El movimiento, que ha salido a las calles casi diariamente desde este verano, reúne principalmente a jóvenes y estudiantes.
Miles de jóvenes empezaron a manifestarse este sábado en Bangkok, lanzando una movilización de dos días contra el gobierno para reclamar más democracia, la dimisión del primer ministro o incluso una reforma de la monarquía, un tema tabú en Tailandia.
Los organizadores esperan la llegada de al menos 50.000 personas. Se trataría de la mayor manifestación desde el golpe de Estado de 2014 que llevó al poder al actual jefe de gobierno, Prayut Chan-O-Cha, que más tarde fue legitimado en el cargo a través de unas controvertidas elecciones.
A primeras horas de la tarde, miles de manifestantes se congregaron en el campus de la Universidad Thammasat, en el centro de Bangkok, lugar simbólico donde en 1976 decenas de estudiantes fueron abatidos por las fuerzas de seguridad, apoyadas por dos milicias ultramonárquicas.
Los opositores empezaron luego a dejar el campus para dirigirse a la plaza de Sanam Luang, justo enfrente del Gran Palacio, antigua residencia de los reyes, otro lugar simbólico.
La manifestación debería prolongarse hasta el domingo, cuando los estudiantes planean desfilar hasta la Casa del Gobierno para presentar sus peticiones.
“Abajo la dictadura, viva la democracia”, “Prayut fuera”, gritaban los opositores, algunos pertenecientes al movimiento de los “camisas rojas”, cercano al exprimer ministro en exilio Thaksin Shinawatra, uno de los mayores adversarios del gobierno.
“Los jóvenes de este país no ven ningún futuro” dijo en un comunicado Shinawatra, depuesto por un golpe de Estado hace 14 años, aunque sin aportar explícitamente su apoyo al movimiento
– Jóvenes urbanos –
El movimiento, que ha salido a las calles casi diariamente desde este verano, reúne principalmente a jóvenes y estudiantes urbanos. Inspirándose en el movimiento de protestas de Hong Kong, tampoco ellos tienen un líder real y se sirven de las redes sociales para propagar sus llamados.
“¿Lograrán arrastrar a las clases populares? Esta manifestación es un test”, consideró Christine Cabasset, investigadora en el Instituto de Investigación sobre el Sureste Asiático Contemporáneo.
En el centro de sus reivindicaciones se encuentra el fin del “acoso” a los opositores políticos, la disolución del Parlamento con la dimisión de Prayut Chan-O-Cha y la revisión de la Constitución de 2017, redactada en tiempos de la junta militar y considerada demasiado favorable al ejército.
Una parte del movimiento va más allá y se atreve a encararse con la realeza.
Algo nunca visto en el país donde, pese a los sucesivos derrocamientos de regímenes (12 golpes de Estado desde 1932), la monarquía continuaba siendo intocable, protegida por una de las leyes de lesa majestad más severas del mundo.
“Luchamos por más democracia”, dijo a la AFP Panusaya Sithijirawattanakul, conocida como Rung, una de las organizadoras del movimiento. “Nuestro objetivo no es destruir la monarquía, sino modernizarla, adaptarla a nuestra sociedad”.
No obstante, sus peticiones no dejan de ser atrevidas: exigen la no injerencia del rey en los asuntos políticos, la abolición de la ley de lesa majestad y la devolución al Estado de los bienes de la Corona.
El soberano tailandés, más allá de su estatus de monarca constitucional, tiene una influencia considerable que suele ejercer en la sombra.
El actual monarca, Maha Vajiralongkorn, que ascendió al trono en 2016 tras el deceso de su padre, el venerado rey Bhumibol, es un personaje controvertido.
En unos años, ha reforzado los poderes de una monarquía que ya era todopoderosa, asumiendo el control directo de la fortuna real. Sus frecuentes estancias en Europa, incluso en plena pandemia de coronavirus, también han dado de qué hablar.
Se ha organizado un despliegue de 10.000 policías para la movilización de este fin de semana.
El primer ministro se mostró en desacuerdo con las concentraciones, advirtiendo que podrían provocar una nueva oleada de coronavirus en el país, donde la incidencia de la pandemia fue relativamente baja (menos de 3.500 casos y 58 decesos).
Todo ello podría “destruir la confianza de los inversores” y dañar al país, ya golpeado por la crisis económica vinculada con la pandemia, agregó el primer ministro.