril drásticamente los criterios de exportación. Los fabricantes tienen que presentar ahora una certificación del país destinatario.
La empresa CCST logró su certificación de las autoridades alemanas. Pero el negocio no parece floreciente.
“Los países europeos producen ahora sus propias mascarillas gracias a la maquinaria adquirida en China”, lamenta Yang Hao.
América Latina, la región del mundo con más casos, es actualmente su principal cliente con Estados Unidos.
No obstante, “China seguirá siendo el principal proveedor de mascarillas”, dice Wilfred Yuen, del BOCI, ya que muchos países siguen siendo incapaces de garantizar sus propias necesidades.
El diario anglófono Global Times estimaba recientemente que el 95% de los fabricantes chinos podrían cerrar antes de finales de año, en particular los de gama baja.