Argentina se oxigenó donde le suele faltar el aire, en la altura de La Paz, al vencer a Bolivia 2-1, con las pinceladas de genio de Lionel Messi, mejor acompañado en la aventura premundialista de Catar-2022.
La Albiceleste buscaba socios para el capitán y goleador histórico. A 3.600 metros sobre el nivel del mar encontró a Lautaro Martínez (Inter, Italia), Exequiel Palacios (Bayer Leverkusen, Alemania) y Joaquín Correa (Lazio, Italia).
Demasiadas dudas había creado el debut vacilante ante Ecuador (1-0), con un penal del delantero del FC Barcelona. Fueron nada más que 20 primeros minutos de motores encendidos. No se mostró una idea de juego. No se pudo saber a qué juega la Selección.
El panorama era sombrío porque la altura paceña es un fantasma para los argentinos. Para colmo, en los primeros minutos con hegemonía boliviana empezó a rondar otro espectro: el de la goleada 6-1 en las eliminatorias al Mundial de Sudáfrica-2010, con Diego Maradona al mando en el banco y Messi extraviado en la cancha.
El cabezazo a la red de Marcelo Martins, descuidado por los centrales en un centro anunciado, parecía reflotar la pesadilla. Empezaba a pesar como una carretilla llena de plomo los 15 años de Argentina sin poder ganar en el Hernando Siles.
– Sed de gloria –
Pero si algo cambió en los últimos dos años, después de la dolorosa eliminación en el Mundial de Rusia-2018, fue la aparición de una ‘Joven Guardia’ que tiene hambre de campeón y no le escapa al sacrificio en los peores momentos.
“Fuimos el equipo que dominó, que sabía a lo que jugaba”, se entusiasmó el DT Lionel Scaloni, como si respondiera a las críticas del primer encuentro.
La guapeada de Martínez para meter la pierna y provocar un rebote goleador frente a un torpe rechazo, más la precisión quirúrgica de Correa para clavar junto a un poste un pase generoso del ‘Torito’, llevaron a la Argentina a sumar puntaje ideal.
Un acierto de Scaloni fue la inclusión de Palacios, quien extrañamente vegeta relegado al banco de suplentes del Leverkusen. Demostró ser otro buen intérprete para el juego de circulación de pelota al pie y al vacío que necesita Messi para prender su máquina de pasar rivales como a postes.
Es otro caso raro el de Scaloni. Es el seleccionador porque le dijo que sí a la dirigencia del fútbol argentino en uno de los peores momentos que se recuerden. El santafesino no había dirigido antes ni siquiera a un equipo de segunda o tercera división, salvo un paso fugaz al frente de una selección juvenil en un torneo en España.
Scaloni llegó por descarte. Se habían negado a tomar esa brasa candente conductores de lustre internacional como Diego ‘Cholo’ Simeone, Marcelo Gallardo y Mauricio Pochettino.
Su idea no es mala. “Que Messi tenga dos jugadores por delante para que pueda asistir, y sea profundo, no al pie. Nos dio resultado en la Copa América de Brasil-2019 (tercero)”, sintetizó su filosofía ofensiva.
– No soñar en vano –
El mayor desafío que enfrentan Messi, Scaloni y compañía es devolverle a la Selección la identidad que supo tener en los mejores 20 años de su historia internacional, entre 1974 y 1994. Ganó dos Copas del Mundo, un subcampeonato y lo último fue la Copa América Ecuador-1993. Desde entonces se quedó en el lado oscuro de la Luna.
Ya no tiene defensores que hagan temblar a los atacantes como Daniel Passarella u Oscar Ruggeri. Ni a nada parecido a Maradona, Mario Kempes o Gabriel Batistuta.
Debe conformarse con lo que tiene, que no es poco pero tampoco es mucho. No puede construir castillos en el aire con sus seis puntos en la eliminatoria más dura, la de Sudamérica. Al menos recibió una bocanada de aire en el lugar menos pensado.